JOAN FAUS. EL PAÍS.- Las autoridades judiciales de Carolina del Sur acusaron este viernes a Dylann Roof, el sospechoso de matar a nueve personas negras en una iglesia en Charleston, de nueve cargos de asesinato que podrían acarrear una condena de pena de muerte. Roof, blanco de 21 años, confesó a la policía haber cometido la matanza de la noche del miércoles en una histórica iglesia afroamericana alegando que quería impulsar una guerra racial, según fuentes de la investigación citadas por medios estadounidenses.
El ritual es similar. Tras cada asesinato masivo en Estados Unidos, surgen las mismas preguntas. ¿Qué lleva a una persona a abrir fuego indiscriminadamente? ¿Se podría haber prevenido? ¿Debería ser más difícil adquirir armas de fuego? Tras el caso de Roof, quedan muchas incógnitas por resolver, pero las primeras informaciones esbozan el perfil de una persona reservada, con odio hacia los afroamericanos y que creía estar guiada por un supuesto afán de justicia.
Tras ser detenido el jueves y trasladado a un centro de detención a las afueras de Charleston, Roof confesó a la policía ser el autor de los disparos y reveló que quería iniciar una “guerra racial”, según fuentes de la investigación citadas por la cadena televisiva CNN. Buscaba cumplir una “misión”, según la cadena NBC, pero tuvo dudas hasta el último momento: le dijo a la policía que “casi» no lleva a cabo el ataque «porque todo el mundo era tan amable con él”.
Al día y medio de la matanza, la familia de Roof emitió un comunicado en que manifestó sus «condolencias» a los fallecidos y su «pena e incredulidad» por lo sucedido.
Un juez decretó que Roof siga detenido y determinó que no tiene autoridad para fijar una fianza para los cargos de asesinato. Estableció una fianza de un millón de dólares para el cargo de posesión de arma. En una comparecencia por videoconferencia desde un centro de detención, el joven se limitó a confirmar al magistrado sus datos personales y se mostró impasible ante las declaraciones, en la sala judicial, de varios familiares de las víctimas que mostraron compasión y perdón hacia él.
Antes de abrir fuego, Roof -que vivía a dos horas en coche al norte de Charleston- estuvo una hora en el interior de la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel, ubicada en el centro de esta señorial ciudad, de 127.000 habitantes y que fue uno de los principales puertos de entrada de esclavos africanos. La iglesia es uno de los centros religiosos afroamericanos más antiguos de EE UU y con un intenso peso histórico al haber sido fundada en 1816 por un líder negro abolicionista.
El joven entró a la iglesia alrededor de las ocho de la noche del miércoles. Se unió a un grupo de una docena de personas que estaban en una sesión de estudio de la Biblia, en una sala en el subterráneo del templo. Una hora después les descerrajó varios disparos. Mató a nueve personas, todas afroamericanas (entre 26 y 87 años), incluido Clementa Pinckney, pastor de la iglesia, senador demócrata en el Legislativo estatal y un reconocido líder de la comunidad negra. Según el relato de una de las supervivientes, Roof le perdonó la vida para que pudiera contar lo sucedido.
La iglesia permanece clausurada y rodeada por cintas policiales. En una sobrecogedora vigilia nocturna, junto a un improvisado memorial repleto de flores y dedicatorias, Peggy Blake, afroamericana de 49 años, decía sentir pena por Roof: “Creo que no se da cuenta de lo que ha hecho. Deberían arrestar a sus padres”.
La policía considera que el joven cometió un “crimen de odio”, es decir, actuó por motivos racistas, pero aún no ha sido acusado de ello. Carolina del Sur es uno de los cinco Estados de EE UU sin una ley que tipifique esos crímenes, en las que normalmente se imponen penas adicionales al considerar que el acusado actuó motivado por la raza, género u orientación sexual de la víctima. Ante ese vacío, el Gobierno federal podría acusar directamente a Roof de un crimen de odio. El Departamento de Justicia investiga el ataque a tiros en la iglesia como un “acto de terrorismo interno”, según un portavoz citado por la agencia Reuters.
La gobernadora de Carolina del Sur, la republicana Nikki Haley, abogó porque la fiscalía promueva una acusación de condena de muerte contra el supuesto autor del peor ataque a una iglesia negra en la historia moderna de EE UU. “Esto es absolutamente un crimen de odio”, dijo Haley a la cadena NBC. “Hemos hablado con los investigadores […] dicen que vieron pura maldad en sus ojos”.
Los investigadores todavía no han podido determinar cómo consiguió Roof la pistola que empleó en la iglesia. Un tío suyo afirmó que se la había dado su padre como regalo al cumplir 21 años, pero otras informaciones apuntan a que la compró el joven. Lo que sí se ha confirmado es que había sido detenido este año en un centro comercial por poseer ilegalmente un medicamento para adicciones e incumplir una orden de alejamiento tras intimidar verbalmente a trabajadores.