Viktor Orbán ha liderado la ola antimigrantes que ahora amenaza con fracturar la Unión Europea.
27/06/2018 Huffingtonpost.- La crisis migratoria domina la conversación de los líderes de la Unión Europea, que se reúnen en Bruselas estos días. Pese a que la UE ya se había enfrentado previamente al hecho de que cientos de miles de personas cruzaran sus fronteras, la crisis actual la ha creado prácticamente la propia Europa, y aun así sigue amenazando con destruir el bloque.
La cumbre, que la canciller alemana Angela Merkel ha descrito como «decisiva» para la UE, también puede ser decisiva para su suerte política, ya que a nivel nacional Merkel libra una dura batalla con su socio de coalición por la apertura (o no) de fronteras a los migrantes.
El futuro de la Unión Europea, liderada desde años por liberales que han hecho de ella un modelo para crear colaboración económica y una paz duradera (en un continente en el que los países han luchado entre sí durante cientos de años), pende ahora de un hilo.
Y el estandarte de este nuevo giro antinmigración europeo es el primer ministro húngaro de extrema derecha, Viktor Orbán. Por tercera vez consecutiva en el poder, Orbán lleva años desafiando a Bruselas y exprimiendo las divisiones del bloque, al mismo tiempo que refuerza su propia política nacionalista en casa.
Su persistencia ha dado sus frutos.
Pese a que la retórica etnonacionalista de Orbán contra migrantes y su flagrante indiferencia hacia los derechos humanos antes se veían como anomalías radicales en la UE, a día de hoy son parte de la corriente general. El primer ministro de Hungría ahora forma parte de un grupo de políticos de extrema derecha que piensan como él; entre ellos, se encuentra el poderoso ministro de Interior italiano, Matteo Salvini, quien se negó a acoger al barco Aquarius con 629 migrantes necesitados de ayuda humanitaria, y que quiere expulsar a miles de romaníes de Italia.
«Al comienzo de la crisis de refugiados en 2015, [Orbán] fue duramente criticado desde todos los sectores», afirma Peter Kreko, director del think tank húngaro Political Capital.
«Pero ahora cada vez más existe la percepción dentro de la UE de que si los políticos quieren sobrevivir… Orbán les está mostrando la dirección que seguir», prosigue el experto.
Cuando Merkel abrió las fronteras de Alemania a cientos de miles de refugiados que huían del conflicto de Siria y otros países, Orbán hizo justo lo contrario.
Antes de que el presidente de EE UU, Donald Trump, hablara de un muro en la frontera, Orbán ya había erigido una valla con concertinas y había empezado a deportar a inmigrantes. Hizo campaña contra ellos, calificándoles de «veneno», e hizo un llamamiento por una «homogeneidad étnica», posicionándose como defensor de una Europa cristiana contra lo que tachó de «invasores musulmanes».
Otros políticos europeos, grupos de derechos humanos y trabajadores de la ONU condenaron las políticas de Orbán y lo acusaron de violar los principios de la UE. El ex primer ministro belga Guy Verhofstadt dio un encendido discurso en el Parlamento Europeo en 2015 en el que atacó a Orbán, mientras que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, lo saludó de broma con un «Hola, dictador» en una cumbre anterior.
Pero el apoyo nacional a Orbán se ha mantenido firme, ayudado por una oposición liberal dispersa y unas leyes electorales que sus detractores aseguran que fueron concebidas por su propio partido, el Fidesz, para ayudarle a consolidarse en el poder. Aun teniendo en cuenta que el número de inmigrantes que llegan a Europa se ha reducido radicalmente hasta unos niveles previos a 2015 y pese a que apenas han llegado a Hungría, Orbán ha seguido insistiendo en el problema migratorio y alegando que existe una conspiración global contra su administración. Lanzó una campaña antisemitacontra el multimillonario y filántropo George Soros y acusó a su antiguo benefactor, el hombre que le pagó la universidad, de estar haciendo planes para acabar con su gobierno.
«Las tres figuras que lideran Europa ahora mismo son Macron, Merkel… y Orbán», declaró el pasado mes de junio Michael Ignatieff, antiguo líder del Partido Liberal de Canadá y actual rector de la Universidad Centroeuropea de Budapest, fundada por Soros.
«Es destacable que el primer ministro de un país de 10 millones de personas se encuentre en esa posición. Es una prueba de su tenacidad estratégica y de su visión», añadió Michael Ignatieff.
En abril, el Fidesz logró una una abrumadora mayoría de dos tercios en el Parlamento de Hungría y ahora se dispone a reescribir la constitución de su país durante los próximos meses.
«La era de la democracia liberal se ha terminado. Construiremos una democracia cristiana acorde al siglo XXI», aseguró en mayo.
Igual que Orbán ha logrado utilizar la crisis migratoria para atacar a sus detractores y fortalecer sus apoyos, otros líderes de la UE no han sabido lidiar con el creciente sentimiento contra la inmigración que ha surgido en sus fronteras. Los dirigentes que están a favor de acoger a los refugiados, como Merkel, han sufrido en el plano político, mientras que un eje de partidos de extrema derecha, como la Liga Norte en Italia y el Partido de la Libertad de Austria, ha ganado el apoyo de muchos votantes calcando el discurso de Orbán de defender Europa de los intrusos.
«Orbán se ha convertido en una figura importante para las fuerzas antimigratorias de toda Europa, y ya no es la excepción; ha pasado a formar parte de lo corriente», asegura Kreko.
Durante la cumbre actual, es probable que Orbán y sus aliados ideológicos presionen para lograr una Europa que dista mucho de la que persiguen Merkel y Macron. Tengan éxito o no, ya han logrado modificar el límite de lo que es políticamente aceptable en Europa y han creado divisiones en el bloque, a menudo quebrantando el estado de derecho y los derechos humanos en sus propios países.
«Es importante ver cómo la inmigración, y sobre todo en Hungría, está siendo utilizada como motor de un régimen político tremendamente antiliberal y antidemocrático», señala Marta Pardavi, copresidenta del Comité Helsinki de Hungría, una organización de derechos humanos.
El gobierno de Orbán se encuentra en medio de una dura represión contra los derechos humanos y las organizaciones de la sociedad civil. Este mes aprobó una ley que criminaliza las ayudas a los migrantes y refugiados. Este miércoles, los miembros del Fidesz dieron una rueda de prensa en el exterior de las oficinas del Comité Helsinki de Hungría, donde fueron para poner pegatinas en sus puertas, señalándolo como «organización que apoya la inmigración». Ya han hecho lo mismo con Amnistía Internacional y otras ONG.
En el pasado, los miembros de la UE quizás habrían condenado con ferocidad estos ataques a organizaciones internacionales para los derechos humanos. Sin embargo, Merkel y otros líderes han permanecido en completo silencio, ya que esperan la colaboración de Orbán para abordar el problema migratorio. Al guardar silencio, según aseguran los más críticos, la UE se está acercando más a la visión de Orbán, alejándose así de los valores de su fundación: la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho.
«Sinceramente, parece que solo posicionarse a favor de los derechos humanos y de estos valores centrales que están recogidos en el propio Tratado de la UE ahora tiene un alto coste. Demasiado alto», denuncia Pardavi.
«Que nos pusieran pegatinas en las puertas o que aprobaran leyes que criminalizan el trabajo legítimo de los fiscales nos habría parecido surrealista hace solo medio año, pero ahora se ve cómo lo surrealista se convierte en real», añade.
Los desafíos que afronta la UE en este debate son cruciales desde el punto de vista existencial. El Brexit marcó la primera ruptura de la UE, pero puede que no sea la última.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ EEUU y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano y Daniel Templeman Saúco