La confusa política de bloqueo de contenidos por parte de las autoridades y de los gigantes tecnológicos alimenta la creación de comunidades fanatizadas
DENISSE ZANI.EL PAÍS.- Según la Metapedia, versión alternativa de la Wikipedia, el Holocausto fue un genocidio intencional solo según la historia políticamente correcta. En el foro Voat, crear una página personal escogiendo identificarse con la imagen de Hitler no supone ningún problema. Estas plataformas, igual que la red social Gab, en la que se expresan sin tapujos algunos de los máximos exponentes de la extrema derecha estadounidense, o el foro supremacista Stormfront, creado por el expresidente del Ku Klux Klan, se han desarrollado en los últimos años para ofrecer una respuesta al supuesto control de la libertad de expresión de sus homólogos más populares, como Facebook, Twitter, Reddit o la mencionada Wikipedia. Reivindican su derecho a compartir su propia versión de la realidad en espacios que no les veten por su más que cuestionable discurso, como acaba de suceder con los anuncios de Rusia Today y Sputnick en la web del pajarillo.
Y no les faltan seguidores. “Internet está fracturado y no se puede hacer mucho al respecto”, explica Carl Miller, director de investigación del think tank británico Demos, al recordar la extrema facilidad con la que los usuarios que han sido bloqueados por alguna violación de los códigos de conducta pueden cambiar de una red social a otra o incluso crear una propia.
“La libertad de expresión es importante, pero choca con otras libertades tan fundamentales como el derecho a no ser menospreciado o acosado por pertenecer a una minoría […]. La ley, sin embargo, trabaja en una zona gris”, explica Miller al detallar que los Gobiernos están exigiendo cada día más responsabilidades a las compañías tecnológicas frente a los riesgos que supone la difusión de contenidos que incitan al odio contra las minorías o comparten información falsa. El pasado junio, gigantes como Facebook, Twitter o Youtube firmaron un acuerdo en el que se comprometían a retirar gran parte de los contenidos ilegales y lesivos, aunque todavía falte un acuerdo global sobre lo que se puede considerar como tal. En un documento presentado hace unos días, la misma Comisión Europea reconocía esta falta: al presentar una nueva hoja de ruta contra el discurso del odio, la Comisión subrayó la necesidad de “abordar el tema de forma más uniforme” ya que “actualmente no existe una normativa unificada acerca de cuándo hay que eliminar qué contenidos”.
El número de los contenidos retirados por la violación de la normativa acerca del discurso del odio se ha duplicado en los últimos años. Actualmente, un 28% de ellos tarda más de una semana en ser eliminado, según la Comisión Europea. En la última memoria presentada a principios de este septiembre, la Fiscalía general del Estado español alertaba del incremento del número de delitos registrados a lo largo de 2016. Según detalla Miller, Demos en el mismo año ha detectado en Reino Unido la publicación de al menos 150.000 tuits agresivos o lesivos hacia alguna minoría, sobre todo después de los atentados de Londres del pasado marzo. Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia, apunta que el mismo fenómeno se produjo en España en las dos semanas sucesivas al atentado de Barcelona y Cambrils, cuando la asociación detectó unos 400 impactos negativos, es decir, contenidos compartidos abiertamente islamófobos.
La relación de los movimientos extremistas con Internet no es una novedad. Fueron de hecho pioneros en volcarse en la Red, al no tener fácil acceso a los canales de comunicación tradicionales, según explicó en una columna del diario The Guardian el director de Demos, Jamie Bartlett. En su último libro, Radicals Chasing Utopia, Bartlett define los radicales como aquellos que intentan que el mundo se parezca a ellos, frente a los “moderados”, que intentan adaptarse a lo que mayoritariamente se considera aceptado. El problema, según Bartlett, es que el momento histórico y social presenta una grave fractura en este sentido, al que los expertos consultados suman la falta de una acción unitaria por parte de las autoridades y la escasa transparencia de las medidas tomadas por la compañías tecnológicas. “Hay mucha gente que está fallando”, concluye Ibarra, “y el resultado es la creación de comunidades fanatizadas que rechazan cualquier pensamiento crítico”. Es decir, un mundo a medida de los extremistas.
La fractura en el consumo de información
El Reuters Institute ha detectado un incremento de la polarización de las distintas audiencias a la hora de consumir información. Los lectores que se identifican con una ideología de derecha en Estados Unidos se informan casi exclusivamente a través de Fox News, mientras que la audiencia que se considera de izquierda apuesta más por la información de CNN. En el informe publicado este abril, Italia, España y Polonia figuran entre los países europeos con una mayor fractura entre su audiencia. En el informe se apunta que la presencia y el rápido crecimiento de medios digitales con una fuerte identidad política están redefiniendo el ecosistema informativo, sobre todo en Estados Unidos.