Desde cartas anónimas al rechazo por parte de sus vecinos, enfermeras y otros trabajadores sanitarios están denunciando en el Estado francés que se están convirtiendo en blanco de sospechas y hasta de acoso por parte de vecinos y pacientes que temen que les contagien el Covid-19
NAIZ.– A los testimonios recogidos por la agencia France-Presse, desde NAIZ añadimos la denuncia realizada por la enfermera Audrey Capdevielle a través de la emisora FranceBleu y a la que se sumó casi inmediatamente el alcalde de Baiona y presidente de la Mancomunidad Vasca, Jean-René Etchegaray, a través de su cuenta de Twitter, con este encabezamiento: «Cuando una enfermera de urgencias del Hospital de Baiona descubre este mensaje en la puerta de su domicilio revivimos las páginas más sombrías de nuestra historia».
Junto a estas líneas, el alcalde baionarra ha colgado una foto del texto que dejaron pegado en la puerta de la casa de la enfermera firmado por «Les voisins !!!» [los vecinos]. En el se indica que se han percatado hace un tiempo que «una enfermera vive en nuestra querida y bella urbanización…».
Y prosiguen señalando que, «en esta época del coronavirus que amenaza las vidas de todos, se pide a esta persona que guarde su coche lejos de los otros y, si es posible, que no toque las zonas comunes sin guantes y sin haberse desinfectado las manos…».
Y lo que sigue suena a amenaza directa: «Idealmente, le pedimos encarecidamente a esta persona que se mude lo más rápido y lo más lejos posible para no poner en peligro nuestras vidas. Si esta mujer es realmente una enfermera competente, comprenderá nuestra preocupación y se marchará sin preguntar nada y sin quejarse».
Etchegaray, por su parte, subraya en su tuit que «el personal hospitalario se merece nuestro profundo respeto».
«Estoy furiosa»
Lamentablemente, el de Baiona no es un hecho aislado, tal como se deduce de los testimonios recabados por AFP, que no osbtante remarca que, como sucede en Euskal Herria, a lo largo y ancho del Hexágono son decenas de miles las personas que cada noche, a las 20H00, salen a las ventanas para aplaudir quienes están en la primera línea de la batalla contra el nuevo coronavirus.
Pero hasta el primer ministro francés, Edouard Philippe, se sumó el domingo a la denuncia de las «palabras escandalosas» que se vierten contra los trabajadores sanitarios, a menudo a través de las redes sociales.
A Lucille, una enfermera de Vulaines-sur-Seine (sureste de París), el mensaje le llegó por carta anónima en el buzón de su casa la semana pasada, instándole a hacer las compras fuera de la ciudad y a dejar de sacar a pasear a su perro.
«Estoy furiosa», comenta Lucille, quien, al igual que la mayoría de las enfermeras consultadas, ha pedido que no se dé su apellido. «Estamos poniendo nuestras vidas en peligro para ayudar a los demás y ahora nos tratan como a leprosos», lamenta.
«Quienquiera que haya escrito esto seguro que no toma las precauciones que tomo yo», agrega, señalando que sus manos están «destrozadas» de tanto lavárselas.
«Trato de que no me afecte, pero es más fácil decirlo que hacerlo». Envió la carta al alcalde y éste alertó a la Fiscalía, que ha abierto una investigación.
«Pese a que este tipo de incidentes siguen siendo raros, estoy impactado», dice Patrick Chamboredon, presidente del Consejo Nacional de Enfermería, que agrupa a 700.000 profesionales del sector.
Thomas Demonchaux, un enfermero que trabaja en el norte, ha percibido «la desconfianza de algunos de los vecinos» que se piensan mucho si deberían mantener las distancias cuando se cruzan con él. «Incluso preguntan si he estado en contacto con pacientes de Covid-19, si me han hecho pruebas, o si estoy cansado», relata.
Negete Bensaid, una enfermera París que atiende a domicilio en París, explica que el miedo al contagio ha hecho que muchos pacientes se nieguen a que los visite, y algunos familiares incluso le han pedido que deje de hacer su trabajo.
«La gente se asusta cuando me ve venir. No se ponen a un metro de distancia, sino… ¡a cuatro metros!», exclama.
Robos de mascarillas
Más allá de este recelo, enfermeras que hacen curas a domicilio también han sido blanco de desalmados que quieren robarles las mascarillas y el gel antibacteriano.
En la ciudad costera de La Rochelle (oeste), a Claire le robaron la semana pasada una treintena de mascarillas quirúrgicas que acababa de recibir. «Estaba furibunda, pero también con miedo, resultaba surrealista», recuerda.
«(Ahora) me guardo la tarjeta que me identifica como enfermera y no dejo nada en el coche. Se ha convertido en una rutina, igual que cuando me pongo una mascarilla y me lavo las manos para proteger a mis pacientes».
Sophie, enfermera en Marsella (sur), también dice que «no se puede creer» que forzaran su auto y los ladrones se llevaran su identificador, así como mascarillas y otros materiales protectores. «Van a terminar asaltándonos», advierte.
Mientras, algunos pacientes les piden que les hagan la compra para que sus hijos eviten exponerse al virus.
«Sencillamente, siento que hay una falta de respeto. Ya he dejado de salir por la noche para escuchar los aplausos», dice con amargura.