Buenismo y malismo

, , | 6 junio, 2017

Los radicales islamistas comparten muchas características con los extremistas de derechas

VÍCTOR LAPUENTE GINÉ. EL PAÍS.- Tras un atentado islamista, la derecha se siente autorizada a predicar. Theresa May reivindica los valores británicos y los conservadores continentales, los europeos. Y todos, al unísono, menosprecian el “buenismo” de la izquierda, ese “relativismo moral” que estaría abonando el terreno al extremismo religioso. Pero, en realidad, lo que alimenta la yihad no es tanto el buenismo de cierta izquierda como quizás el “malismo” de otra derecha.

 

En su exhaustivo estudio Ingenieros de la yihad, los sociólogos Diego Gambetta y Steffen Hertog encuentran que los radicales islamistas comparten muchas características con los extremistas de derechas. Tanto los unos como los otros desean mantener puro su ambiente social y sienten asco por quienes entienden que perturban el orden tradicional, como los inmigrantes o las minorías sexuales. Esto los separa, por ejemplo, de muchos extremistas de izquierdas.

La derecha y el islamismo radicales atraen a individuos que buscan certidumbres y estructuras fijas para sus vidas. No es casual que Hitler alabara los preceptos de limpieza, abstinencia, ayuno y rezo del islam como rutinas inteligentes que traen orden a cotidianeidad. No es fortuito tampoco que haya una sobrerrepresentación de ingenieros entre los terroristas yihadistas, así como entre neonazis y supremacistas blancos. Por el contrario, los extremistas de izquierdas, de Japón a América Latina pasando por la Baader-Meinhof y las Brigadas Rojas, suelen proceder de disciplinas menos amantes del orden, como humanidades o ciencias sociales.

Los extremistas derechistas e islamistas poseen también una creencia en común: que la frontera entre su grupo y el resto del mundo es impermeable. Ven el mundo de forma categórica, con lo que son más propicios a acciones agresivas contra sus enemigos, muchos de ellos compartidos, como los judíos o las comunidades étnicamente diversas.

Es esa visión cainita, ese “malismo” de los extremistas, lo que debemos combatir. Y para ello nada mejor que revitalizar la tolerancia a la diferencia, el viejo “buenismo” de la izquierda progresista y la derecha liberal.

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