Diario de Pontevedra.- Dakota padece trastorno del desarrollo, y sus padres aseguran que no necesita una silla con arnés, mientras la tutora del centro alega que sin su uso «se iba a quedar vegetal».
Dakota Fernández tiene 14 años y padece TGD (trastorno generalizado del desarrollo) en grado dos, consecuencia de una encefalopatía que se manifestó con 14 meses y que le dejó estas secuelas, que se traducen en retraso psicomotor y discapacidad intelectual severa secundaria. También sufre epilepsia. Pero, subraya un reciente informe médico, su marcha es «independiente» y la clínica de la paciente «afecta fundamentalmente a la esfera conductual-cognitiva-lenguaje».
Por eso su familia no entiende que en el CEE Bata Os Mecos, un centro de educación especial concertado de Vilagarcía al que asiste desde el curso 2016-2017, lleven más de un año insistiendo en que necesita «una silla con arnés» y que una tutora le llegó a decir «que se iba a quedar vegetal», explica su madre, Luisa Crespo. La familia esgrime, amparada por otro informe médico, que «no solo no necesita la silla, sino que es contraproducente; lo que ella necesita es un apoyo físico», pues «puede hacer una vida normal» en cuanto a movilidad.
Como la última palabra sobre la utilización de la silla la tiene la familia, el resultado, frente a esta negativa, es que Dakota no participa en ninguna de las actividades programadas fuera del centro, desde la sesión semanal de piscina hasta una fiesta de Carnaval y otras salidas, incluyendo una excursión a Cantabria.
Por eso denuncian discriminación hacia su hija, pues señalan que, si se trata de falta de recursos por parte del centro, si es que no hay una persona que la sujete mientras camina las pequeñas distancias que recorren los usuarios en estas salidas, no debería ser siempre su hija la que se quede «sola cinco días en el aula, mientras sus compañeros salen del centro. Si no tienen personal suficiente, o se quedan todos o que vayan rotando».
La familia se siente amparada tanto por el neurólogo como por el tutor de la Once de Dakota -está afiliada, pues su hemiplejía le afecta a la visión en el ojo derecho- y por el Equipo de Orientación de Educación (EOI). También por el jefe territorial de Educación, aunque no así por el inspector a cargo de su caso, con el que Luisa y Manuel están muy descontentos.
También lo están con los responsables de Bata, pues están convencidos de que la silla que piden «no es solo para desplazamientos, sino para aparcarla» en el aula, «porque si es por sentarla un momento, ya tienen sillas normales». Asimismo, contraponen, los informes del neurólogo y el médico rehabilitador con el que recibió el verano pasado por parte del centro, cuando ya llevaban cuatro meses sin acuerdo.
Firmado por la tutora del aula y la directora, afirma que «durante cursos anteriores», pero sobre todo en el 2020-21 «se evidenciaron de forma más explícita las necesidades de nivel físico de la alumna, a las cuales nos vemos limitados para dar respuesta».
Aseguran que su «discapacidad motora le hace perder el equilibrio y tropezar», que sufre «constantes caídas» y que «se evidencia un gran retroceso en los últimos años, agravado por su crecimiento y la falta de estimulación motriz».
«En estos seis años no empeoró»
Luisa y Manuel rechazan el contenido de este informe, que también apuntaba «dificultades para masticar», un problema puntual que achacan a las consecuencias de una caída. Bata orientó a la familia para que sopesasen derivarla al centro de Amencer, para «poder ofrecerle una respuesta educativa óptima a sus necesidades», para «potenciar al máximo su nivel de desarrollo y aprendizaje», admitiendo sus propias limitaciones.
La familia no puede estar más en desacuerdo, pues entiende que Amencer es un centro indicado para casos mucho más extremos que el de su hija y que Bata es justo lo que necesita. «En estos seis años no empeoró para nada».
«Ellos se apoyan en que el orientador del EOI dijo que en desplazamientos muy largos, cuando exceda su competencia motriz autónoma, podría utilizarla. Es decir, que en un momento puntual puede ser que no le viniese mal la silla, pero es una orientación, no te obliga», explica Luisa.
Momentos puntuales Mario Trigo, presidente de la asociación Bata, afirmó que «no tenemos intención de que esté en la silla constantemente, ni con arneses», pero que entienden que es necesaria. «Buscamos el equilibrio. para pueda participar en las actividades de la comunidad y hay riesgo de que se caiga o se lesione por sus dificultades motoras».
Asimismo, afirma «entender la sensación de frustración al ver el deterioro de la niña» y que «por nuestra parte la familia tiene lo que necesite y no hay conflicto», pues «entendemos que valora el centro» y que por eso descartan trasladar a Dakota a Amencer.
Trigo defiende el «trabajo intenso» de Bata, aunque «a veces los recursos son los que son» e insiste en que «no queremos postrarla en una silla, pero en algunos momentos es lo más adecuado, por su seguridad» y que la intención del centro «nunca fue hacer daño». Sobre el hecho de que durante estos años nunca.
La hubiera necesitado, explica que «ahora, al ir creciendo, tiene más dificultades a la hora de caminar y el riesgo de caída es mayor, aún llevándola una persona. Ahora es más complejo y vemos inseguridad, pero no es para limitarla, solo para determinados momentos».
Apoyo más intenso «ella puede caminar unos minutos, pero dependiendo del día o del espacio, tiene riesgo de caerse» y, sobre todo en espacios como el acceso a la piscina, «necesita un apoyo más intenso y requiere un esfuerzo físico por parte de profesionales». Reitera que «sabemos que es una situación dura» pero que, en todo caso, «no es que vaya a estar en la silla todo el tiempo».