Tras tomar por asalto la política rompiendo todos los esquemas, tanto por su ascenso meteórico como por su coqueteo con conceptos hasta ahora tabú, AfD empieza a mostrar síntomas de debilidad
ANTONIO MARTÍNEZ. EL CONFIDENCIAL.- El viento ha empezado a soplar de cara para el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). En los últimos días se han destapado unasirregularidades en su financiación cuyo calado y repercusiones personal aún se desconocen y los servicios secretos están estudiando incluirlos en la lista de organizaciones que se investiga de forma sistemática. En las encuestas, además, han caído en un bache.
El “enfant terrible” de la política alemana tiene los pies de barro. Tras haber tomado por asalto la política nacional rompiendo todos los esquemas previos, tanto por su ascenso meteórico como por su coqueteo con conceptos hasta ahora tabú, AfD empieza a mostrar síntomas de cierta debilidad. El partido, que nació en 2013 como una formación euroescéptica, se transformó en unos años en una plataforma nacionalista y xenófoba que logró colocarse como tercera mayor fuerza en las generales de hace un año. Todo un éxito conseguir el 12,6% de los votos. Y siguió escalando. Hace apenas un mes se había aupado como segunda fuerza, por detrás tan sólo de los conservadores de Angela Merkel, en el entorno del 18%. Desde hace dos semanas se encuentra entre el 14 o el 15 por ciento, a la espera de ver si se trata de algo coyuntural o el comienzo de una tendencia.
La principal erosión de la formación proviene del escándalo que se está gestando en torno a unas donaciones irregulares ligadas a uno de sus rostros más visibles, la copresidenta de su grupo parlamentario, Alice Weidel. Según ha trascendido en los últimos días gracias a varias investigaciones periodísticas, la sede del partido en Bodensee -la de Weidel- ha recibido en dos ocasiones dinero del extranjero, un total de 280.000 euros, que el Bundestag está investigando si es ilegal.
La primera donación, de 130.000 euros, llegó a la cuenta de la sede local de AfD fraccionada en 18 pagos semanales a partir de febrero de 2017. Las transacciones, con destino “Donación electoral Alice Weidel Redes Sociales”, las enviaba alguien que permanecía anónimo a través de la sociedad mercantil PharmaWholeSale Internacional (PWS), con sede en Suiza. Y eso debería haber hecho saltar las alarmas. Porque en Alemania son ilegales las donaciones a partidos procedentes de personas o entidades establecidas enpaíses no comunitarios.
Irregularidades financieras y donantes anónimos
Pero el dinero se empleó. Según el diario “Süddeutsche Zeitung” y las televisiones públicas WDR y NDR, Weidel dedicó esa suma a pagar a un abogado, que denunció a medios críticos con la política ultraderechista, a vídeos de campaña y a pagar a un empleado especializado en redes socialesque, entre otras tareas, compraba “likes” para los mensajes de Weidel en Facebook. Luego, más de un año después, parece ser que el partido decidió dar marcha atrás. Pero no en tiempo y forma. Transfirió entonces el dinero de vuelta al donante, cuando debería haberlo hecho en los primeros 14 días después de haberlo recibido, y mandárselo además a la Administración del Bundestag, explicando lo sucedido.
La segunda donación fueron 150.000 euros. En febrero de este año una fundación holandesa desconocida llamada Identidad Europea transfirió esa cantidad a la misma cuenta local de la circunscripción de Weidel. AfD, no obstante, decidió devolver el dinero al considerar sospechoso su origen. Lo mismo sucedió con otros 49.000 euros de esta misma entidad que aterrizaron en la cuenta de la delegación regional del partido en Renania del Norte-Westfalia, según ‘Der Spiegel’. La administración del parlamento alemán está ahora investigando estas donaciones para ver si constatan alguna irregularidad. Si se confirmase que se trata de una fórmula de financiación ilegal, AfD debería pagar una multa por el doble de la cantidad.
Weidel ha tardado en reaccionar al escándalo y a la presión del resto de partidos y de algunos miembros de su formación. Pero cuando lo ha hecho ha sido con un ataque en toda regla. En el debate general para la aprobación de los presupuestos generales de 2019, celebrado la semana pasada, la política ultraderechista reconoció que se podía haber cometido algún “error” en la gestión de aquellas donaciones, pero subrayó que se acabó devolviendo todo el dinero. Y a continuación afeó su conducta a todos los demás partidos, de los conservadores de Merkel a La Izquierda y Los Verdes, tachándoles de corruptos y farsantes, mezclando algún caso real con especulaciones de forma demagógica. En un país en el que la financiación de los partidos no forma parte de la agenda diaria, Weidel se remontó hasta las cuentas negras de Helmut Kohl, caso que se destapó en 1999.
No era la primera vez que la financiación electoral de AfD había llamado la atención. El partido lleva recibiendo abultadas donaciones de una asociación interpuesta llamada “Para lograr el Estado de derecho y la libertad ciudadana”, con base en Stuttgart, en todas las elecciones regionales y nacionales desde 2016. En total, se trata de más de diez millones de euros, según el diario ‘Die Zeit’. El donante permanece en el anonimato, pero de nuevo los indicios apuntan a Suiza. Der Spiegel señalaba en su último número que se podría tratar del millonario alemán August von Finck, afincado en el país helvético y con una larga tradición en la financiación de fuerzas en la derecha del espectro político.
Vigilancia de los servicios secretos
Luego están los servicios secretos. Las acciones y declaraciones de AfD, de algunos de los rostros más emblemáticos a ciertas organizaciones juveniles, todas testando los límites de la legalidad, han provocado que algunosservicios secretos regionales hayan empezado a hacer seguimientos a la formación en su territorio. No se trata ya de vigilancias a ciertos agentes sospechosos -independientemente de su afiliación-, que eso ya se estaba llevando a cabo, sino de una vigilancia permanente y sistemática a secciones del partido como estructura. Esto significa, siguiendo la ley alemana, que las autoridades consideran que el partido puede perseguir «objetivos anticonstitucionales» y estar llevando a cabo actividades contra «el orden liberal democrático fundamental», el Estado y los «Länder» o contra el funcionamiento de sus instituciones. Este septiembre empezaron los estados federados de Baja Sajonia y Bremen, a los que en las semanas posteriores siguieron algunos más.
Los primeros toques de atención a nivel local despertaron a la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV), la inteligencia nacional del interior, que empezó asimismo a estudiar la pertinencia de dar este controvertido paso. Esto asustó a AfD, que encargó un informe a un experto interno. Sus conclusiones, según una filtración del diario ‘Süddeutsche Zeitung’, no gustaron en la cúpula. El autor del documento, un jurista afiliado al partido, consideró que había motivos para justificar el seguimiento. Recopiló las múltiples declaraciones de la dirección en las que se empleaban términos nazis como “Umvolkerung” o “Überfremdung”, que se refieren a la pérdida de las esencias étnicas y culturales por la llegada masiva de inmigrantes. También las críticas generalizadas a extranjeros e inmigrantes, los ataques verbales a los musulmanes y las relativizaciones de la la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Poco más tarde la dirección de AfD enviaba a sus militantes una petición en la que les pedía contención. Uno de los dos copresidentes del partido, Alexander Gauland, subrayó que la formación seguiría “manteniéndose firme” en su programa “sin cortapisas” y el otro, Jörg Meuthen, aseguró que el debate sobre la vigilancia estaba “motivado políticamente”. Pero la preocupación era evidente. Entre las recomendaciones a las bases se pedía evitar “difamaciones generalizadas de extranjeros/inmigrantes/refugiados/musulmanes”. Además se instaba a no cuestionar la libertad de religión para quienes practican el islam o pedir que se prohíba la construcción de mezquitas.
Uno de los dos copresidentes del partido, Alexander Gauland, subrayó que la formación seguiría “manteniéndose firme” en su programa “sin cortapisas”. El otro, Jörg Meuthen, aseguró que el debate sobre la vigilancia estaba “motivado políticamente”. Pero han empezado a limpiar la casa. Han advertido que quien se exceda, puede ser expulsado. Y han puesto sobre la mesa la opción de desvincularse orgánicamente de sus juventudes, la Alternativa Joven, donde se concentran muchos de los individuos en el punto de mira de los servicios secretos.
El nuevo presidente de la BfV, Thomas Haldenwang, aseguró este mes en el Bundestag que su intención al frente de la inteligencia del Interior es “prestar más atención” a la ultraderecha. Además, advirtió que para final de año decidiría si incluye a AfD en la lista de organizaciones a las que vigilar.