El Archivo de Alcañiz colabora en la investigación de la matanza nazi de Oradour

| 15 mayo, 2020

Un libro identifica a cinco aragoneses ejecutados en la localidad francesa de Oradour durante la II Guerra Mundial.

LUIS RAJADEL. HERALDO DE ARAGÓN.- La matanza de Oradour-sur-Glane, uno de los episodios más sangrientos de la II Guerra Mundial en Francia, le costó la vida a 643 civiles a manos de una unidad nazi. El libro ‘Recuerda’, de David Ferrer, un profesor de Secundaria de Sabadell (Barcelona) apasionado de la historia, homenajea a los 19 españoles ejecutados en la masacre, entre ellos cinco aragoneses. El Archivo Municipal de Alcañiz ha sido decisivo para reconstruir las trayectorias vitales de las tres víctimas alcañizanas: una madre de 49 años y sus dos hijas gemelas de 14.

Ferrer relata cómo el 10 de junio de 1944 una compañía del regimiento Der Führer de la Segunda División Blindada Das Reich, perteneciente a las temidas Waffen SS, rodea Oradour –hasta entonces un pueblo relativamente tranquilo en el contexto de la contienda– y concentra a todos los vecinos a punta de fusil en la plaza del Ferial. Los alemanes dividen el grupo resultante entre doscientos hombres, por un lado, y cuatrocientas mujeres y niños, por otro. Los primeros son dispersados en pequeños núcleos y ejecutados a tiros, mientras que las mujeres y los pequeños son encerrados en la iglesia para ser asesinados también al dispararles y arrojar bombas por las ventanas e incendiar el templo después.

Entre las mujeres que perdieron la vida en aquella matanza, figuran las alcañizanas Francisca Espinosa Magallón, de 49 años, y sus dos hijas gemelas, Paquita y Pilar Gil Espinosa, de 14. El marido de Francisca y padre de las dos niñas, Joaquín Gil Egea, estaba fuera de la localidad al trabajar enrolado en un Grupo de Trabajadores Extranjeros (GTE). Al enterarse de lo ocurrido, sufrió una crisis nerviosa y fue internado en un sanatorio para morir tres años después. Se trata de una familia de republicanos exiliada a Francia al terminar la Guerra Civil y que, previamente, había pasado por el calvario de la huida tras la derrota y por los campos de concentración franceses.

También perecieron Ramona Domínguez y su hijo Juan Téllez Domínguez, ambos zaragozanos, de 73 y 45 años, respectivamente. En la masacre, cayeron la esposa y tres hijos de Téllez nacidos en Moncada i Reixac (Barcelona), Barcelona y Limoges (Francia), de 7, 11 y 1 años. Este exiliado zaragozano había emigrado antes de la Guerra Civil a Cataluña, donde fue un destacado militante de la CNT que llegó a ocupar accidentalmente la alcaldía de Moncada i Reixac.

Los soldados nazis se cebaron con las mujeres y los niños de Oradour. La mayoría de los varones adultos –como en el caso de Joaquín Gil– estaban fuera del pueblo cuando se cometió la matanza, mientras que las mujeres estaban en sus casas o en los pequeños negocios locales y los niños en el colegio, de donde fueron sacados a la fuerza con sus maestros al frente para terminar abrasados en la iglesia parroquial.

David Ferrer profundiza en el conocimiento de las víctimas españolas, un aspecto abordado marginalmente en los estudios sobre Oradour. Ferrer recuerda que cuando, haciendo turismo, visitó el memorial dedicado a la tragedia comprobó que los nombres de los españoles que perecieron allí estaban identificados incorrectamente, con los apellidos equivocados o, en el caso de las mujeres, sustituidos por los de sus maridos. Tampoco estaban acompañados de las fotos correspondientes y los espacios para sus imágenes habían quedado en blanco. «Estaban poco documentados porque se les había dedicado poca atención. Me propuse dignificar su memoria, porque de ellos no se sabía apenas nada», explica el investigador.

Su trabajo se ha centrado en contar quiénes eran los españoles asesinados en Oradour. Su investigación en archivos franceses y españoles le ha permitido reconstruir las familias Gil-Espinosa, a la que pertenecían tres de las víctimas, y Téllez-Domínguez, con dos ejecutados. Considera que la desatención al colectivo español responde a su condición de refugiados desde el punto de vista francés y de republicanos exiliados desde la óptica del Gobierno español.

El trabajo ha dotado a los españoles de «la individualidad que les faltaba» en los estudios y memoriales sobre el trágico capítulo de la contienda. David Ferrer señala que las averiguaciones se complicaron por la destrucción de los archivos de Oradour durante la masacre y por la dispersión de las familias lejos de sus lugares de origen. Indica que uno de los objetivos de los verdugos fue, precisamente, «que no quedaran testigos» de lo ocurrido. Los descendientes de la familia Gil-Espinosa, por ejemplo, residen actualmente en el entorno de París. El trabajo ha contado, no obstante, con el apoyo del Archivo Municipal de Alcañiz para profundizar en las raíces de esta familia de origen campesino.

Las averiguaciones indican que los aragoneses que murieron en la razia nazi ya se habían integrado en la vida local en 1944. «Algunos niños habían pasado la mayor parte de sus vidas en Francia», recuerda el autor. Las gemelas Gil-Espinosa completaron su educación en la escuela de Oradour y una de ellas trabajó después en una pastelería de la localidad, mientras que la madre hacía labores domésticas.

El fruto de la investigación, el libro ‘Recuerda’, no pudo presentarse el 28 de marzo pasado como estaba previsto debido a la crisis sanitaria. La puesta de largo –a la que iba a asistir el alcalde de Alcañiz, Ignacio Urquizu– estaba enmarcada en una exposición sobre la historia de la escultura conmemorativa de la tragedia, levantada por el escultor exiliado Apel·les Fenosa y que muestra a una mujer embarazada consumida por las llamas.

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