AfD pone en entredicho las estadísticas oficiales sobre delitos, las más bajas desde 1992, aferrándose a la sensación que cunde entre una creciente parte de la población
ANDREU JEREZ BERLÍN.- EL CONFIDENCIAL.– Lo que tenía que ser un golpe de efecto de la fracción parlamentaria de Alternativa para Alemania (AfD) del estado federado del Sarre, se acabó convirtiendo en un tiro en el pie de la joven ultraderecha alemana.
En septiembre del año pasado, la policía regional hizo públicas las cifras sobre ataques con cuchillo cometidos en el Sarre entre enero de 2016 y abril de 2018. Las estadísticas policiales apuntaban que la mayoría de ataques fueron cometidos por ciudadanos alemanes. Concretamente, del total de 1.490 denuncias e infracciones de la ley registradas en ese periodo, 842 casos fueron agresiones con cuchillo cometidas por ciudadanos alemanes; el resto de los ataques fueron protagonizados por ciudadanos de otros Estados de la Unión Europea (94) o por extranjeros extracomunitarios (158).
La estadísticas quedaban lejos de confirmar una de las tesis más repetidas por AfD; es decir, que la criminalidad ha aumentado en Alemania debido a la inmigración y a la llegada de refugiados. Por eso, en febrero de 2019, y partiendo de la base de que muchos de agresores con pasaporte alemán eran ciudadanos de origen extranjero nacionalizados, el diputado regional de AfD Rudolf Müller lanzó una pregunta parlamentaria al Gobierno del Sarre. Con ella quería saber cuáles eran los nombres más repetidos en el grupo de 842 agresores con pasaporte alemán registrados por la policía.
Tras volver a analizar sus bases de datos, la respuesta de la policía tampoco pudo satisfacer a la fracción ultra. Los trece nombres de pila más comunes en el grupo de agresores eran, en orden descendente, los siguientes: Michael, Daniel, Andreas, Sascha, Thomas, Christian, Kevin, Manuel, Patrick, David, Jens, Justin y Sven. Ni un sólo nombre árabe apareció en la respuesta de las autoridades locales. Además, de los 842 agresores con pasaporte alemán, sólo 14 contaban con otro pasaporte, es decir, tenían doble nacionalidad. La relación que AfD constantemente intenta establecer entre migración e inseguridad, y con la que quiere alimentar un discurso islamófobo e incluso xenófobo, recibía otro jarro de agua fría estadístico.
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Cifras federales
La historia procedente del Sarre fue la antesala de la presentación esta semana del informe de estadísticas criminales a nivel federal. El Ministerio de Interior, Fomento y Patria alemán, en manos del socialcriastino bávaro Horst Seehofer, registró 5,4 millones de delitos a lo largo de 2018. Se trata de la cifra más baja desde 1992. “Alemania es uno de los países más seguros del mundo”, dijo Seehofer, uno de los políticos conservadores alemanes que más ha coqueteado con las tesis de AfD.
Llama la atención que tanto la cifra de robos como la de la criminalidad callejera se hayan venido reduciendo en Alemania de manera constante desde 2015, mientras que las de agresiones físicas se han mantenido estables tras un pequeño incremento en 2016. En verano de 2015 se produjo la llamada “crisis de refugiados”, cuando más de un millón de personas procedentes mayoritariamente de Oriente Próximo buscó refugio en Alemania después de que la canciller alemana Angela Merkel decidiera no cerrar las fronteras del país por responsabilidad histórica y por razones humanitarias.
La criminalidad callejera se ha venido reduciendo en Alemania de manera constante desde 2015.
El informe del Ministerio del Interior alemán también especifica qué porcentaje de sospechosos o criminales son extranjeros: un 30,5% de todos ellos no cuenta con un pasaporte alemán y de ese porcentaje, solo un 8,8% son inmigrantes. El 20% restante fueron, por tanto, extranjeros que cometieron algún tipo de delito cuando estaban de paso en el país. Esto último provoca lo que Holger Münch, presidente de la Oficina Federal de Investigación Criminal, considera un “efecto distorsionador”.
En recientes declaraciones al tabloide ‘Bild Zeitung‘, Münch ponía como ejemplos de ello el hincha de un club de fútbol extranjero que es detenido por la policía durante disturbios antes o después de un partido de Liga de Campeones, el turista que comete algún tipo de infracción o el criminal que cruza eventualmente las fronteras de Alemania, pero que no reside en el país.
Por tanto, y a pesar de que como reconocen las autoridades alemanas, hay un cierto repunte en la criminalidad en el grupo de inmigrantes procedentes del norte de África y del África subsahariana, este último incremento sigue siendo insuficiente para sostener la tesis de AfD: que hay una relación directa entre la inmigración y el aumento de la delincuencia y la inseguridad en Alemania. Según las cifras oficiales, la amplia mayoría de infracciones sigue siendo cometidas por ciudadanos alemanes y la criminalidad ha disminuido desde la llamada “crisis de los refugiados” de 2015.
“La percepción es realidad”
“Aquello que se siente es también realidad”, dijo en septiembre de 2016 Georg Padzerski, líder de AfD en Berlín, en un debate televisado previo a las elecciones regionales en las que el partido ultraderechista obtuvo 230.000 votos y más del 14% de todos los sufragios en la multicultural y mayoritariamente liberal capital alemana. Padzerski respondía así a una pregunta sobre por qué su partido solía mostrar una imagen negativa de la inmigración pese a que la inmensa mayoría de extranjeros residentes en el país no son criminales y viven de una manera pacífica.
Padzerski hacía así referencia a una de las estrategias fundamentales del joven partido ultraderechista: capitalizar una creciente sensación de inseguridad entre la ciudadanía alemana que se da, paradójicamente, mientras las estadísticas de criminalidad menguan. Así lo apunta una investigación confeccionada por el Instituto Max-Planck, en colaboración con la Oficina Federal de Investigación Criminal, y que también fue presentada esta semana, paralelamente a la de las estadísticas de criminalidad dadas a conocer por el Ministerio de Interior federal.
Según el estudio del Instituto Max-Planck, más de un 20% de los ciudadanos alemanes se sintió inseguro en 2017 al salir de casa. Ese porcentaje suponía un crecimiento del 5% con respecto a 2012, cuando se hizo el último estudio al respecto. Curiosamente, las personas con trasfondo migratorio, y especialmente los ciudadanos alemanes con raíces turcas (la mayor minoría del país), perciben un mayor peligro de ser víctimas de un delito.
La procedencia de la percepción de la inseguridad parece, sin embargo, irrelevante para el partido ultraderechista más exitoso de la historia de la República Federal de Alemania, sino sólo la percepción de la inseguridad en sí misma, que puede seguir siendo una fuente de votos para AfD. Los líderes del partido ultraderechista, consecuentemente, no dejan pasar oportunidad alguna para agitar el discurso del miedo.
“¿De verdad es Alemania uno de los países más seguros del mundo?”, se preguntaba Alice Weidel, copresidenta de la fracción ultra en el Bundestag, al postear en su cuenta de Twitter un vídeo de presuntos ciudadanos árabes intentando apuñalar a un sin techo en el metro de Berlín. Ello, sólo un día después de la presentación de las estadísticas oficiales de criminalidad. Ni la policía ni el texto de la noticia posteada por Weidel confirmaban que los agresores fueran extranjeros ni tuvieran origen árabe, pero para la dirección de AfD la sensación de inseguridad, digan lo que digan las estadísticas, vale tanto o más que la pura realidad.