El Periódico/Elisenda Colell.- Las entidades estiman que el 30% de escolares sufren acoso y advierten de que los episodios detectados son solo la punta del iceberg
«Solo llegar a la escuela la llamaban india, sudaca… Luego empezaron a dejarla de lado, no querían sentarse con ella en la clase. Y ahora ya la insultan mientras le pegan con un paraguas , con las sillas o le dan empujones», explica Edith Bravo, madre de una niña de 14 años que es víctima de ‘bullying’. «Ella llora mucho y dice que no quiere ir a la escuela. El instituto lo minimiza, quiere taparlo, dice que son cosas de niños», añade Bravo, una mujer peruana que llegó a Barcelona en mayo de 2022 huyendo de la violencia en Perú y buscando una vida mejor.
Esta madre no tiene constancia de que la escuela haya activado el protocolo de ‘bullying’. La unidad del Departament d’Educació especializada en apoyar al alumnado víctima de violencia, la Usav -que ahora investiga lo ocurrido en el instituto donde estudiaban los gemelos de Sallent- ha atendido 167 casos durante el primer trimestre de este curso 22-23. Unas cifras que son solo la punta del iceberg según las entidades, que calculan que uno de cada tres escolares sufren maltrato en la infancia. «Se sigue relativizando el problema», se queja la plataforma No Al Acoso Escolar (NACE).
Los niños de padres inmigrantes, LGTBI o con discapacidad suelen ser el blanco de los acosadores. Lo demuestra el caso de Bravo. «Se meten con ella porque es diferente, pero tengo suerte porque mi hija me lo ha explicado», sigue esta madre. Ella está en situación irregular, tiene graves problemas para llegar a final de mes y no quiere de denunciar el caso de su hija a la policía por miedo a que la expulsen del país.
«No es un caso aislado, todas las mujeres migrantes que conozco tienen o han tenido problemas con sus hijos; les violentan por el mero hecho de no ajustarse a los rasgos físicos europeos. Ni la escuela, ni los profesores ni la institución está preparada para hacer algo real frente a estos casos», admite Rocío Echeverría, activista en favor de los derechos de las trabajadoras del hogar.
Relativizando el problema
«Los casos de Sallent y Sant Carles de la Ràpita no nos sorprenden… es lo que vemos en la asociación desde hace años. Lo que es preocupante es que se sigue relativizando el problema. Las instituciones, los centros… siguen sin ser conscientes que se trata de un maltrato muy serio a la infancia que no debemos tolerar», se queja Carmen Cabestany, presidenta de la asociación NACE.
El último informe sobre el ‘bullying’ en España es de 2006, elaborado por la fundación Cisneros. Consideraba que un 25% de los escolares son víctimas de acoso escolar. Aunque Cabestany eleva el dato al 30%. «Necesitamos transparencia, datos, estadísticas… no tenerlos solo beneficia a quienes lo quieren tapar», advierte. La Usav ha atendido 598 casos desde que se creó, en el curso 20-21.
NACE insiste en que los profesores y los centros no están preparados para abordar estos temas. Y señala que una de las claves es el trabajo en red. «Cuando un caso llega a la fiscalía pero no se puede condenar al menor porque es inimputable, se debería informar al centro escolar. O los hospitales cuando tienen intentos de suicidio. Los pediatras podrían detectar mucho más porque los niños somatizan, algunos directores lo relativizan o lo intentan tapar… estamos como islas cada uno pensando qué podemos hacer para preservar a esas criaturas pero el resultado final es que se nos tiran al vacío. No ven solución. Y los padres no saben cómo gestionarlo, qué hacer», resume Cabestany.
Cuando la diversidad es problema
«El 60% de las personas LGTBI sufren o han sufrido ‘bullying’ en la escuela», apunta Encarni Bonilla, presienta de la Asociación Crisallyis, de familias y menores trans en España. «Lo que está claro es que no acompañar a nuestra juventud, que se le pongan obstáculos, que no se reconozca su identidad y no se le quiera aceptar no permite que se haga el tránsito de forma pacífica y normalizada, cosa que afecta en su desarrollo», explica Bonilla.
Opina que los niños trans más vulnerables al ‘bullying’ son aquellos a los que los padres no aceptan su identidad y que transitan en la adolescencia, en vez de a edades más tempranas. «En el fondo esto demuestra que tenemos un problema con la diversidad: las escuelas no tienen que adaptarse cuando hay un caso, tienen que pensar que hay casos constantemente. Solo así serán espacios seguros y diversos», insiste Bonilla.
Los profesores denuncian falta de medi
os para aplicar las medidas antiacoso
El caso de los gemelos de Sallent y el del niño de Sant Carles de la Ràpita ha removido a Bravo. «Podría ser mi hija», solloza. No es la única. «Entre el sindicato de madres en la diversidad funcional no hay familia que no haya pasado por esto», explica Maria Herrero, miembro del colectivo y madre de un chico de 13 años con un trastorno del espectro autista, trastorno del vínculo y conducta, con un 75% de discapacidad, nacido en Marruecos. «Mi hijo solo fue tres años a la escuela ordinaria, hasta los 5. Lo saqué cuando me empezó a preguntar si era tonto, porque era lo que le decían los niños en clase», recuerda.
El drama con el autismo
Entre el 46% y el 82% de los alumnos con trastorno del espectro autista (TEA) sufren acoso escolar, informa Beatriz Pérez. «Y hay más ‘bullying’ cuando la persona con TEA no tiene una discapacidad intelectual», asegura Marian Garcia Riera, directora técnica de la Fundació Junts Autisme. Los varones con este trastorno (que afecta a una de cada 81 personas) tienen hasta siete veces más posibilidades de morir por suicidio en la vida adulta y las mujeres, hasta 13 veces más. «Y esto tiene mucho que ver con lo que han sufrido en su etapa educativa», certifica Garcia.
Las entidades advierten de que el intento de suicidio de Pol pone de manifiesto que hace falta una «revisión profunda» de la educación. «Las escuelas deben contar con el apoyo de la Administración para que esta les dé información», defiende Marta Campo, directora gerente de la Federació Catalana d’Autisme. Según Campo, tanto el suicidio del gemelo de Sallent la semana pasada como el intento del menor de La Ràpita evidencian la falta de «concienciación» sobre la «diversidad» social. «¿Qué está pasando en las clases y en los institutos?», se pregunta.
Huir a la escuela especial
La problemática con las madres de los niños con discapacidad suma, además, la falta de medios para el despliegue del modelo de escuela inclusiva. «Hay muchas familias que prefieren ir a las escuelas de educación especial, donde la ratio es mucho menor. Muchos llegan machacados, tocados… el entorno les ha tratado con desprecio, con la autoestima muy baja», insiste Guerrero. «La falta de medios y de profesorado, especialmenmte para los niños con discapacidad, no ayuda», se queja Guerrero.
Nueve de cada 10 niños con asperger sufren acoso escolar, según las entidades
«Todo el mundo es susceptible de sufrir ‘bullying’, pero es evidente que los colectivos que tienen más riesgo son los más vulnerables, los que no siguen la norma», dice Cabestany. «En el fondo es un espejo de nuestra sociedad ¿no? Los niños son esponjas y reproducen lo que ven en la sociedad. El racismo, el capacitismo, la LGBTBfobia se reproduce. Y esto nos debe hacer reflexionar sobre la sociedad que somos», reflexiona Guerrero.
La escuela donde acude el hijo de Bonilla muestra cómo se podrían reconvertir las cosas. «En el centro siempre se han trabajado los temas emocionales, y a partir del tránsito de mi hijo se implicaron mucho. Celebran asambleas diarias», explica. El niño no ha sufrido acoso dentro del aula, pero un alumno del centro sí le insultó en la calle. «Los niños trataron el tema en la asamblea y jamás se ha vuelto a repetir», comenta.
Bravo, en cambio, hace meses que está pidiendo un cambio de escuela. «Me asignaron este centro concertado cuando llegué, pero mi hija no puede más ya», sigue. La derrota de los casos de ‘bullying’ es, en parte, cuando las víctimas tienen que escapar del centro mientras sus agresores no reciben ni una reprimenda. «Yo lo único que quiero es que mi hija esté bien. De hecho me estoy planteando irme de Barcelona para empezar una vida desde cero en algún pueblecito», dice Bravo, esperanzada.