Un estudio de la UB avisa de la falta de recursos para las supervivientes del maltrato. Entidades e investigadores piden albergues femeninos para prevenir las agresiones sexuales a las que se exponen
ELISENDA COLELL. EL PERIÓDICO.- «Mama, vámonos que te va a matar». Al oír esta frase que pronunciaba uno de sus tres hijos Eloísa comprendió que debía abandonar su hogar. Dos años después, se encontró sin nada y acabó en la calle. Como ella, el 69% de las mujeres sin hogar en la ciudad de Barcelona ya experimentaron violencia machista según un estudio que se presentó este miércoles en la capital. «Claramente es un desencadenante que les obliga a romper con su entorno y se quedan en la calle», relató una de las investigadoras Virginia Matulic.
Eloísa ahora tiene un trabajo y con su sueldo se puede pagar una habitación: «He salido y estoy mejor que nunca». Pero es una de las 37 mujeres sin techo a las que, desde el 2016, los investigadores del Grup de Recerca i Innovació en el Treball Social (GRITS) de la Universitat de Barcelona (UB) han ido encuestando. Ella recuerda muy bien el momento en que se quedó en la calle, fue cuando abandonó el hospital psiquiátrico en el 2014 tras una fuerte crisis con su pareja.
No solo eran las palizas que recibían ella y sus hijos, era el control al que la sometía su marido, algo que ella cree que la enfermó. «Yo era un mueble». Sus hijos pasaron a manos de la Generalitat, con una familia de acogida. «Salí del hospital y me vi sin nada». Así que acabó durmiendo bajo los porches de la plaza Marie Curie, en Barcelona, frente al albergue municipal de Nou Barris.
Agresiones fuera y dentro de los albergues
Al raso, la experiencia es traumática. «Estamos muy expuestas a las agresiones». Ella tenía mucho miedo a dormirse y dejó de tomarse la medicación. Otras de sus compañeras sufrieron violaciones, relata. Ella no llegó a ese punto, pero buscando protección acabó entre las manos de un hombre que le volvió a arrebatar su libertad. «Los trabajadores lo veían y me dieron una plaza», explica. Algo que suele ser habitual entre las mujeres en la calle. «Establecen relaciones ocasionales con los hombres a cambio de protección como estrategia, pero su dependencia afectiva contribuye a cronificar la violencia», expusieron los autores del estudio. Una violencia, a menudo, sexual. Sexo a cambio de una supuesta protección.
Eloísa pasó por dos instituciones municipales, y la experiencia con el resto de usuarios pone los pelos de punta. «Te ofrecen de 5 a 20 euros para que les hagas de todo, te dan drogas para que puedan hacer lo que quieras, un día se me coló un hombre en la ducha…». En definitiva, Eloísa tenía la sensación de que corría peligro de forma constante. «En el albergue de Hort de la Vila (Sarrià) no tenía pestillo, y me arrimaba la cama a la puerta para que nadie entrase», recuerda.
Hasta que encontró la asociación Lola No Estás Sola, una entidad social nacida en al barrio de la Prosperitat que trata de ayudar a las mujeres que viven en la calle. Con los pocos fondos de los que disponen abrieron un local que de nueve de la mañana a una del mediodía permite que las mujeres sin hogar se puedan duchar, vestir, tomar un café, charlar… y volver a respirar. «Necesitamos albergues para nosotras», insiste una y otra vez Eloísa mientras cuenta su historia. Las voluntarias de Lola que la acompañan asienten con la cabeza. «Necesitamos fondos», dicen.
Víctimas del machismo
La historia de Eloisa valida, espantosamente, los resultados del estudio ‘Dones en situació de sense llar a la ciutat de Barcelona’ que han elaborado varios expertos de la UB. La principal certeza es que la huida del entorno de maltrato expone a las mujeres a la vivienda insegura, y por ende, a acabar en la calle. El 70% han sufrido violencia machista, y en la mitad de ellas los abusos empiezan en la infancia.
«Faltan recursos para las supervivientes del machismo», afirmaron los investigadores en la presentación. Y es que el sistema está colapsado. Faltan casas de acogida, psicólogos pero sobre todo, ofertas laborales dignas que les permitan empezar de nuevo. Algo que las entidades que atienden a las víctimas y las propias administraciones han admitido sin cortapisas a El Periódico.
En el 2018, eran 116 mujeres las que pernoctaron en la vía pública, no llegaban al 15% del total. «Son minoría, están muy invisibilizadas», afirmaron los investigadores. También lo están en los albergues, por lo que los expertos, que también ponen voz a la demanda de las entidades sociales, insisten en habilitar espacios solo para ellas. Para tener intimidad y evitar cualquier tipo de agresión o acoso que se siguen produciendo en los albergues.
Depresón, angustia y adicciones
La amplia mayoría de las mujeres encuestadas sufren trastornos mentales de toda índole. Pero los investigadores destacaron la depresión y la angustia como los más comunes, «derivados de las condiciones de vida». Una vida, la de la calle, que les empuja también al consumo de drogas. «Consumen para soportar lo que están viviendo», aunque consumir siendo mujer no es lo mismo que siendo hombre. «Están aún peor vistas, les pesa otro estigma».