La Vanguardia.- Los jóvenes españoles que no denuncian los delitos de odio lo hacen por hallarse en situación irregular, tener escasos recursos económicos, el desconocimiento sobre el proceso o la ausencia de confianza en el sistema, entre otras causas, según se desprende del informe ‘La infradenuncia de los delitos de odio en España en 2022’.
Los jóvenes españoles que no denuncian los delitos de odio lo hacen por hallarse en situación irregular, tener escasos recursos económicos, el desconocimiento sobre el proceso o la ausencia de confianza en el sistema, entre otras causas, según se desprende del informe ‘La infradenuncia de los delitos de odio en España en 2022’.
La investigación, presentada este miércoles por la Asociación Columbares, se incluye en el proyecto ‘Está en tu mano’ y está financiada por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. El objetivo de las doctoras María Pina Castillo, de la Asociación Columbares, y Mª Ángeles Hernández, de la Universidad de Murcia, fue estudiar la situación actual de la infradenuncia de los delitos de odio entre la población joven.
El estudio se realizó mediante un cuestionario cumplimentado por más de 3.000 jóvenes en España y 18 entrevistas realizadas a víctimas que han sufrido algún delito de odio en el territorio nacional. El cuestionario se ha llevado a cabo en centros educativos de toda España y lo han rellenado alumnos de entre 14 y 24 años. Participaron un 53% de mujeres, un 45% de hombres y un 2% de personas intersexuales.
Según el estudio, el delito de odio es la agresión, ya sea verbal o física, hacia la persona o alguno de sus bienes, motivado por la pertenencia a un grupo, De acuerdo con esta definición, el 38,5% de los jóvenes encuestados afirma haber sido víctima de un delito de odio.
Ceuta es la ciudad con más delitos de odio, seguida por Murcia y Navarra, mientras que las comunidades donde menos los sufren son Extremadura, Aragón y Asturias. El estudio reflejó que hay una gran similitud en las comunidades autónomas entre la frecuencia con la que emiten mensajes de odio, los reciben y los presencian. Sin embargo, las formas de abordarlos y recibirlos son muy dispares, según la investigación.
Mientras una gran parte de los entrevistados creen que la mayoría de los denominados delitos de odio son expresiones generalizadas, otra parte opina que son expresiones que pueden afectar muy negativamente al receptor. Además, los jóvenes sí que saben detectar con facilidad los mensajes de odio en frases como “los inmigrantes son delincuentes”, “ser homosexual es antinatural” o “los gitanos no son de fiar”.
El estudio también destacó un «dato revelador» sobre las situaciones en las que más se reciben mensajes de odio, que se dan más durante las relaciones interpersonales o en ciertas situaciones que se dan en instituciones educativas.
Además, es destacable conocer los motivos por los que los jóvenes creen que se emiten estos mensajes y la reacción cuando se convierten en receptores. Según el estudio, los jóvenes creen que el principal motivo para hacer esos mensajes es «simplemente para hacerse los graciosos», seguidos de «sentirse superiores a los demás».
Por último, la investigación resaltó que las dos formas más habituales de actuar ante mensajes de odio sean totalmente opuestas, o bien ignorando el mensaje o contándolo a la gente de confianza, pero «casi ninguno decide publicarlo en redes sociales».