El País.- La noche del martes se escribió un nuevo capítulo de racismo en el fútbol. Sucedió en São Paulo, en el estadio Neo Química Arena, durante el encuentro entre el Corinthians de Brasil y el Universitario de Deportes de Perú, en el partido de ida de los play-off para acceder a los octavos de final de la Copa Sudamericana. El preparador físico del equipo peruano quedó detenido por imitar a un mono ante la hinchada del club rival y ahora se enfrenta a un castigo de hasta cinco años de prisión.
Al término del encuentro, el equipo peruano se marchó a los vestuarios con la sangre en el ojo luego de caer por 1-0, con un gol en los últimos 15 minutos. Tenían razones: se habían enfrentado a un equipo diezmado, repleto de suplentes y canteranos debido a la decisión del entrenador Vanderlei Luxemburgo de priorizar la Copa de Brasil y la Liga y, además, porque con uno menos —el delantero Alex Valera fue expulsado— estuvieron cerca de conseguir un empate en el último suspiro —un disparo dentro del área del argentino Calcaterra—.
El uruguayo Sebastián Avellino Vargas, preparador físico de Universitario, también se dirigía a los camerinos con el ceño fruncido cuando fue interceptado por la policía. Un agente afirmó haberlo visto cometer actos racistas en contra de la hinchada rival. El entrenador Jorge Fossati, compatriota suyo, atinó a decirles que seguro que era un error y que todo era producto de una confusión. “Esa gente los estaba insultando, escupiendo y tirando alguna cosa que el profe los miró con cara de ‘Locos, ¿qué les pasa?’ e hizo un gesto de ‘por qué a mí’ y se tocó el pecho, lo que fue interpretado como una señal racista”, contó Fossati.
Pero no coló. Los agentes esposaron a Avellino y se lo llevaron a la comisaría más cercana. Además del policía, dos recogepelotas y tres hinchas declararon en contra del uruguayo de 43 años. La dirigencia de Universitario, su hinchada y gran parte de la prensa puso las manos al fuego por él porque no presentaba antecedentes y por la ausencia de pruebas que lo incriminara. Hubo también quienes se mostraron en contra de las leyes brasileñas que sí se toman en serio la discriminación por racismo. El grueso enfocó la crítica en la manera en que Avellino había sido tratado por las fuerzas del orden a raíz de un video en el que se le ve encapuchado y conducido a una unidad policial. “El honor de un profesional de nuestro club ha sido mancillado. Sebastián Avellino fue tratado como delincuente en Brasil, pasando la noche en un calabozo, lo que consideramos como un hecho inadmisible, denigrante e indignante”, afirmó el comunicado del club crema.
La defensa no solo fue peruana. La Asociación de Preparadores Físicos de Uruguay (APFU) también sacó el escudo por su agremiado: “Nos preocupa la situación personal que atraviesa nuestro colega, avalado por muchos años de experiencia, habiendo actuado siempre de manera irreprochable”. El asunto ha escalado hasta las Cancillerías de ambos países después de que el miércoles se dictara prisión preventiva contra Avelino hasta que se esclarezcan los hechos.
La prueba irrefutable se difundió el jueves: un video donde se le ve a Avellino siendo increpado por la hinchada del Corinthians, efectivamente, para luego imitar a un mono, llevándose las manos casi a la altura de las axilas en dos oportunidades. Frente a estos hechos, hay quienes se han retractado, remarcando que todos son merecedores del beneficio de la duda. Otros insisten en los escupitajos de los hinchas para justificar el racismo de Avellino mientras que los adversarios locales, el club Alianza Lima, han ido a los archivos para recordar que Jean Ferrari, administrador de Universitario, en su época de jugador celebró un gol en contra de Alianza simulando ser un simio.
El pasado reciente del club peruano bajo los focos suma otros episodios de racismo: en octubre de 2022, en un partido de la liga nacional, un hincha crema le lanzó un plátano a un jugador afrodescendiente, en el estadio Monumental donde juegan en casa. En esa ocasión se clausuró una tribuna y el club fue multado con 12.000 dólares. Esta vez, por tratarse de un torneo organizado por la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), el castigo podría agravarse.
De momento, el juez Roberto Porto, de la Cuarta Sala Penal de la Corte de Justicia de São Paulo, ha rechazado la medida cautelar que había interpuesto la defensa de Sebastián Avellino para que pudiese afrontar el proceso en libertad. “No veo vulneración de la presunción de inocencia, pero sí presencia de pruebas contundentes de autoría y peligro social por la gravedad concreta de la conducta imputada”, afirma Porto. El preparador físico de Universitario, cuyo pasaporte ha sido incautado, ha negado el hecho, alegando que llevaba conos debajo de los brazos. Según el código penal brasileño, el delito de racismo establece una pena desde dos hasta cinco años de cárcel en caso de injuria, además de una multa significativa.
Sebastián Avellino se encuentra en la penitenciaria de Pinheiros, al oeste de São Paulo. El próximo martes Universitario recibirá en Lima al Corinthians, en el estadio Monumental, en el decisivo partido de vuelta por los play-off de octavos de final de la Copa Sudamericana. Vanderlei Luxemburgo, técnico del Timao, le está poniendo objeciones a devolver la visita. Consciente de la hostilidad que se avecina, está valiéndose de la emergencia sanitaria por el síndrome de Guillain-Barré, una afección rara en el sistema inmunológico. “El Gobierno decretó un brote y eso hay que respetarlo. No somos conejillos de indias”, aduce. El Ministerio de Salud lo ha dejado sin argumentos, respondiéndole en tiempo récord: “Este síndrome no se transmite de persona a persona, por lo que los jugadores del club brasileño no están en riesgo de contagio en nuestro país”. Más allá de cómo culmine la historia, el fútbol ha presenciado un nuevo episodio que infamia.