Los mayores, el grupo más afectado por la Covid-19, están sufriendo además un aumento de la discriminación por motivos de edad que podría disparar los suicidios de ancianos
IRENE HERNÁNDEZ VELASCO. EL MUNDO.- No hay duda: el SARS-CoV-2 es un virus que se ensaña con los más mayores, un virus que está perpetrando un auténtico ‘ancianicidio’. Las cifras no dejan la más mínima duda al respecto.
Casi un 90% (un 87% para ser exactos) de todas las víctimas mortales que se ha cobrado el coronavirus en España eran mayores de 70 años. Sólo en las residencias de ancianos, el maldito virus se ha llevado por delante la vida de más de 18.000 personas en apenas dos meses. En Corea del Sur, el país que más test ha realizado, los datos oficiales indican que entre los menores de 59 años el SARS-CoV-2 tiene una capacidad de matar bastante relativa, por debajo del 0,4%. Sin embargo, entre quienes tienen entre 70 y 79 años llega a matar a casi 5 de cada 100 que se contagian. Y entre los mayores de 80 años la tasa de mortalidad se dispara al 8,23%.
Pero no es sólo que el endemoniado coronavirus se esté encarnizando con los más mayores. Por si ese colectivo que representa el 19,3% de los españoles no tuviera ya suficiente con el SARS-CoV-2, la pandemia desatada con la aparición de ese virus está incrementando peligrosamente la discriminación contra ellos.
«La gerontofobia se está exacerbando. Los ataques y los insultos contra los mayores crecen. El resto de la sociedad nos ve como personas que podemos contagiarles, como los más débiles… Todo lo que se dice de nosotros es en negativo», se queja Paca Tricio, presidenta de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP). «La gerontofobia existe, y siempre es consecuencia de algo. Y esta vez ha sido el coronavirus el que la ha puesto en marcha.
La sociedad, a través de los medios de comunicación, es consciente de que las personas mayores somos las más vulnerables al coronavirus. Y eso ha desatado miedo hacia los ancianos, a que puedan contagiar la enfermedad a los demás», coincide José Manuel Martínez Gómez, geriatra y presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma).
Las pruebas del acoso que sufren los mayores están por todos lados. Ahí están esos jóvenes de La Línea de la Concepción que en marzo pasado recibieron con insultos y pedradas la llegada a esa localidad de un autobús con 28 ancianos procedentes de una residencia de Alcalá de El Valle donde se habían producido muchos contagios. O esos empleados de residencias de ancianos que decidieron cogerse un permiso no retribuido en cuanto el coronavirus empezó a asomar las orejas, dejando a muchos mayores desatendidos. O todos esos ancianos que, como Margarita P. (81 años), son increpados cuando salen a pasear. «¡Abuela, váyase a casa y enciérrese allí! Así sólo se pone en peligro a sí misma y nos pone en peligro a los demás», le recriminó un vecino en el descansillo de la escalera. Como si Margarita fuera culpable de algo cuando, lo que es, es víctima. Aquella fue su última salida de casa.
«Y eso que las personas mayores, por prescripción facultativa, tienen que caminar a diario unos 45 minutos. Si no lo hacen, se aceleran sus patologías y su nivel de dependencia aumenta», sostiene Martínez Gómez, quien con ese mismo argumento se opuso en redondo a la posibilidad de que se pudiera prolongar el confinamiento sólo a los mayores por ser el grupo de más riesgo.
«Además, cuando salimos a pasear tomamos todas las precauciones, somos muy responsables. Somos los primeros interesados en no contagiarnos y en no contagiar a nuestras familias», señala Paca Tricio. «Aun así, cuando yo salgo a la calle con mi mascarilla y mis guantes, perfectamente equipada, veo que la gente se cruza corriendo de acera en cuanto me ve, supongo que porque tengo el pelo blanco. Y veo que esas mismas personas, cuando se encuentran con alguien de otra franja de edad y que a lo mejor no lleva mascarilla, no se comportan así, no salen huyendo como hacen conmigo».
Por no hablar del vicegobernador de Texas, Dan Patrick, quien en un programa de la cadena Fox News salió diciendo que los ancianos estadounidenses tenían que estar dispuestos a arriesgar su salud (léase a morir) para que la economía pudiera volver a funcionar. «Aquí nadie se ha atrevido a decir algo parecido, sería tremendo. Pero, aunque no lo digan, estoy segura de que muchos lo piensan», opina la presidenta de UDP.
Es verdad que ningún representante político español ha osado a ir tan lejos como el vicegobernador de Texas. Pero, aunque más tímidamente, también ha habido quien ha soltado auténticas barbaridades. Es el caso de la concejal del Ayuntamiento de Arrecife Elisabeth Merino, perteneciente al grupo mixto Somos Lanzarote-Nueva Canarias, quien en una entrevista de radio se despachó diciendo que el nuevo brote de coronavirus es «un aviso de la naturaleza de que puede ser que estemos llenando la tierra de muchas personas mayores y no de jóvenes».
El rechazo a los mayores, también conocido como edadismo, está por todas partes. Al fin y al cabo, vivimos en efebocracia, en una sociedad que rinde culto a la belleza y la juventud. «Si el coronavirus matara a los jóvenes, estoy seguro de que el Gobierno habría reaccionado antes, lo tengo clarísimo. Pero ataca a los mayores, y los mayores no somos los guapos de la película, no contamos», se lamenta Eduardo Rodríguez Rovira, presidente de honor de Ceoma.
Pero sin duda la prueba más contundente y brutal de la gerontofobia que ha traído el SARS-CoV-2 es la criba de pacientes que se ha hecho en las UCI ante la saturación de los servicios sanitarios y la escasez de recursos para atender a todos los enfermos. Las instrucciones que las autoridades sanitarias han dado, en algunos casos por escrito, es que se dejara fuera a los mayores de 80 años… «Han muerto tantos mayores sencillamente porque no se les ha atendido. Los mayores tenemos muy claro que tiene que vivir antes un joven que uno de nosotros, pero que sean otros los que lo decidan, los que nos lo impongan, es aberrante. ¿Qué es eso de que se seleccione en función de la edad? Eso tiene un nombre: ancianicidio», sentencia Paca Tricio.
«Lo que ha ocurrido con los hospitales, el que se negaran a recibir enfermos mayores de 80 años procedentes de residencias, ha sido gerontofobia al máximo nivel», recalca José Manuel Martínez Gómez. «Si yo tengo que elegir entre mi vida y la de mi nieto, sin dudarlo ni un minuto elegiría la de mi nieto. Pero establecer de antemano que los mayores de 80 años se tienen que quedar fuera es inconcebible. Somos exactamente iguales que el resto de la ciudadanos, sólo pedimos que nos dejen vivir», dictamina Rodríguez Rovira.
Todo esto no está haciendo más que aumentar el dolor, el miedo y la confusión que aflige a los ancianos, quienes son, con diferencia, los que peor lo están pasado en esta pandemia. El confinamiento, por ejemplo, ha sido devastador para muchos de ellos. En especial para el alrededor de 2 millones de mayores que viven solos en España, y muchos de los cuales pasan de los 80 años. «Están solos y además están aterrorizados», revela el presidente de honor de Ceoma. «Estoy seguro de que después de dos meses de confinamiento, y lo que queda, los suicidios entre los mayores van a aumentar».
En España se quitan la vida al año cerca de 3.500 personas. Y la cuarta parte de ellos ya son mayores de 70 años. Una cifra que en los próximos meses aún se podría disparar más. «Es muy posible que suban los suicidios de personas mayores», coincide Paca Tricio. «La soledad hace un daño enorme. Y aunque se ha suavizado el confinamiento, hay muchos mayores que van a seguir encerrados. Por miedo al coronavirus y por miedo a que les reprendan por la calle los demás».
Pero, por si todo eso no fuera bastante, hay otra cuestión que acongoja a los 6 millones que hay en España: la posibilidad de que, a raíz de la crisis económica que ha traído la pandemia de coronavirus, les congelen o directamente les bajen las pensiones. Al fin y al cabo, la crisis de 2008 supuso para los pensionistas la congelación total de las pagas en 2011 y subidas de sólo el 1% en los dos años siguientes. Y esta vez se temen que pueda ocurrir algo parecido…
«Nos va a tocar otra vez, ya lo estoy viendo», vaticina la presidenta de UDP. «Y entonces los mayores, a los que nos han discriminado sin cesar durante esta pandemia, sí que seremos estupendos. Y, como en 2008, tendremos que ayudar a nuestros hijos y a nuestros nietos. ¿Por qué no se pone un impuesto a los ricos? Porque no se atreven a ir contra ellos, pero con los mayores se atreven a todo. Es indecente». «Muchos mayores están aterrorizados ante la posibilidad de que les bajen las pensiones. Sería muy injusto, después de habernos matado toda una vida a trabajar y con la que nos está cayendo», subraya Eduardo Rodríguez.
«Está siendo muy cruel el trato hacia los mayores en esta pandemia, muy cruel. Ojalá aprendamos para que en el futuro no se vivan situaciones como esta», concluye Paca Tricio.