Aspectos ideológicos del fascismo

| 6 junio, 2015

EDUARDO MONTAGUT.- En el presente artículo intentamos realizar un acercamiento a la ideología fascista, objetivo un tanto osado dado el formato y tamaño de los artículos periodísticos, pero nos parece fundamental que tengamos presente estas cuestiones en épocas de crisis.

Las ideologías de la época contemporánea, tanto el liberalismo como el socialismo se construyeron sobre supuestos racionales; la democracia supone el triunfo de todo este legado. La doctrina fascista rompió con la herencia racional y adoptó un acusado irracionalismo. Los fascistas desconfiaban de la razón y  fomentaron el comportamiento irracional de las conductas, así como los sentimientos o manifestaciones intensas hasta la glorificación del fanatismo. Las ideas fascistas se construyeron sobre dogmas, sobre ideas indiscutibles, como pueden ser la superioridad del jefe o líder, del hombre sobre la mujer, el soldado sobre el civil, o la cuestión de las razas superiores e inferiores. Es el triunfo del tabú, de lo que hay que admitir sin discusión o análisis, del totalitarismo frente al debate libre.

Para el fascismo los individuos están subordinados al Estado, uno de los pilares del totalitarismo. El Estado totalitario no está basado en la división de los poderes ni en sus contrapesos según el modelo liberal-democrático. Además, está prohibida la disidencia y que la oposición política se articule de la forma que sea, especialmente a través de los partidos políticos según el mismo modelo democrático. La oposición es considerada como una grave perturbación para el buen gobierno y para el orden. El Estado, en fin, monopoliza la verdad. Para ello, cuenta con la propaganda y la exclusividad de los medios de comunicación. La crítica es, pues, imposible. «Todo en el Estado, nada fuera del Estado» es la frase de Mussolini que resume esta concepción.

El fascismo se caracterizó por la conculcación de las leyes preexistentes y de un Parlamento servil que abdicó de una de las obligaciones de todo poder legislativo: el control del ejecutivo.

El fascismo italiano generó un conjunto nuevo de leyes, denominadas «Leyes de defensa del Estado». Este corpus legal suprimía muchos derechos individuales. Pero, además, es el triunfo del arbitrio sobre dicho imperio de la ley.

Solamente una minoría, una élite, puede gobernar según las ideas fascistas, porque se partía del postulado de la desigualdad de los hombres, frente al postulado del liberalismo y de la democracia que establece la igualdad. Así pues, se rechaza de plano el concepto de democracia, ya que ésta reconoce los mismos derechos a todos los ciudadanos. Las elecciones son consideradas por Mussolini una «falacia democrática». El número no puede gobernar un Estado.

La desigualdad de los seres humanos no sólo tiene consecuencias en el gobierno de los Estados, sino que presenta otras dimensiones que debemos estudiar. En primer lugar se desvaloriza a la mujer. Las mujeres tienen misiones en la vida pero nunca las relacionadas o vinculadas con la política o el ejercicio profesional fuera del ámbito doméstico. Los nazis establecieron el modelo de las denominadas tres K: Kinder, Küche, Kirche, es decir, niños, cocina, iglesia. Las mujeres deben estar subordinadas al hombre, al marido. Esta filosofía inspiró a la Sección Femenina en nuestro país.

Otra de las consecuencias de la desigualdad tiene que ver con el triunfo del racismo. Habría pueblos superiores, como el italiano según Mussolini, o los arios frente a judíos, gitanos, eslavos, etc. De sobra son conocidas las dramáticas consecuencias de esta defensa de la superioridad de unos pueblos sobre otros.

En resumen, podemos recoger la siguiente frase de Ebenstein:

«En el código fascista, los hombres son superiores a las mujeres, los soldados a los civiles, los miembros del partido a los que no lo son, la propia nación a las demás, los fuertes a los débiles, y los vencedores en la guerra a los vencidos»

Por encima de todos y de las élites está el jefe, el líder, el hombre excepcional, un superhombre. Las naciones fuertes necesitan estos hombres fuertes. El resto debe obedecer sus decisiones sin titubeos. La obediencia debe ser ciega. El líder nunca se equivoca, siempre tiene razón. El duce, el führer, el caudillo, el conducator, etc se rodea de grandes escenografías en desfiles y actos multitudinarios de exaltación y de demostración de la unidad en torno a sus personas. El culto a la personalidad llega al paroxismo.

El fascismo tenía un evidente componente imperialista. El fascismo nació de un nacionalismo de vencidos, de revancha. De ese nacionalismo herido se pasó al imperialismo con mucha facilidad. La nación encontraría su horizonte en la formación de un imperio, de un espacio vital, ya que un pueblo superior  tiene derecho a disponer de un espacio para realizarse, ya sea el centro y este de Europa para el nazismo, ya sea África para el fascismo italiano. Al tener derecho a ese espacio y a conquistarlo se vulneraría el derecho internacional.

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