Racistas, homófobos, antisemitas… el Legia de Varsovia jugará en Champions en puerta cerrada por la peligrosidad de sus hooligans. Se esperan 4.000 en Madrid y un dispositivo histórico de seguridad
GONZALO CABEZA. EL CONFIDENCIAL.- En polaco se define con la palabra ‘ustawka‘ a la lucha prefijada por dos grupos de hooligans en los alrededores del estadio. Si hay un término concreto para el acontecimiento es solo porque existe una muy arraigada tradición de este tipo de peleas. Son batallas al límite, de puños y patadas, de una violencia extrema. El fútbol es el trasfondo, pero es lo de menos, la afición de los equipos polacos está considerada de muy alta peligrosidad y en Madrid se espera con mucha intranquilidad lo que puede llegar este martes. El Legia de Varsovia es el equipo más grande del país, también uno de los que más violentos acoge en su grada. No en Polonia solo, en el mundo.
La policía espera una llegada a Madrid de 4.000 aficionados polacos, una buena parte de ellos ultras. Para recibirles se ha planteado un inusual dispositivo de seguridad, muy superior al de anteriores ocasiones, en el que se movilizarán más de 2.000 efectivos para tratar que la calma reine tanto en los alrededores como dentro del estadio. La cifra es similar, incluso superior, a la que se suele dar en otros partidos de altísimo riesgo como el clásico entre el Real Madrid y elBarcelona. Los primeros incidentes surgieron en la madrugada del lunes al martes, al ser detenidos tres seguidores polacos por causar destrozos en un bar del distrito de La Latina. Trataron de robar una caja registradora, un móvil y llegaron a agredir a dos camareras. Poco antes de las cuatro, los tres individuos, de 31, 33 y 34 años, empezaron a insultar a los clientes, llegando a dar uno un cabezazo a una camarera a la que tratararon de sustraer su teléfono.
En la memoria del aficionado están presentes las imágenes de los ultras rusos en la última Eurocopa, cuando sembraron el terror por las calles de Francia con una tremenda organización y violencia. Ese mismo esquema es el que repite el club de Varsovia. El ejemplo más claro de cómo se las gastan en las gradas es que la UEFA ha decidido que su estadio permanezca cerrado en todos sus partidos de la Liga de Campeones. La decisión se tomó después del primer partido de grupos, contra elBorussia Dortmund, cuando los ultras más radicales, conocidos como Teddy Boys 95‘, se enzarzaron en una enorme pelea en la que incluso se pudo ver como los violentos utilizaban sprays de pimienta en contra de los miembros de la seguridad del estadio.
El fútbol y la violencia tienen una relación especialmente intensa en Polonia. Desde la caída del comunismo las distintas aficiones se organizaron creando batallas campales en casi todos los partidos. Es más, incluso a los partidos de la selección los radicales iban identificados con los emblemas de sus respectivos equipos y se pegaban entre ellos. La cosa era tan extrema que incluso los ultras decidieron, en una reunión a la que acudieron los principales líderes de cada equipo, no utilizar armas en sus tumultos, algo que fue en buena medida respetado y que supuso un cambio para los violentos: empezaron a ir al gimnasio y a tomar esteroides para prepararse de cara a las refriegas. Como pasa con los ultras rusos, también está mal visto que los ultras beban, pues consideran que pierden efectividad. La violencia no es una casualidad generada en el sitio en un momento concreto sino un fin propio de los radicales.
En el Real Madrid hay cierta inquietud por los conflictos que puede ocasionar la llegada de los violentos. De los 4.000 que se esperan al menos 500 no tienen entrada y, aunque se han puesto medidas para restringir la venta a los violentos -no se ha podido comprar entradas con tarjetas de crédito polacas, por ejemplo- no hay certeza plena de que vayan a conseguir plenamente el objetivo. El protocolo de UEFA estipula que los responsables de seguridad de ambos equipos se reúnan en las semanas previas al partido y que la afición visitante no tenga en ningún momento contacto con la local. Estarán en una grada protegida, sus baños serán de uso exclusivo y diez minutos antes de que finalice el encuentro se emitirá un mensaje en polaco avisando a los presentes de que no podrán abandonar el estadio hasta que todos los aficionados locales lo hayan abandonado.
Presencia de policías polacos
Todo esto suele ser suficiente con cualquier afición, las autoridades tienen experiencia sobrada en este tipo de situaciones y, a pesar de eso, este caso es especial. Hay temor por lo que puede suceder, especialmente fuera del estadio. Es corriente con este tipo de grupos violentos que efectivos de seguridad de su propio país viajen con ellos, algo que también ocurrirá esta vez. La coordinación en estos casos es clave y, normalmente, en el propio estado no tendría que haber problema, pues todo está bien diseñado. Más dudas hay en lo que pueda suceder antes, no porque no esté previsto, pues el dispositivo es histórico, sino porque controlar la calle es especialmente difícil en estas ocasiones. En eso se afanaran la Brigada Móvil, de Caballería, Unidades de Intervención Policial (UIP), Guías Caninos, Subsuelo y de la Oficina Nacional del Deporte de la Policía Nacional, así como Policía Municipal, Samur, Cruz Roja y vigilantes y auxiliares de seguridad del Real Madrid.
La propia UEFA ha tenido una relación complicada en el pasado con la afición de Legia de Varsovia. El pasado año entraron en la fase previa de la Liga de Campeones y se cruzaron contra el Celtic de Glasgow. Les eliminaron en el terreno de juego, pero una reclamación por alineación indebida -un jugador sancionado disputó el partido- hizo que fuesen descalificados de la competición. La consecuencia fue una pancarta en la que se veía un enorme cerdo en el medio, rodeado de la orla del escudo de la institución y un mensaje: «porque el fútbol no importa pero el dinero sí». Por los disturbios ocasionados el club fue multado con 80.000 euros.
El propio equipo ha tenido multitud de problemas con sus ultras, con los que mantiene una relación de amor-odio que ha durado décadas. En su historial hay boicots de los radicales por la subida del precio de las entradas o amenazas a presidentes que intentaron, siempre con escaso éxito, moderar la violencia que se vive con frecuencia en el Estadio del Ejército Polaco, que así se llama porque el club, originalmente, estaba vinculado a las fuerzas armadas y siempre tuvo una relación estrecha con el poder.
Los tifos, amenazadores y espectaculares a partes iguales, suelen estar acompañados de una gran cantidad de bengalas, otro de los objetos que tendrán que afanarse en buscar los miembros de la seguridad del estadio, para lo cual se realizarán cacheos previos a los aficionados del Legia que quieran acceder a sus localidades, situadas en la parte alta de la grada norte del Bernabéu, donde están habitualmente ubicadas las hinchadas visitantes.
Como suele pasar con estos grupos de radicales la ideología y la mafia tienen una parte de peso en su estructura. Son cabezas rapadas, racistas, antisemitas -recordado es un partido contra el Hapoel de Tel Aviv- homófobos… el paquete completo. También han sido vinculados en diversas ocasiones con ventas ilegales de entradas e, incluso, tráfico de estupefacientes para financiar al grupo. Cosas que, de todos modos, son muy habituales en este tipo de organizaciones.
Madrid se prepara, se fortifica casi, ante la llegada de las bestias. El temor, por una vez, no es el juego del rival sino la peligrosidad de sus mesnadas. Alerta máxima contra el Legia de Varsovia.