Tras la convulsión internacional provocada por el Brexit y la victoria de Donald Trump, la líder ultranacionalista pretende cabalgar encima de la ola del descontento popular y repliegue nacional para convertirse en la próxima inquilina del Elíseo. Según los últimos sondeos, Le Pen será la candidata más votada en la primera vuelta de las presidenciales, con un 25% de los votos. Pero en la segunda vuelta será claramente derrotada por el candidato centrista ybusiness friendly Emmanuel Macron (64% de los sufragios frente a 36% de Le Pen) o por el líder de la derecha republicana François Fillon (54% de los votos ante el 46% de la líder frentista).
El despertar de los pueblos es histórico y marca el fin de un ciclo”, aseguró Le Pen de forma magnánima durante el discurso que clausuró la convención. Con esta retórica nacionalista y anti-establishment, en que las palabras “pueblo” y “casta” se repiten constantemente, la candidata desgranó las principales promesas electorales de su partido; por ejemplo, la organización de un referéndum sobre la permanencia en la Unión Europea o la expulsión de todos los inmigrantes sin papeles. Pese a la voluntad de los dirigentes del FN de distinguirse de su pasado neofascista, su programa destaca por prometer las mismas medidas que esta formación ha defendido durante las últimas décadas.
“Se trata de un programa anclado en la tradición de la extrema derecha”, explica la politóloga Christèle Marchand-Lagier, experta en los electores del FN. Según esta profesora de la Universidad de Avignon, “son prácticamente las mismas medidas electorales con las que se presentaba a finales de los años noventa Jean-Marie Le Pen [padre de la actual candidata, y repudiado ahora de la dirección del partido por haber relativizado la existencia del Holocausto]”.
Estas propuestas xenófobas y antieuropeístas, sin embargo, no sólo se ven disimuladas por las expresiones que se utilizan para presentarlas, sino también por la retirada de algunas de las promesas más polémicas en materia de derechos civiles, como la defensa de la pena de muerte o la oposición al aborto y el matrimonio homosexual. Entre los dirigentes actuales del FN, se encuentran defensores de los derechos del colectivo LGBTI, como Sébastien Chenu (fundador de la asociación Gaylib). Y el número dos del partido, Florian Philippot, ha asegurado públicamente ser homosexual. Según un estudio del centro de análisis político Cevipof, el 32% de las parejas homosexuales casadas votaron al FN en las elecciones regionales de 2015, frente al 30% de los matrimonios heterosexuales.
“La estrategia de desdemonización se ve reflejada en algunos cambios cosméticos”, reconoce Emmanuelle Reungoat, profesora de la Universidad de Montpellier y especialista de las formaciones euroescépticas. Sin embargo, los dirigentes del FN “han acentuado su oposición a la construcción europea”, afirma esta investigadora en el Centro de Estudios Políticos de Europa Latina.
Una oposición radical a la UE
Gracias al creciente euroescepticismo de la sociedad francesa, el FN ha podido posicionarse con claridad en contra de la UE. Mientras que esta formación se conformaba en 2012 con pedir una reforma de los tratados europeos, ahora aboga por la organización de un referéndum sobre la pertenencia de Francia a la comunidad europea. Defiende, además, la suspensión del espacio Schengen y el restablecimiento de las fronteras nacionales.
Estas medidas euroescépticas mantienen, asimismo, algunas similitudes significativas con las propuestas de otros candidatos. Por un lado, el conservador Fillon reivindica una profunda reforma de los acuerdos de Schengen que permita reintroducir los controles fronterizos. Por el otro, el representante de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon pretende reformar los tratados europeos con el objetivo de crear una Europa social. Pero, en el caso de que la negociación con los otros Estados resultara infructuosa, defiende la convocatoria de un referéndum sobre la continuidad de Francia en la UE.
A pesar de posicionarse a favor de la salida de Francia de la UE, el partido de Marine Le Pen dispone de una posición bastante más ambigua sobre el euro. En su programa no aparece de forma explícita el abandono de la moneda única. Se habla solamente de “volver a una moneda nacional adaptada a nuestra economía”. Una divisa que podría coexistir con otra europea destinada a las transacciones de las grandes empresas. “Los electores del FN no están demasiado convencidos sobre la necesidad de salir del euro”, explica Marchand-Lagier, quien reconoce que se trata de “una cuestión que genera un gran debate entre los miembros de este partido, ya que no hay ningún ejemplo sobre la salida de un país de la zona euro”.
Reducir de forma severa la llegada de inmigrantes
Los dirigentes de esta formación ultranacionalista, en cambio, no tienen ninguna duda sobre la necesidad de restringir la inmigración. Pretenden reducir el saldo migratorio –el balance que existe entre las personas que entran y salen del país– a 10.000 nuevos inmigrantes cada año. Una cifra muy alejada de la realidad actual, en la que 200.000 extranjeros consiguen cada año regularizar su situación en Francia y el saldo migratorio se sitúa en torno a 100.000 personas. Para reducir de una forma tan severa la llegada de extranjeros, el FN propone expulsar a todos aquellos que no dispongan de un permiso de residencia, restringir la reagrupación familiar, suprimir el ius soli (derecho del suelo) que permite obtener la nacionalidad francesa a los hijos de los inmigrantes nacidos en el hexágono y negar el derecho al asilo a cualquier refugiado que se encuentre en territorio francés.
“El FN continúa utilizando las mismas expresiones que utilizaba Jean-Marie Le Pen. Habla de la inmigración como una bomba aspirante (de recursos públicos)”, asegura Reungoat. La principal novedad consiste ahora en el hecho de asociar la restricción de la inmigración con la lucha contra el terrorismo. Ante la ola de atentados vivida en Francia, Marine Le Pen apuesta por la expulsión de todos los extranjeros vinculados con el fundamentalismo islamista y la retirada de la nacionalidad francesa a los binacionales acusados de terrorismo. Según el diario L’Humanité, el 60% de los electores frentistas considera el yihadismo un problema fundamental.
Estas propuestas, que vinculan de forma implícita el terrorismo con la inmigración, no resultan exclusivas del FN. Por un lado, el candidato de la derecha republicana, Fillon, ha incorporado en su programa estas medidas fetiche de la extrema derecha. Por otro, el actual gobierno socialista intentó aprobar la retirada de la nacionalidad a principios del año pasado, pero la presión social y mediática le obligó a echarse atrás.
Además de combatir el terrorismo, la extrema derecha ve en su lucha contra la inmigración la mejor manera para enderezar las finanzas del Estado. Defiende la supresión de la asistencia médica a los extranjeros sin permiso de residencia, limitar la concesión de las ayudas familiares a los ciudadanos con la nacionalidad francesa y poner punto y final a la gratuidad de la educación pública para los hijos de los inmigrantes en situación irregular. Unas medidas adoptadas, según la formación ultraderechista, con el objetivo de reducir el gasto público. Para incrementar la recaudación fiscal, aboga por tasar con un 3% las importaciones e introducir un impuesto adicional sobre la contratación de los empleados extranjeros –una medida tradicional de la extrema derecha francesa, que ya la proponía en 1986, según recuerda el diario Libération–.
Un programa económico ni de izquierdas ni de derechas
Según las cuentas, un tanto fantasiosas, del programa del FN, estas medidas permitirían reducir un 10% los impuestos a los franceses con ingresos más modestos y disminuir del 33% actual al 24% la fiscalidad de las pequeñas y medianas empresas. Además, esta formación ultranacionalista defiende la conservación del generoso (para los nacionales) modelo social francés, con la derogación de la reforma laboral que pone en riesgo las 35 horas de trabajo semanal y con el restablecimiento de la edad de jubilación a los sesenta años. Con estas promesas, pretende seducir a los votantes tradicionales de la derecha republicana que no compartan las severas políticas de austeridad defendidas por Fillon, quien reivindica la supresión de 500.000 puestos de funcionarios.
El partido de Marine Le Pen también propone un incremento significativo del gasto público, sobre todo en materia de defensa, cuyo presupuesto pasaría del 1,78% actual al 3% del PIB nacional, lo que permitiría la contratación de 50.000 nuevos militares. De hecho, más de la mitad de los miembros de las fuerzas armadas prevé votar a Marine Le Pen, según un estudio del Cevipof.
El programa económico del FN, que siempre se ha autodefinido como un partido ni de izquierdas ni de derechas, se caracteriza por ser una amalgama de medidas socialdemócratas y conservadoras. “Le Pen no se dirige sólo a las clases trabajadoras, sino a un electorado interclasista, que incluye a todos los franceses”, explica Reungoat. De hecho, los votantes de la extrema derecha destacan por “tener una procedencia social muy variada”, afirma Marchand-Lagier. El electorado frentista abarca desde los parados afectados por la intensa desindustrialización del norte del país hasta las clases medias acomodadas del sur de Francia.
“En nombre del pueblo”, el lema populista del FN
“Muchos de los electores del FN no son conscientes de la radicalidad de las ideas de este partido”, asegura Marchand-Lagier. Según esta experta del electorado de extrema derecha, la mayoría de los votantes que han sucumbido durante estos últimos años al canto de las sirenas del lepenismo lo ha hecho porque están decepcionados con los partidos tradicionales: “Piensan que como este partido nunca ha gobernado, quizás ha llegado el momento de apostar por ellos”.
Para ampliar su electorado, Le Pen apuesta por una estrategia populista, focalizada en torno a su carisma personal y en mostrarse como una candidata cercana a la gente. Las siglas del partido prácticamente no aparecen en los mítines. Han sido reemplazadas por una rosa azul y pancartas de “Marine, presidenta”. El eslogan que el FN ha escogido para las presidenciales es “En nombre del pueblo”. Este discurso anti-establishment se ve reflejado en una de las medidas más innovadoras de su programa: la creación de un sistema de referéndums, similar a la democracia directa suiza, que permite someter a votación popular iniciativas legislativas que hayan recogido 500.000 firmas.
“Se trata de una medida muy oportunista”, afirma Marchand-Lagier, quien recuerda el autoritarismo con el que la familia Le Pen siempre ha dirigido esta formación. Según esta politóloga, la estrategia populista del FN resulta poco coherente, “ya que Marine Le Pen ha vivido durante toda su vida de la actividad política”. Además, esta organización está implicada en un escándalo de corrupción por la malversación de un millón de euros de los fondos del Parlamento Europeo, con el que se pagaron supuestamente los salarios de una veintena de asistentes parlamentarios que en realidad ejercían como empleados del partido.
Debido a esta reputación poco ejemplar, la mejor manera con que la extrema derecha francesa puede distinguirse de las otras fuerzas políticas tradicionales es defendiendo las medidas más radicales en materia de inmigración y oposición a la UE. El FN ocupa un espacio cada vez más central en el paisaje político y mediático francés, a pesar de que sus propuestas continúan siendo igual de xenófobas y nacionalistas que siempre.