RAFAEL LATORRE. ZOOMNEWS.- La evolución de las encuestas y la experiencia del voto avergonzado
¿Quién se lo iba a decir al viejo Jean-Marie Le Pen? No ha sido la presión migratoria en los cinturones obreros de las grandes ciudades galas la que ha roto el secular techo de cristal de la extrema derecha, sino la desilusión de los franceses con el proyecto europeo.
Tras 7 años de crisis, el descontento con la política tradicional y la decepción con las instituciones comunitarias han llevado al Frente Nacional francés a acaparar el mayor poder político de su larga historia. El partido xenófobo gestionará 14 alcaldías tras unas elecciones municipales que bendicen su nueva estrategia.
La gran artífice de la transformación del otrora montaraz Frente Nacional en un partido de imagen moderna capaz de capitalizar el creciente desencanto francés es Marine Le Pen, quien ascendió al liderazgo de la formación en enero de 2011 y puede culminar la exitosa transición de la extrema derecha gala con un triunfo en las elecciones europeas del 25 de mayo. La líder populista sabe que esta es la ocasión propicia para derrotar a los aturdidos partidos hegemónicos.
Sirva como argumento este dato, extraído de una encuesta publicada en febrero por Le Figaro: el 45 por ciento de los franceses dice que la primera palabra que le viene a la mente cuando se le pregunta por la Unión Europea es «decepción».
Están apelando a gente nueva, ya no son una extrema derecha de jóvenes sin estudios y violentos, [los populistas] son partidos que apelan a clases medias, que han ensanchado su base electoral”, explica José Ignacio Torreblanca, director de la Oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
Las encuestas otorgan al Frente Nacional una horquilla de entre el 20% y el 24% de los votos. Los sondeos menos favorecedores le sitúan como segunda fuerza política a muy poca distancia de la conservadora UMP y hay encuestas que vaticinan su victoria. Marine Le Pen añade un plus de optimismo, con una base racional, a los sondeos. Las pasadas elecciones presidenciales demostraron la pervivencia de un actor político que podría dar el empujón decisivo al populismo: el votante avergonzado de la extrema derecha, que solo se manifiesta en las urnas.
Ya no existe el frente republicano
En 2002, cuando Jean-Marie Le Pen consiguió apear de las elecciones presidenciales al Partido Socialista de Lionel Jospin y pasar a la segunda vuelta con Jacques Chirac, la izquierda se enfrentó a un cruel dilema. ¿Pediría el voto para un derechista tramposo y perseguido por la justicia para frenar a Le Pen? No era una elección fácil para los socialistas, al fin y al cabo fue François Miterrand quien nutrió políticamente a la derecha radical para debilitar a la derecha conservadora. Aunque dividido, el Partido Socialista optó en aquellas elecciones por la opción del mal menor. Así nació el frente republicano, un cordón sanitario mediante el cual las fuerzas políticas cerrarían el paso de la administración al Frente Nacional.
El frente republicano se ha derrumbado y ese es otro triunfo de Marine Le Pen, que tras las elecciones municipales ingresa en la normalidad política. Como asegura a ZoomNews el profesor asociado de ciencias sociales en la Universidad Sorbonne Nouvelle de París Ugo Rollin, “el Frente Nacional está presente en el juego político desde más de 30 años. Los electores se han habituado a verlo en las elecciones y el olor a azufre que lo rodeaba se ha evaporado un poco con el tiempo”.
La operación ‘Le Pen por Le Pen’ ha sido un éxito
Jean-Marie Le Pen es un soberbio y un deslenguado. Los asesores más pragmáticos del Frente Nacional perdían los nervios con sus periódicos streaptease ideológicos. Al viejo radical se le calentaba la boca hablando de historia y sus desahogos le costaron muchos votos y algunas condenas, como cuando dijo que la ocupación nazi de Francia “no fue especialmente inhumana” o que las cámaras de gas son “un detalle en la historia de la Segunda Guerra Mundial”. A Marine, abogada nacida en 1968, no la pillarán en una de estas porque sabe que ese tipo de declaraciones son las que han construido el referido techo de cristal con el que siempre ha terminado chocando su partido.
Ugo Rollin explica que “el Frente Nacional ha cambiado. Se ha estructurado como los otros grandes partidos, con una organización profesional. De este modo, ha establecido planes de comunicación y estrategias de victoria. Sobre todo, Marine Le Pen trata de mejorar la imagen del partido rompiendo con las provocaciones de su padre y alejando a los miembros del mismo demasiado asociados a la extrema derecha. La exclusión de candidatos con ideas racistas o antisemitas y la marginación de Bruno Gollnisch [que perdió contra ella en las primarias y que en 2004 fue condenado por cuestionar el Holocausto] son algunos ejemplos.”
La palabra que utiliza Marine para referirse al proceso exfoliante al que ha sometido el legado de su padre es ‘desdiabolización’. Uno de los hitos fue la expulsión de Alexandre Gabriac del partido tras la publicación de una fotografía en la que éste, representante del FN para el suroeste de Francia, aparece haciendo el saludo a la romana.
Marine es hija de su padre en lo ideológico pero no tanto en lo temperamental. Sus exquisitas maneras se acompañan de una mayor templanza política. Se indigna cuando se le compara con Amanecer Dorado, ha pedido a los skinheads que se mantengan alejados de los actos de partido y ha tratado de convencer a la comunidad judía de que su condena del Holocausto es sincera. El suyo es un populismo pragmático sin hipotecas sentimentales, de quien ha comprendido que etiquetas como eurorrealista o antiglobalización son mucho más efectivas hoy por hoy que el ancestral eje izquierda-derecha: “En nuestro electorado hay decepcionados de la UMP y del PS. Estamos en el año cero de un gran movimiento patriota, ni de derecha ni de izquierda, que funde su oposición con la clase política actual con la defensa de la nación, el rechazo del ultraliberalismo y del europeísmo”, resumió la política en una reciente entrevista en Le Monde.
Sus correligionarios se sacuden los complejos
A pesar de que pervive un considerable porcentaje (mayor que el resto de partidos) de voto avergonzado, cada vez hay menos miedo a expresar en público simpatía por el Frente Nacional. El cómico de moda Dieudonne M`bala M`bala, que ha convertido el antisemitismo en el principal reclamo de su espectáculo, profesa una gran amistad por la familia Le Pen y su cercanía a los referentes de la extrema derecha francesa es pública y notoria. El futbolista Anelka y cientos de jóvenes enragé se fotografían emulando la popular quenelle, el remedo de saludo nazi que Dieudonne popularizó hasta la náusea.
Brigitte Bardot también ha confesado recientemente su adhesión a Le Pen. El mito erótico mundial de los 60 opina que «votar a Marine es la única forma de salir del burdel en que estamos metidos desde hace unos años. Me da igual que mi opinión no sea políticamente correcta. Ella es la única que denuncia la situación con fuerza y coraje».
La adopción de la agenda nacionalista
“Desde Alemania, al Reino Unido, Bélgica… La mayoría de los países están adoptando una agenda supuestamente contra la inmigración de pobreza, marginación y exclusión pero que en el fondo tiene consecuencias contra la libre circulación y la Comisión Europea se está viendo en dificultades porque no son políticas completamente ilegales sino, digamos, medidas paralegales”, Torreblanca advierte sobre lo que podríamos llamar una victoria previa del populismo europeo. A saber, que los gobiernos comunitarios, temerosos por la amenaza extremista, terminen por adoptar una agenda política nacionalista o regresiva.
Eso es lo que está ocurriendo en la precampaña para las elecciones al Parlamento Europeo. Según las encuestas, el voto de los partidos extremistas, euroescépticos o eurófobos conseguirá sentar en el Parlamento Europeo a 210 diputados de los 751 en liza.
Buena parte de los analistas políticos franceses interpretaron el giro derechista de Sarkozy tras el fichaje de Patrick Buisson como una medida desesperada para frenar la fuga de votos al Frente Nacional. Hace unas horas, el presidente François Hollande anunció el nombramiento como primer ministro de Manuel Valls, al que se considera una especie de antídoto contra Le Pen. Estas decisiones de apariencia desesperada terminan asumiendo un enorme riesgo, que bien se puede resumir con el adagio que hizo célebre el propio Jean-Marie Le Pen: “Los electores suelen preferir el original a la copia”.