Por primera vez un presunto asesino es juzgado con un móvil homófobo en Catalunya. La família quiere enterrar a la víctima en Ecuador con su madre y sus hermanos
ELISENDA COLELL. EL PERIÓDICO.- “Era una persona muy alegre. En cuanto llegaba a casa abría la nevera y se ponía a cocinar, ya fuera un guiso, un arroz…. Y siempre con una sonrisa, por mal que le fueran las cosas”. Así es como su familia quiere recordar Anilo Viterbo, el hombre ecuatoriano que murió asesinado a cuchillazos en un piso de Montgat en marzo del 2000. Es el primer acusado que se enfrentará a una denuncia por homicidio con el agravante de homofobia en Catalunya. El presunto asesino, que se sentará en el banquillo de los acusados 19 años después de los hechos, es un hombre colombiano de ideología nazi que fue extraditado desde América Latina el año pasado.
El asesino no tuvo suficiente con matarle a cuchillazos: quiso humillarle. Es la tesis que sostienen los Mossos, que mantienen el odio hacia los homosexuales como la principal motivación. Tras matarle, le puso una margarita blanca de plástico en la oreja, y lo tendió desnudo mirando la pared de su habitación. En esa pared escribió dos frases que la familia de Anilo nunca podrá borrar: “Hitler tenía razón” y “KKK”. Como tinta, usó la sangre de este hombre ecuatoriano de 45 años.
En ese momento, la Guardia Civil investigó el caso como un «crimen pasional», y apuntó que el asesino hizo las pintadas para despistar. Dos años después, sin pruebas concluyentes, la familia creyó que nunca descubrirían quién acabó con la vida de su paisano.
En 2003 el caso se reabrió. La prima de Anilo recibió una llamada que le acabó costando una depresión. A las seis de la madrugada le pareció oír al asesino matando a su primo. La llamada se hizo desde el bar Sodoma, en Badalona. El autor era un viejo conocido de la policía con antecedentes por tráfico de drogas. Aun así, la Guardia Civil tuvo que volver a archivar el caso porque no pudieron demostrar su relación con el crimen. En 2016, la magistrada del juzgado número 1 de Badalona llamó a la puerta del sargento que comandaba una unidad de reciente creación, la unidad central de homicidios y agresiones sexuales de la división de investigación criminal de los Mossos d’Esquadra.
Interrogatorios y hemeroteca: así se resuelve un caso casi 20 años después
“No podíamos volver a la escena del crimen, no teníamos ADN de ningún sospechoso, pero hay algo que el resto de investigadores no pueden conseguir: el futuro de los sospechosos”, explica el jefe del área central de investigación de personas, el inspector Jordi Domènech. Tras revisar todas las pruebas y fotografías, los agentes interrogaron a 35 personas. Algunos son testigos protegidos. “Vemos cómo han cambiado sus vidas, hay gente que quizá no lo explicó todo, que lleva muchos años escondiendo algo… se pueden haber oído muchas cosas a lo largo de estos años”, explica Domènech. Y a todo esto, había unas llamadas que inquietaban a los agentes: una de ocho segundos que recibió el móvil de Anilo antes de su muerte y otra que se hizo desde el de la víctima después de que la policía le encontrara muerto.
El autor de la primera llamada ya había sido sospechoso. Era un hombre colombiano, al que habían expulsado del ejército, que vivía en Vilafranca del Penedès. Pero en 2009 regresó a su país, después de que los Mossos le tomaran el ADN por otra circunstancia. “Fue un viaje improvisado, sin apenas avisar al trabajo y dejando a sus dos hijos en España”, apunta el inspector. Los agentes no tenían ADN del sospechoso, pero él no lo sabía. Y allí empezaron a tirar del hilo.
Rodalies y Renfe, claves para dar con el asesino
Una persona recordó saludar a la víctima cuando aquella tarde hablaba con el móvil delante de la estación de la Renfe, alrededor de las tres de la tarde. Cuadra con la llamada. «Esperaba a alguien», dicen los Mossos, que no encontraron la puerta forzada. Más tarde, a las cuatro de la tarde, los vecinos oyeron gritos en la casa donde vivía, propiedad del abuelo al que cuidaba, que en esos momentos estaba ingresado en una residencia. El ruido cesó, se oyó una ducha y, antes de las cinco de la tarde, los vecinos recuerdan un fuerte portazo que indicó a los Mossos la hora que el asesino había salido de casa.
Paralelamente, estudiando al exmilitar, los agentes vieron que había publicado varios anuncios de contactos en la prensa comarcal. Estuvieron varios meses revisando las hemerotecas hasta que encontraron un anuncio, con su teléfono fijo, que cuadraba con un recorte encontrado en casa de Anilo. Revisaron las llamadas y dieron con una clave: Anilo y el sospechoso hablaron dos minutos por los teléfonos fijos cuatro días antes del crimen. “Habían quedado”, señala el agente.
El sospechoso -y ahora presunto asesino- no tenia coche, ni moto, ni carnet. “Hizo el recorrido en tren”, explica Domènech. Así que, tras conseguir los horarios de RENFE del año 2000, tres policías con diferente complexión física y unidades policiales rehicieron el trayecto en numerosas ocasiones. “Cogió un tren poco antes de las cinco, hizo trasbordo en plaza Catalunya, y de allí la R4 le llevó hasta su vivienda”. A las siete, calculan los policías, llegó a casa. Con cobertura y en un entorno de confort, llamó para despistar. Esta ha sido una de las claves de la investigación, y uno de los motivos por los que el caso fue bautizado como ‘Línia 4′.
“Después de matarle, el asesino lavó el piso, colocó el cadáver y se duchó”. Y ahí es donde coge fuerza el móvil homófobo. “Cuando lo mató ambos estaban desnudos”. Domènech lo asegura con un dato objetivo: la ropa de Anilo no tenia ninguna rasgadura, y tampoco la del asesino, que no levantó ninguna sospecha, ni entre los pasajeros del tren ni en las personas que trabajaban en las estaciones por donde pasó. Víctima y asesino también comieron juntos poco antes, según apuntó la autopsia. Investigando al presunto autor, los mossos concluyeron que era de ideología nazi. “Tenia banderas, libros y ropa fascista: esto significa que odiaba las personas homosexuales”, explica Domènech.
Contradicción interna
“Estamos ante un neonazi que mata un hombre homosexual tras cierto contacto íntimo”, concluye el agente.¿Puede ser que matara a Anilo por que le hizo abordar una contradicción interna? “No podemos entrar en su mente”, dice el policía, aunque hay una prueba que podía apuntar a ello: un informe de análisis de conducta o perfil psicológico de la escena del crimen. “Con esta prueba los forenses tratan de explicar cómo piensa el asesino al matar y elaboran un retrato psicológico que puede ayudar a la investigación”, apunta la perito forense y experta en psicología criminal de la UAB, Elena Garrido.
En cualquier caso, las pruebas eran tan concluyentes que al año después de recibir el encargo, la jueza autorizó la orden de detención internacional a Colombia. En septiembre del 2017 la policía colombiana detuvo al acusado. Hace cuatro meses que está en una cárcel catalana, esperando un juicio que podría celebrarse antes del verano.
Incógnitas: una medalla en la tumba
Con la instrucción a punto de concluir, quedarán varias incógnitas en el aire. La primera, las medallas y la virgen que aparecieron en la tumba de Anilo y que su familia niega haber colocado. “A él le gustaban mucho y regaló varias a mucha gente”, confirman tanto la familia como los investigadores. Otro enigma, las pruebas que se podrían encontrar en el domicilio donde se detuvo al exmilitar y que lo podrían incriminar aún más. Nadie rastreó su casa en Colombia.
Mensaje social
En cualquier caso los Mossos han conseguido resolver un caso escalofriante después que la Guardia Civil lo archivara dos veces. “Nosotros trabajamos para poder decir a los familiares quién fue, aunque el delito haya prescrito”, dice Domènech. Este no es el caso. El juicio es imminente, previsiblemente antes del verano. Los Mossos son conscientes que con ‘Línia 4′ están dando respuesta al colectivo LGTBI y mandando un mensaje muy claro a la sociedad. “Aunque cueste 20 años, la justicia llega. Matar o apalear a alguien por su orientación sexual no puede salir gratis”.
«Lo queremos enterrar con los suyos»
Michell es el hijo de la prima de Anilo. Ella, que no quiere dar su nombre, fue la primera de la saga en venir a Europa. Hoy hace ya 30 años que se estableció en Roquetes, Nou Barris. Anilo siguió su camino. Llegó a Barcelona a mediados de los ochenta. En el barrio les llamaban “los gitanos”. “No había aún comunidades de latinoamericanos” explica Michell, a sus 50 años.
“Yo encontré a Anilo su primer trabajo en la Barceloneta”, explica la madre de Michell. Era el mítico restaurante Gambrinius, que aún recuerda la escultura de una cigala que diseñó Mariscal. Con el cierre del restaurante acabó trabajando de cuidador de un anciano en Montgat que había sido alcalde de esa localidad. Mientras el abuelo estaba en la residencia, vivía en su casa. Este fue el último lugar que le vio en vida.
A Michell y a su madre se les escapa una lágrima cuando recuerdan la escena del crimen. Él tuvo que ver las fotos para reconocerlo. Ella no pudo. “Esto no se le hace ni a un animal, Anilo era una buena persona que no se merecía morir así”, lamentan los dos.
Las personas que fueron al entierro se pueden contar con los dedos de una mano. De hecho, la familia siempre ha querido llevar el cuerpo de Anilo a Ecuador, donde descansan su madre, sus hermanos y sus tíos. Pero el precio de la repatriación del cadáver es “demasiado”. Para lograrlo, ellos dos y otra hermana de la victima se personarán como acusación particular. El motivo no puede ser más claro: “queremos que se haga justicia, este animal tiene que pagar por lo que le hizo. Anilo era una buena persona, al menos que pueda descansar en paz”.
A la madre de Michel le obsesiona otra pregunta. “Quiero saber por qué le mató. Anilo era incapaz de hacer nada malo a nadie. ¿Qué necesidad tenía de hacer esto? ¿Por qué tenía que matarlo asi? ”. Hace 19 años que le persigue esta pregunta. “Quiero mirar a la cara de este señor y que me lo explique”.
Lo van a poder hacer gracias al Observatori Contra l’Homofòbia (OCH), que va a ayudar a las costas judiciales para que la familia se persone como acusación particular en el caso. De hecho, fueron los mismos policías quiens recomendaron a la familia que se acercara a la oenegé. “Este es un crimen de odio terrible con graves connotaciones racistas y homófobas: ejecutan a sus víctimas por odio a su orientacion y o identidad sexual. Es necesario activar todos los resortes, dignificar la memoria de la víctima y dejar claro el firme compromiso contra la impunidad”, explica el presidente del OCH, Eugeni Rodríguez, que también pide instrumentos y mecanismos contra la LGTBfobia de forma efectiva, contundente y coordinada.