El Mundo.- Miles de seguidores del presidente saliente, Donald Trump, que se niega a acatar el resultado de las urnas, asaltaron el Congreso y forzaron la evacuación de los legisladores y del vicepresidente, Mike Pence, que presidía la sesión
El trámite acabó en tragedia. Lo que iba a ser una mera formalidad en el Congreso de Estados Unidos que ratificara el resultado de las elecciones del 3 de noviembre se convirtió en una exhibición de violencia y de violación de la legalidad como ese país no había visto en sus casi dos siglos y medio de existencia.
Miles de seguidores del presidente saliente, Donald Trump, que se niega a acatar el resultado de las urnas, asaltaron el Congreso y forzaron la evacuación de los legisladores y del vicepresidente, Mike Pence, que presidía la sesión. Las salas y oficinas del Legislativo fueron asaltadas. Cuatro personas han muerto: una mujer que recibió un disparo letal de la Policía y otras tres personas que fallecieron por urgencias médicas, aseguraron las autoridades locales, que en un principio solo habían informado de un deceso. Asimismo, las autoridades han informado de 14 policías heridos y 52 detenciones.
«Así es como se disputan las elecciones en una república bananera», declaró George W. Bush, el único presidente vivo del Partido Republicano, el mismo al que pertenece Donald Trump, en un comunicado emitido anoche en el que calificó de «insurrección» el asalto al Congreso que, dijo, «ha sido llevado a cabo por personas cuyas pasiones han sido encendidas por falsedades y falsas esperanzas».
Y, durante más de dos horas, Trump guardó silencio. El Ejecutivo, que él controla, no hizo nada por impedir el salto al edificio. Mientras sus seguidores reemplazaban las banderas de Estados Unidos por otras con el nombre del jefe del Estado y del Gobierno, los Departamentos de Defensa y de Seguridad Interior se abstuvieron de intervenir.
Solo cuando el asalto llevaba más de tres horas, Trump colgó un mensaje en la red social Twitter en el que pedía a sus seguidores que «os vayáis a casa». Aun así, el jefe del Estado y del Gobierno siguió insistiendo en la acusación de fraude. «Tuvimos una elección y nos la robaron. Fue una elección en la que arrasé. Y todo el mundo lo sabe, sobre todo los del otro bando», dijo el presidente.
Todo había empezado poco después de las doce del mediodía, cuando al compás de la canción ‘Macho Man’ del grupo ‘disco’ de los setenta ‘Village People’, Donald Trump llegó al estrado del mitin que se celebraba en el Mall, el parque que ocupa el centro de Washington. Allí, Trump volvió a llamar a Joe Biden «presidente ilegítimo», y reiteró que no acepta los resultados de los comicios a pesar de que, de los más de 80 recursos legales presentados alegando fraude electoral presentados por su equipo, Justicia no le ha dado la razón en ninguno.
Acaso enardecidos por las palabras del presidente, una parte de los asistentes al acto rompieron las cuatro barreras de seguridad que rodeaban al Capitolio y entraron en él. Fue la repetición de una serie de acciones que los partidarios del presidente llevan realizando en los Congresos de varios estados del país – como Michigan, Pennsylvania y Wisconsin – desde el verano pasado, solo que esta vez en Washington. Hubo otra diferencia. Los gobernadores de esos estados enviaron a las fuerzas de seguridad para impedir que los asaltantes entraran en la totalidad de los edificios.
El Departamento de Defensa se negó a acceder a la petición de la policía del Capitolio de enviar refuerzos. El Departamento de Seguridad Interior, que es el equivalente en EEUU del Ministerio del Interior, tampoco hizo nada. Solo cuando el asalto ya llevaba dos horas en marcha, el Ejecutivo anunció que iba a enviar tanto soldados como policía al Capitolio.
Para entonces ya era muy tarde. Los agentes que se encargan de la seguridad de los congresistas se habían visto desbordados. Los asaltantes irrumpieron en la Cámara de Representantes y se hicieron fotos en el despacho de su presidenta, la demócrata Nancy Pelosi. Según las primeras informaciones, destrozaron puertas, ventanas y cristales. La ciudad de Washington declaró el toque de queda a partir de las 6 de la tarde hora local (12 de la noche hora peninsular española) mientras todo el país asistía en directo al asalto del Poder Legislativo por una multitud que algunos estimaban en 10.000 personas. Finalmente, los últimos asaltantes abandonaron el edificio en torno a las seis y media de la tarde.
Los 534 legisladores presentes (435 representantes y 99 senadores) fueron evacuados al sótano del edificio. La policía les había ordenado que se pusieran máscaras antigás de máxima protección (los llamados «cascos de huida», o «escape hoods»). El Capitolio es un edificio inmenso, que, además, está conectado a otros centros del Gobierno a través de túneles e, incluso, de un ‘metro’ especial para el uso de los legisladores, por lo que es de prever que éstos no corrieron peligro. También fue evacuado el vicepresidente, Mike Pence, quien, conforme a la ley, presidía la sesión conjunta del Congreso en la que se iban a ratificar los resultados de las elecciones.
Precisamente, Pence había sido transformado en una especie de ‘salvador’ de la presidencia de Trump. El presidente se había inventado una teoría legal en función de la cual su ‘número dos’ podía declarar inválidos los resultados en los 6 estados que necesita para ganar y suspender así la ratificación de la victoria de Biden.
En su mitin en el Mall, Trump volvió a insistir en que el vicepresidente podía anular el resultado de las elecciones. Pence, que presidia la sesión, se negó a hacerlo, fundamentalmente porque es ilegal. A continuación, 13 senadores del Partido Republicano cuestionaron los resultados, en línea con lo demandado por Trump. Fue una decisión que rompía con la línea adoptada por el propio partido, y que recibió durísimas críticas del propio jefe de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, que ha sido uno de los mayores aliados de Trump a lo largo de la presidencia de éste. McConnell calificó la iniciativa de movimiento destinado a «cambiar el resultado de una elección, y llevada a cabo por los perdedores», y declaró que la actuación de sus propios correligionarios, «amenaza con llevar a nuestra democracia a una espiral mortal».