El Periódico.- Un estudio antropológico señala que la mirada negativa y las bajas expectativas de los profesores hacía los alumnos de origen migrante, el llamado efecto Pigmalión, es uno de los principales factores que dificulta que lleguen a la universidad.
La «aproximación etnográfica», como se refieren al estudio, se ha hecho en las ciudades de Mataró, Terrassa y Vic y se ha centrado en la comunidad senegalesa y gambiana, pero sus conclusiones son extrapolables a prácticamente todo el territorio y a prácticamente todas las comunidades migrantes llegadas de países pobres y deberían ser escuchas en todos los claustros de colegios e institutos. Una de las principales revelaciones es el peso del efecto Pigmalión. El hecho de que no es solo que los estudiantes de origen migrante no sientan apoyo por parte de sus profesores para ir a la universidad, sino que en no pocas ocasiones directamente les invitan a no hacerlo.
Así se expuso hace unos días en la jornada ‘La asignatura pendiente: migración, género y educación’, organizada la Fundació Guné, entidad que solicitó dicha investigación sobre el abandono escolar de las alumnas de origen senegambiano al Centre d’Estudis Africans (CEA).
Una jornada que se celebró en la sede de LaFede.cat Organitzacions per la justícia global y que no contó con la presencia de ningún representante del Departament d’Eduació, pese a que fueron invitados, según señaló la directora de la Fundació Guné, preocupada por esa falta de interés de la ‘conselleria’ en el asunto. La antropóloga Lola López, investigadora del CEA, argumenta sobre los posibles motivos de esa ausencia, que pone sobre la mesa una persona del público. Explicación que, además, sirve también para entender la ausencia de esta comunidad en la universidad, objetivo final de la investigación. «Nuestra sociedad no está pensada para que haya diversidad. El problema es que pensamos que el problema está en las tradiciones de esas familias. Que el problema es de las culturas de origen, no nuestro, como sociedad, por eso el asunto se trata desde la Cooperación, no desde la Educación«, señala.
Cuestión de género
Pese a que el estudio se centraba en las chicas, no en los chicos (se enmarca en un programa por el derecho a la educación de las jóvenes en Senegal y quería confirmar si la situación era similar entre las catalanas de origen senegalés) otra de las conclusiones a las que han llegado es que son ellos los que más abandonan los estudios, además con una diferencia importante. «Se tiende a criminalizar más los chicos que a las chicas», apunta la encargada del trabajo de campo, la antropóloga Sanae El Khamlichi.
Durante el trabajo de campo, El Khamlichi habló tanto con las alumnas como con los profesoras y las familias. En el grupo de las primeras, una idea que apareció en muchas de las entrevistas es «la mirada negativa y bajas expectativas que sentían hacía ellas» (otra vez el ya citado efecto Pigmalión). También critican que las aulas de acogida suponen «un aislamiento del alumnado con el grupo clase y afecta a la creación de vínculos». En cambio a ojos de los profesores, las aulas de acogida no representaban un tema de debate. Los centros destacaban más la segregación escolar y la matrícula viva.
Historia invisibilizada
Las alumnas consultadas por El Khamlichi -en su día también estudiante de origen migrante- destacan además la falta de espacios donde sentirse representadas dentro del centro, y que la Historia negra en el programa de estudios brilla por su ausencia ya no hace falta ni comentarlo (es una forma de hablar, obviamente hace mucha falta, ya que si no lo denuncian ellas, nadie lo hará).
Los profesores, por su parte, aseguran sentirse sobresaturados. Denuncian que «no llegan», y que «se espera de ellos roles que no les tocan: de madres, padres, trabajadores sociales…».
Por último, las familias reclaman más apoyo para acompañar a sus hijos en el para ellos desconocido recorrido académico y destacan la dificultad económica, además del acceso a ordenadores, a ‘tablets’, a internet… problema agudizado en la pandemia.
Pero no se trata de mucho menos de una guerra entre familias ni profesores. El problema es estructural, no personal, y familias y profesores coinciden en algo: en las dificultades para comunicarse. No solo por una cuestión de idioma, que también, sino por una cuestión de horarios. Las familias suelen trabajan en horario escolar, cuando los docentes proponen las tutorías.
Culpabilización de las familias
Volviendo a la mirada sobre el otro, la autora del estudio destaca que «en general hay un mirada bastante negativa de los profesores hacia las familias. Se repite esa idea de que se tiene que educar a las familias. Se cuestiona su educación. Se repite el mensaje de responsabilizarlas si sus hijos no estudian«, prosigue El Khamlichi.