Una familia consigue la instalación del primer columpio adaptado de Zaragoza en el parque de La Aljafería.
P. FIGOLS. HERALDO.- Los nuevos columpios y balancines del parque de La Aljafería son de los más concurridos del barrio. Y de los más alegres de Zaragoza. La familia de Lizer celebra que por fin tienen un columpio adaptado para que pueda montarse su hijo, de 5 años y con una discapacidad severa. La petición comenzó hace cuatro años y se ha hecho realidad hace pocos días.
El Ayuntamiento ha instalado los dos primeros columpios adaptados de la ciudad en el parque de la Aljafería y en la calle Arcipreste de Hita (en San José), aunque el segundo ha sido retirado temporalmente tras ser vandalizado. Otros parques de Zaragoza tienen algunos juegos adaptados pero no columpios de estas características. El nuevo parque infantil de La Almozara combina juegos adaptados y juegos convencionales. Tiene columpios, varios balancines, una estructura para escalar, un tobogán y suelo acolchado. Se instaló el 29 de diciembre gracias a los presupuestos participativos del año pasado. Cada tarde a la salida del colegio y los fines de semana está lleno.
El columpio adaptado (de la empresa ejeana Industrias Agapito) tiene una estructura rígida, respaldo y un cierre de seguridad. Lizer fue de los primeros en montarse. «El primer día que lo instalaron ya vinimos a probarlo. Es un columpio ideal. Para niños discapacitados es muy terapéutico que puedan notar el movimiento. Lo puede usar nuestro hijo, otros niños con movilidad reducida y cualquiera. Es un columpio muy bonito y muy utilizado. Es un parque integrador en el que todos los niños pueden jugar», cuenta Mirella García, la madre de Lizer y de Ibai, de 10 años.
Ellos van al parque muchos días, si Lizer está bien. El chico tiene una enfermedad rara, con un retraso neuromotor severo. Es sordociego, va en silla de ruedas y sufre ataques epilépticos diarios. Lizer va al colegio de educación especial Alborada y su hermano Ibai, al Puerta Sancho. En el nuevo parque infantil juegan Lizer, Ibai, sus amigos y muchos niños del barrio.
Apoyo del barrio
Mirella y su pareja, Jesús Vicente, pidieron un columpio adaptado hace casi cuatro años en la Junta de Distrito. El Ayuntamiento colocó en 2015 unos juegos infantiles que no eran apropiados para niños con discapacidad. Entonces recurrieron al Justicia de Aragón. El año pasado, presentaron su propuesta en el proceso de presupuestos participativos y fue uno de los proyectos más votados. «La gente del barrio se ha volcado. Estamos muy contentos y orgullosos de tanto apoyo de amigos y vecinos», aseguran. El parque infantil se presupuestó en 30.000 euros, finalmente ha costado 25.000 y se terminó de colocar el 29 de diciembre. Esta semana, el alcalde y otros representantes municipales tienen previsto visitarlo.
«Este columpio es una excepción. Debería haber muchos más en otros parques para que todos los niños pudieran jugar. A veces no somos conscientes de la falta de servicios y equipamientos para las personas con discapacidad. Por ejemplo, también faltan cambiadores para niños grandes y adultos. Muchos llevan pañales y no hay cambiadores en lugares públicos. Vamos a pedirlo en centros comerciales y equipamientos públicos», apunta Mirella, que es vicepresidenta de la Asociación de Personas y Enfermedades Raras de Aragón (PERA).
Enfermedades raras
«Formamos parte de la asociación familiares y amigos de afectados por enfermedades raras y personas sin diagnóstico. Buscamos información sobre sus enfermedades, luchamos por sus derechos para conseguir su integración plena en la sociedad, y nos prestamos apoyo entre nosotros. El día a día de los cuidadores es muy duro y el apoyo de otras familias es fundamental», subraya Mirella.
Su hijo tiene una encefalopatía epiléptica catastrófica, que comenzó a desarrollarse a los cuatro meses y medio. «Le han hecho muchas pruebas porque los médicos no saben exactamente qué enfermedad tiene ni qué tratamiento le podría ayudar. La semana pasada le hicieron una resonancia y salió perfecta. Ojalá tuviéramos un diagnóstico claro», apuntan Mirella y Jesús.
Lizer va al colegio Alborada y recibe varias terapias fuera del centro (como hipoterapia u otra con la ONCE). La prestación que recibe por ser dependiente no llega a cubrir los gastos de su cuidado. Solo la silla ya les costó 4.200 euros y cada mes tienen unos gastos mínimos de entre 500 y 600 euros. «Luchamos para que tenga la mejor calidad de vida posible», subrayan sus padres.