“Criminalización de migrantes produjo tragedia en Lampedusa”, dice sacerdote italiano

| 13 octubre, 2013

Naufragio LampedussaLIBERACIÓN DIGITAL.- Don Virginio Colmegna, de la fundación italiana “Casa della Carità”, también condenó el desinterés de los países europeos no afectados directamente por el problema

El drama vivido en la pequeña isla de Lampedusa, en territorio italiano, a 205 kilómetros de la isla de Sicilia y a sólo 113 de las costas de Túnez, es algo que roza lo inimaginable. Según cifras de las fuerzas de rescate italianas, el naufragio del jueves 3 del corriente, de un barco que transportaba a unos 500 migrantes ha dejado, hasta el momento, un saldo de 111 personas fallecidas. Más de 200 personas siguen desaparecidas, posiblemente aún atrapadas en los restos de la embarcación en el fondo marino. Ciento cincuenta y cinco personas fueron rescatadas con vida.

De acuerdo con la OIM (Organización Internacional para las Migraciones), no menos de 25 mil personas habrían muerto en las últimas dos décadas al cruzar el mar Mediterráneo desde el norte de África. Ese último acto de una tragedia anunciada que se repite sin parar está desencadenando nuevas y fuertes polémicas, con ataques crecientes a una legislación migratoria italiana que criminaliza y persigue a estos extranjeros.

Don Virginio Colmegna, sacerdote y presidente de la fundación italiana “Casa della Carità” (Casa de la Caridad), empeñada desde hace años en tutelar los derechos de las personas, crear nuevos caminos para la autonomía y concientizar a las instituciones y a los ciudadanos acerca de los derechos de ciudadanía, comentó en una entrevista con Opera Mundi que ya no se puede hablar de tragedia, sino de una “escalofriante normalidad”, hecha de “leyes equivocadas, medidas represivas ante el fenómeno migratorio y desinterés de los países europeos no directamente afectados por la llegada diaria de miles de migrantes”.

¿Cuál es la raíz de ese nuevo drama humano?

Son situaciones muy complejas, que tienen que ver con la situación dramática que viven países sacudidos por fuertes conflictos internos, que llevan familias enteras a viajar en condiciones inhumanas para salir de estas condiciones y por consiguiente, se convierten en presas fáciles para las redes criminales. Además, tiene que ver también con políticas y legislaciones nacionales y europeas, marcadas por el miedo, la falta de apertura y la criminalización de la persona migrante.

El drama humano que estamos viviendo hoy no es, ni será, el último. Si la política no comienza a plantar cara a ese problema, a asumirlo a partir de su dimensión humanitaria para luego ampliar hacia lo político, lo que vamos a tener serán nuevas y siempre más dramáticas tragedias anunciadas, que ya se han convertido en una escalofriante realidad.
Laura Boldrini, presidenta de la Cámara de Diputados, dijo que después de este nuevo naufragio “ya nada será como antes”. ¿Usted cómo interpreta esta afirmación?

Entiendo su reacción y comparto este planteamiento, pero, para que eso sea cierto, es preciso intervenir de inmediato a nivel legislativo y cultural. En este momento, por ejemplo, estamos viviendo una situación totalmente surreal, una paradoja, donde, gracias a la Ley Bossi-Fini, los 155 sobrevivientes podrán ser investigadas, acusados del delito de “inmigración ilegal” y sujetos al pago de una fuerte multa antes de ser expulsados.

Además, la legislación italiana ha complicado los trámites y restringido la aceptación de las demandas de asilo, obligando a grandes cantidades de personas perseguidas en sus países y que nada tienen que ver con el fenómeno migratorio clásico, a entrar en la espiral de la ilegalidad. En definitiva, tenemos una legislación migratoria que produce ilegalidad, confusión, paradojas y criminalización de la persona migrante. Las bandas criminales se aprovechan de ello.

Las autoridades italianas fueron a Lampedusa y expresaron su pésame por esa tragedia. ¿Cuál es su impresión?
Pienso en las palabras de Papa Francisco durante su visita a Lampedusa, cuando habló de la “globalización de la indiferencia”. Si el problema es sobre todo político, es preciso comenzar a hacer gestos concretos, y no quedarse solamente en la especulación y el debate, que sirve para crear consenso o contraconsenso electoral.

Aquí tenemos muertos, dramas humanos, una verdadera hecatombe. El mar Mediterráneo se ha convertido en un cementerio. No podemos callar, si no la “globalización de la indiferencia” se convierte en una “globalización de las responsabilidades”.

¿Cómo definiría la actitud de la Liga Norte, que acusa a la presidenta Boldrini y a la ministra Kyenge de ser corresponsables de esta tragedia?

Ni siquiera vale la pena hablar de ello. Es una vergonzosa maniobra en búsqueda de consenso político. No toman en cuenta la realidad de este drama humano, de esta crisis de nuestra civilización. Hay mujeres con niños y niñas que sufren, cuyos ojos reflejan el horror vivido en sus países. Personas que ahora serán fagocitadas por el sistema represivo migratorio, encerradas en los Centros de Identificación y Expulsión (CIE). Debemos intervenir.

¿Cuáles son los pasos más urgentes a tomar para cambiar esta dinámica que produce tantas víctimas?

Hay que crear de inmediato un “corredor humanitario”, para sustraer las familias migrantes de las garras de las bandas criminales que lucran con este mortal negocio. También, “vaciar” Lampedusa, con proyectos serios para que todo el país asuma la presencia de estas personas, con un mensaje grande de civilización, educación y disponibilidad. Finalmente, es necesario un profundo cambio de la legislación migratoria nacional y de las políticas europeas.

La xenofobia que rezuma la ley italiana sobre inmigración, unida a la incapacidad de la Unión Europea para afrontar con valentía y humanidad esta cuestión, tienen la culpa de que hayan muerto al menos 200 somalíes y eritreos cuando trataban de escapar del hambre y de la guerra que sufrían en sus países.

La primera señal de que hay responsables claros detrás de su muerte, más allá de las mafias que se enriquecen con los viajes de estos desesperados, la dieron los propios supervivientes al llegar al puerto de Lampedusa. Contaron que cuando estaban acercándose al islote de los Conejos, al sur de la isla, se cruzaron con varios barcos pesqueros, pero no les ayudaron pese a las señales que les hicieron. Angustiados por las deficientes condiciones de la nave y por la falta de señal en sus teléfonos móviles, algunos de los pasajeros prendieron fuego a unas mantas para llamar la atención de los pescadores. Su desesperada decisión hizo que la embarcación se incendiase y acabase hundiéndose

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