INÉS SANTAEULALIA. EL PAÍS.- México se juega este lunes el todo o nada en el Mundial de Brasil. Le basta un empate ante Croacia para lanzar el ánimo patrio muy por encima de las expectativas de hace apenas unas semanas. La apatía se ha transformado ya en orgullo, casi éxtasis. La selección se juega todo en el campo, pero las miradas, los oídos, también estarán en la grada. En medio del delirio futbolístico se ha colado estos días el debate lingüístico. La Fifa estudia una posible sanción a los mexicanos si la afición mantiene el grito que se ha convertido en santo y seña de los de verde. Por encima del eterno cielito lindo, a la hinchada mexicana lo que le gusta gritar hoy es: ¡Puto!
Cuando el portero rival toma carrerilla para sacar un balón, los mexicanos calientan con un «Eeeeee» largo que remata en un sonoro «¡puto!» cuando el meta golpea el esférico. El organismo internacional de fútbol ha alertado de la homofobia del acto. Puto es una palabra que se usa para referirse de forma despectiva a los homosexuales.
La amenaza ha abierto un debate que seguro que se prolongará el tiempo que dure la actuación de la selección en el campeonato. Para algunos la Fifa tiene razón, pero no pocos han defendido que el insulto, de tanto decirlo, ya no es insulto, al menos mientras dura el partido. Intelectuales, aficionados y autoridades del fútbol mexicano se han lanzado a una búsqueda incansable de atenuantes: que llamar puto al portero ya es una tradición mexicana, una costumbre, un ejercicio más de libertad de expresión dentro del teatro que se vive en el campo.
«Me parece que no es grave. Hay cosas más importantes que solucionar que una expresión de presión a un arquero que se hace en México desde hace tiempo. Estamos con nuestra afición», dijo el seleccionador mexicano, Miguel Herrera, al ser preguntado. El temperamental entrenador, conocido por sus pérdidas de nervios en el campo cuando era jugador, no ha alimentado solo la polémica. El director deportivo de la selección, Héctor González Iñárritu, ha explicado que se trata «de una expresión normal que se ha hecho costumbre. Cada fútbol tiene sus costumbres y esa es una de las nuestras».
Entonces ¿deja un insulto de ser insulto por convertirse en costumbre? El debate en México ya está servido. El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) ha hecho público un comunicado en el que recuerda que «el sentido con el que se da este grito colectivo en los estadios no es inocuo; refleja la homofobia, el machismo y la misoginia que privan aún en nuestra sociedad». Un estudio de 2010 del organismo público sobre homofobia destaca que 7 de cada diez homosexuales y lesbianas no creen que se respeten sus derechos, mientras que cuatro de cada diez mexicanos no estarían dispuestos a permitir que en su casa viviera una persona homosexual.
El periodista y analista Andrés Lajous hace hincapié precisamente en eso: «Creo que es un insulto homófobo y la peor parte es que la homofobia sea una costumbre. Quienes dicen que no es un insulto homófobo se engañan. Es precisamente eso. Lo usan como sinónimo de cobarde porque insisten en asociar la cobardía a una concepción excluyente de masculinidad».
En cuanto la Fifa hizo pública su investigación sobre la afición mexicana, las redes sociales reaccionaron convirtiendo en tema del momento la frase #todossomosputos y desde entonces han corrido como la pólvora las (supuestas) bromas a favor del grito de guerra verde.
El también escritor y periodista Héctor de Mauleón ha sido uno de los más claros a la hora de atacar la decisión de la Fifa: «Doble moral: la Fifa quiere prohibir un grito que le parece homofóbico pero da sede del mundial a Qatar, donde ser gay es ilegal», compartió en su perfil de la red social Twitter. El escritor abunda por teléfono que si bien le parece «una estupidez» gritar eso en los estadios, está en contra «del escándalo y de la prohibición». «No me gusta prohibir cosas, me parece pernicioso, las palabras están para decirlas», añade.
Al argumento de doble rasero de la Fifa también recurre el escritor mexicano Álvaro Enrigue en una columna publicada este domingo en el diario El Universal. En el texto, Enrigue reconoce que la primera vez que escuchó el susodicho grito en un campo no le pareció «condenable», dentro de ese aire «carnavalesco» que lo inunda todo en el estadio, pero no duda de que se trata de un insulto «irremediablemente discriminatorio». Y reflexiona: «El acto de gritar puto, a partir de ahora, deja de ser automático, de no tener carga política. Vamos a ser de los que gritan o de los que no. El lenguaje va a tener el lugar que le corresponde como modelador de ideologías y espejo de lo que queremos ser».
El pasado mes de febrero en un tedioso partido de la ronda de clasificación entre México y Jamaica (0-0) en el estadio Azteca, cada vez que el portero rival despejaba el balón, un padre, en presencia de su hijo, se desgañitaba: «¡Burro!». La intención de que su voz borrase el insulto lanzado por el resto de miles de almas no tuvo ningún éxito y el niño, confundido ante la torpeza de su padre, le insistía una y otra vez: «¿No oíste? dicen puto».
La cadena estadounidense ESPN ha anunciado que se anticipará y silenciará en su retransmisión del partido los gritos homófobos de la hinchada mexicana. Exceso de corrección política para unos, vergüenza nacional para otros. «Creo que era un tema que había que discutir desde hace tiempo, aplaudo el debate que están haciendo los mexicanos, nunca aplaudiría a la Fifa», apunta Enrigue por teléfono.
México volverá a paralizarse esta tarde cuando el balón comience a rodar en Brasil. Con un ojo en el marcador y un oído dirigido a la grada.