VLADIMIR KOZLOV. VICE NEWS.- A medida que se acercaba el partido de fútbol del miércoles entre Rusia y Eslovaquia en Lille, en lo que suponía el segundo partido para ambos en la Eurocopa 2016, los residentes locales y la policía se preparaban para más problemas. Y es que las autoridades francesas están en estado de alerta por la violencia desplegada por los fanáticos rusos durante el torneo que se disputa en varias ciudades francesas durante un mes.
Los fuertes enfrentamientos en Marsella de la semana pasada entre aficionados rusos e ingleses representan el capítulo más reciente en la sombría lista internacional de violencia asociada al fútbol que provoca caos a su alrededor.
Este tipo de actos vandálicos solían ser la especialidad de los aficionados ingleses, reconocidos en toda Europa por su violencia exhibida tanto por parte de los fanáticos de la selección como por los radicales de los clubes de ese país. Pero las cosas han cambiado. Existen aficionados violentos por todo el continente, y los enfrentamientos en Marsella demuestran que los rusos están a la altura de cualquier oponente cuando se trata de peleas relacionadas con el fútbol.
De los vídeos y las fotografías tomadas en el antiguo puerto de Marsella y más tarde en el estadio Vélodrome, queda claro que los «combatientes» rusos no son unos simples aficionados, sino que están bien organizados y entrenados.
La policía francesa, en sus intentos de neutralizar a los hooligans, parece muy poco preparada para dicha empresa. Los hooligans rusos, después de todo, no eran algo conocido por la policía rusa en el pasado: no existían durante la Unión Soviética. Los hinchas violentos son un invento relativamente nuevo en Rusia.
La mayor parte de los alborotadores rusos, según varias estimaciones, un grupo de entre 70 y 250 hombres, son fanáticos de varios clubes rusos rivales que han llegado a Francia de forma conjunta y organizada para apoyar al equipo nacional.
Los hinchas son fans de conocidos clubes de Moscú y también de entidades menos conocidas. Por ejemplo, el grupo ultra de los Monstruos de Acero, en de la ciudad de Ekaterimburgo, en los montes Urales. Después de Marsella, dos miembros de los Monstruos de Acero publicaron en redes sociales una foto celebrando la obtención de «un trofeo»: una bandera robada a los aficionados ingleses manchada de sangre.
Imagen vía Vk.com
Alexander Shprygin, jefe de la Unión Rusa de Aficionados y exhooligan del Dinamo de Moscú, se niega a decir cuántos de los más de 40 detenidos por la policía francesa son vándalos reales de grupos organizados.
«Esa pregunta no se hace», dice. Según él, ninguno de los fanáticos detenidos estuvieron involucrados en los enfrentamientos.
La UEFA ha impuesto a Rusia una sanción que podría devenir en suspensión. Si sus aficionados de nuevo llevan a cabo actos violentos su equipo será automáticamente descalificado del torneo. Algunos de sus seguidores violentos ya han sido deportados desde Francia. Pero Shprygin atribuye los incidentes de Marsella a la «incapacidad de la policía local y a la mala organización del torneo» .
Sin embargo, la llegada de los partidarios rusos potencialmente violentos no era del todo inesperada. Aunque no tienen la reputación de los seguidores radicales de fútbol alemanes, polacos o ingleses, los rusos han participado de la violencia vinculada al fútbol recientemente al viajar hacia el oeste de Europa para acompañar a sus clubes en las competiciones de ámbito europeo. No obstante, dado su escasos números, levantaron relativamente poca alarma.
Los hooligans más duros de Europa también tienden a organizarse en facciones denominadas ultras, con colores distintivos y cantos que los identifican fácilmente, así como a su peligro potencial.
A pesar de ello, los hooligans rusos han afirmado en privado que les gustaría dejar huella en Europa. Y su primer intento de hacerlo, en gran medida inadvertido en aquel momento, se produjo hace cuatro años, cuando Rusia jugó con Polonia en Varsovia, en la anterior edición de la Eurocopa.
En aquel momento, 5.000 hombres rusos marcharon desde el centro de la ciudad hasta el estadio. Lo que sucedió después fue una serie de escaramuzas entre los aficionados rusos y polacos, y la posterior represión policial con balas de goma y gases lacrimógenos. Las autoridades locales y los medios de comunicación culparon del incidente a los aficionados polacos, y el episodio pronto fue olvidado.
Pero los aficionados rusos estaban, claramente, aprendiendo a cómo luchar en el extranjero. E irónicamente, estaban aprendiendo de los maestros, a quienes luego se enfrentarían en su debut en Marsella: los propios ingleses, cuyo comportamiento imitaban estrechamente a principios de los 90, cuando la cultura hooligan del fútbol llegó a Rusia tras el colapso del Telón de Acero.
Los hooligans rusos comenzaron entonces a hacer estragos en los estadios, destruyendo a menudo los asientos de plástico para luchar contra sus oponentes y la policía. Las autoridades respondieron ajustando la seguridad, lo que trasladó la violencia de los estadios de fútbol a oscuros rincones en las inmediaciones de las ciudades, donde los violentos aprendieron a organizarse y a entrenar para los combates en grupo.
«En la década del 2000, el hooliganismo perdió intensidad y las autoridades hicieron la vista gorda», describe Semyon Charny, investigador de Memorial, un grupo de derechos humanos con sede en Moscú. «Han habido menos incidentes últimamente, probablemente, debido al endurecimiento del control de los estadios de fútbol. Pero las agresiones de los fanáticos no se han erradicado».
Con evidente énfasis en el entrenamiento y los deportes de combate, los hooligans rusos tienden a ser más disciplinados y estar en mejores condiciones físicas que sus homólogos de los países con mayor tradición de violencia organizada en el fútbol. Como muestran las imágenes de Marsella, se trata de hombres musculosos y entrenados que parecen expertos en lucha. Y la Eurocopa 2016, mientras su equipo jugaba contra la nación que inventó el hooliganismo, Inglaterra, puede haber sido la ocasión perfecta para tener una fiesta de presentación continental.
Los políticos rusos no parecen especialmente avergonzados por el comportamiento violento de sus compatriotas en Francia. De hecho, algunos de ellos han recurrido a la retórica nacionalista y antioccidental que se ha convertido en algo común en Rusia en los últimos años.
Vladimir Markin, jefe de prensa de la Comisión de Investigación de la Federación de Rusia,un organismo más o menos comparable al FBI de Estados Unidos, expresó que los aficionados rusos eran «chicos normales» y recurrió a la homofobia y la ruda masculinidad para excusarlos. En respuesta a una declaración del fiscal Brice Robin de Marsella, quien dijo que los hooligans rusos fueron «entrenados para luchar», Markin escribió en Twitterque «un chico normal, que es como se debe ser, probablemente, los sorprende. Ellos están acostumbrados a ver sus ‘muchachos’ solamente en desfiles del orgullo gay…».
«No veo nada malo en las peleas entre radicales», tuiteó Igor Lebedev, vicepresidente de la Duma, la cámara baja del parlamento ruso, y miembro del comité ejecutivo de la Unión de Fútbol de Rusia. «Todo lo contrario, nuestros muchachos hicieron un buen trabajo. ¡Sigan así!».
«Nuestros muchachos acaban de hacer lo correcto persiguiendo a los aficionados ingleses borrachos», afirma Alexander, un hombre de unos cuarenta años de Moscú, que sólo dice su primer nombre, como sucede a menudo en Rusia. «Escuché que los ingleses les habían provocado gritando ofensas contra Putin y Rusia. Sé que no gustamos en Europa, pero al menos ahora van a tenernos miedo».
«Me da vergüenza», desacuerda una mujer de mediana edad que se identifica como Tatyana. «Se comportaron como animales. Es por eso que no me siento cómoda diciendo que soy de Rusia cuando viajo al extranjero».
Los enfrentamientos entre aficionados rusos e ingleses se produjeron en un momento en que las relaciones entre Rusia y Occidente están en el punto más caliente desde los últimos años de la Guerra Fría, a raíz de la anexión rusa de Crimea —antiguo territorio de Ucrania— y su posterior apoyo a los separatistas prorrusos en el Este ucraniano.
«El fútbol es el deporte más agresivo, y esto tiene un impacto en sus fans», señala Charny, el investigador. «Nunca verás este tipo de agresiones entre los aficionados del tenis, por ejemplo».
«En el fútbol, el grado de xenofobia es muy alto», agrega. «Siempre es ‘nosotros versus el enemigo’. Y no es algo específico de Rusia, es un problema de toda Europa».
Los organizados radicales del fútbol ruso han sido noticia en el pasado por tener conexiones con organizaciones políticas, tales como los movimientos juveniles proKremlinIdushchiye Vmeste [Aquellos que Caminan Juntos] y Nashi [Nuestro].
Sin embargo, no está claro si dichos lazos continúan vigentes ni si existen indicios de que los aficionados que estos días han exportado su violencia a Francia puedan estar siendo dirigidos desde arriba.
Tratándose de Rusia, las teorías conspirativas están a la orden del día. Una de estas teorías implica al evento aún más importante que la Eurocopa: la Copa del Mundo, también realizado cada cuatro años. El próximo Mundial será en 2018, y su anfitrión no será otro que Rusia.
«Alguien podría estar interesado en que Rusia pierda el auspicio de la Copa del Mundo ya que eso podría ser expuesto como una clara señal de flagrante injusticia y parcialidad hacia el fútbol ruso, convirtiéndose en una prueba contundente de que la política de confrontación con Occidente es correcta», dijo por la radio Konstantin Remchukov, editor jefe del periódico privado Nezavisimaya Gazeta.
«Pero esto», matizó, «es solo una hipótesis».
Vladimir Kozlov es el author de Fanaty (Fanáticos), un libro publicado en 2008 sobre loshooligans del futbol ruso.