Las comunidades hebreas perciben un aumento del antisemitismo en Europa
GABRIELA CAÑAS. EL PAÍS.- El Gobierno francés está preocupado. Cree que hay rebrotes inaceptables de antisemitismo. El presidente, François Hollande, el primer ministro, Manuel Valls, y el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, han lanzado alertas estas semanas de manera reiterada. Valls reaccionó duramente a finales de agosto contra el ataque a sinagogas y contra lo nunca oído en décadas en las calles de París: “Muerte a los judíos”. La guerra de Gaza exaltó los ánimos y el miedo entre las comunidades judías europeas está instalado.
“Mi amiga se acaba de marchar con toda la familia. Agredieron en la calle a su padre, de 80 años, y dijo: ‘hasta aquí hemos llegado”, cuenta a EL PAÍS un judío de París que prefiere quedar en el anonimato.
Joël Mergui, presidente del Consistorio Israelí de Francia, no duda de que hay un antisemitismo creciente y un cierto ataque a la libertad religiosa que arroja dudas sobre el futuro en Francia. “Muchos consideran que este ya no es su sitio”, incide Roger Cukierman, presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia. Philip Carmel, consejero del Congreso Europeo Judío, puntualiza: “Los que se van son solo el 1%. El 99% cree que el país sí les ofrece un futuro”.
En Francia, con la comunidad judía más amplia del continente (600.000 ciudadanos), las expatriaciones con destino a Israel se han disparado hasta convertirse en el país que más ciudadanos envía este año. En 2012 apenas 2.000 judíos franceses se marcharon a Israel. Ya en 2013 aumentaron a 3.280. En los ocho primeros meses de este año se han ido 4.566, según el Ministerio Israelí de Integración. Casi el doble de los que han partido de Rusia o Estados Unidos.
El último sondeo de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE, de noviembre pasado, dice que el 76% de los judíos europeos cree que la situación se ha agravado en los últimos cinco años. Uno de cada tres ha sufrido una agresión física. Los insultos, el acoso y la violencia no son anécdotas aisladas. Tampoco en Francia.
La crisis económica es, sin duda, una razón fundamental de la huida. “El futuro es incierto y, sobre todo, los jóvenes buscan poder desarrollarse profesionalmente”, dice Zvi Tal, ministro plenipotenciario de la embajada de Israel en París. En algunos reportajes audiovisuales realizados en Israel por medios franceses estos días, buena parte de las familias interpeladas reconocen que el antisemitismo también les ha animado a marcharse.
Internet, coinciden las fuentes consultadas en París, ha favorecido la desinhibición en la difusión de mensajes antisemitas. El Gobierno galo, muy criticado este verano por prohibir dos protestas violentas en las que hubo gritos antisionistas y antisemitas, está analizando cómo controlar el fenómeno digital junto con Israel. Pero es el yihadismo y esos combatientes europeos que regresan de Siria radicalizados su mayor temor. Más de 800 franceses se han enrolado en el conflicto y algunos son ya tristemente famosos por sus actos terroristas. Mehdi Nemmouche, francés de 29 años, mató, supuestamente, en mayo a cuatro personas en el Museo Judío de Bruselas. Ahora se sabe que fue el carcelero del Estado Islámico de cuatro periodistas franceses liberados en abril.
Nemmouche, ya extraditado a Bélgica es, según sus antiguos rehenes, un hombre muy violento y antisemita que prometía “arrastrar de las trenzas a los pequeños judíos” antes de cargárselos. Su héroe es Mohamed Merah, otro excombatiente francés, presuntamente mató a siete personas hace dos años en Toulouse, entre ellos a un profesor y tres niños de una escuela judía.
La comunidad musulmana francesa es de seis millones de personas. “Es una pena que, en vez de aprovechar la convivencia entre tan grandes comunidades para establecer un diálogo en Europa, solo se haya conseguido extender aquí el conflicto de Oriente Próximo”, dice con pesar Rivon Krygier, un rabino de París.