El colectivo gitano llega a su Día Internacional denunciando el recrudecimiento de discursos estigmatizantes y prácticas discriminatorias durante la crisis del covid19. También señalan cómo la situción económica de gran parte de la población gitana está en una situación límite a causa del confinamiento
SARAH BABIKER. EL SALTO DIARIO.- Es 8 de abril de 2020, pero el mes de abril de este año es bien distinto a cualquier otro. Como cada 8 de abril, hoy se celebra el Día Internacional del Pueblo Gitano. El primero en estado de alarma, exepcionalidad que se traducirá en que miles de personas homenajeen desde sus casas aquella reunión en Londres que en 1971 instauró un himno y una bandera común para el pueblo gitano.
En ocasión del Día Internacional del pueblo gitano se rinde homenaje a las víctimas romanís de la Segunda Guerra Mundial. Un gesto simbólico que toma cuerpo en el ritual de la Ceremonia del Río. Este año no habrá flores, ni grandes grupos uniéndose frente a ríos, ni representantes políticos haciéndose la foto.
Y sin embargo, el 8 de abril sigue: “Pero sentimos que en estos momentos difíciles de estado de alarma y de confinamiento que estamos viviendo, también es nuestro deber denunciar el aumento del racismo y, en particular, el antigitanismo hacia nuestro pueblo. En estas semanas hemos sido testigas de numerosos actos de violencia periodística y policial”, reza un comunicado de AMUGE, la asociación de Mujeres Gitanas de Euskadi. El confinamiento no solo ha obligado a virtualizar la celebración del 8 de abril, sino que ha revivido la dinámica de persecución y señalamiento que puebla la memoria histórica que esta fecha recupera y honra.
“Esta crisis lo que ha aflorado es el racismo latente que ya existía, y lo ha hecho de manera virulenta”, apunta Iñaki Vázquez, de la Plataforma Khetane
El entorno asociativo gitano anda en plena efervescencia; si la pandemia ha supuesto un duro golpe para toda la sociedad, y el confinamiento ha interrumpido gran parte de la actividad económica generando un paro histórico, el pueblo gitano ha sido además señalado como amenaza, y estigmatizado por parte de los medios y algunos representantes públicos.
“Esta crisis lo que ha aflorado es el racismo latente que ya existía, y lo ha hecho de manera virulenta”, apunta Iñaki Vázquez, de la Plataforma Khetane. En un clima que considera de racismo general, Vázquez señala el aumento de manifestaciones específicas de odio antigitano: “La casuística de esas expresiones de racismo tiene que ver sobre todo con asociar comportamientos incívicos de individuos o personas concretas a todo el pueblo gitano, algo que no se hace con el pueblo payo”. En este sentido, recuerdan que cuando los madrileños, saliendo de su comunidad autónoma antes del cierre, llevaron el virus a Murcia o Valencia, a nadie se le ocurrió señalar a los payos como colectivo irresponsable cuyas prácticas habrían contribuido a extender la enfermedad.
El rol de los medios de comunicación también es esencial en la construcción de ese discurso antigitano. La misma Plataforma Khetane llamaba ya la atención a los medios el pasado 10 de marzo, cuando apenas empezaban a cerrarse los centros educativos en las comunidades autónomas.
“Nos parece reprobable que medios de comunicación, de manera absolutamente impune hasta el momento, estén aprovechando este preocupante episodio por el que estamos atravesando como sociedad y como país para mostrar su cara más monstruosa llena de odio, rechazo y prejuicios contra las personas gitanas”, denunciaban en un texto en el que instaban a las fiscalías contra los delitos de odio a abandonar su “insultante pasividad”, pero también a la profesión periodística, y específicamente a la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y a medios y profesionales, a “que se diferencien de manera clara de esa práctica periodística que vulnera de manera flagrante todos los códigos deontológicos periodísticos existentes”.
HARO Y LAS TRES MIL VIVIENDAS
Con varios focos, entre los que Vázquez enumera La Rioja, Sevilla, Cantabria, Granada, Valencia y la Comunidad de Madrid, y exhibiéndose en diferentes grados y de diferentes formas, el antigitanismo se estaría manifestando en todo el territorio. Un racismo institucional, como lo es siempre el racismo, recuerda. En el caso de las Tres Mil Viviendas, por ejemplo “se han hecho declaraciones muy graves contra el conjunto del pueblo gitano. Este tipo de declaraciones hacen mucho daño e incitan a la agresividad contra las personas gitanas”, denuncia.
“La crisis está revelando muchas cosas, pero en realidad nada es nuevo. Ya lo hemos denunciado muchas veces en Kale Amenge. Lo que está pasando ahora revela una vez más que no somos ciudadanos al mismo nivel que los demás. Ser de aquí no es solo tener un DNI, sino cómo se relaciona el Estado contigo”, comenta Cayetano Fernández, integrante de este colectivo, para quien tanto el antigitanismo que aflora como las condiciones materiales en las que el pueblo gitano ha de enfrentarse a esta crisis “muestran el fracaso de un entramado oenegeísta que lleva mucho tiempo usurpando la agencia gitana e imponiendo su propia agenda”.
Lo que está pasando ahora revela una vez más que no somos ciudadanos al mismo nivel que los demás. Ser de aquí no es solo tener un DNI, sino cómo se relaciona el Estado contigo”, comenta Cayetano Fernéndez, de Kale Amenge
Para Fernández, el caso de las Tres Mil Viviendas es paradigmático: un artículo en ABC acusaba a las personas gitanas de no respetar el confinamiento convirtiéndose en foco de contagio y pedía el aislamiento del barrio. “No, los gitanos no tenemos la culpa de su desprecio, no somos la fuente de todo mal, ni la causa de esta pandemia. No tenemos la culpa de que quiera ver en nosotros lo antagónico de su racista modelo de humanidad”, contestaba Kale Amenge en un comunicado el pasado 25 de marzo.
Fue en Vitoria donde el antigitanismo de esta crisis sanitaria debutó más ostensiblemente, días antes de que la dimensión de la pandemia alterase la cotidianeidad de todo el país. Se culpabilizó a los asistentes a un funeral gitano de convertirse en foco de contagio y no respetar el confinamiento. La indignación ante la forma de señalar la etnia gitana de algunas de las personas infectadas y acusarlas de no cumplir con el confinamiento ha movilizado a asociaciones y activistas. Entre ellas, Silvia Agüero: “Debido a la visibilidad que tengo, he intentado que este antigitanismo exaltado tuviera también visibilidad”.
Agüero, integrante de la Plataforma Rosa Cortés, señala en particular las declaraciones del alcalde de Santoña, quien llegó a pedir que se confinase forzosamente a la población gitana el pasado 28 de marzo. “Nadie le va a denunciar porque los gitanos y gitanas en los barrios que sufrimos el antigitanismo institucional no tenemos medios para denunciar a alcaldes, ni concejales de Servicios Sociales, ni ayuntamientos, Sí denuncian personalmente, a costa de su tiempo y esfuerzo, abogadas como Pastora Filigrana o Séfora Vargas, pero no hay ninguna institución con subvenciones que nos respalde”.
MEDIDAS PARA PALIAR EL DESASTRE
Pero la crisis sanitaria no solo ha supuesto para las personas gitanas el auge de determinados discursos o un incremento en la violencia y acoso policial a este colectivo. “La situación material siempre ha sido deficiente, pero esto se agudiza con la crisis”, apunta Fernández. Son muchas las familias que viven al día y para quienes el confinamiento supone no poder trabajar, ganar dinero y en consecuencia alimentarse. Familias que viven en viviendas precarias, sin espacio suficiente, guetificadas, en situaciones que, para Cayetano, “no permiten condiciones dignas” .
“El Gobierno lo que provee es facilidad para endeudarse en lugar de atender las situaciones de gravedad, de crisis prácticamente humanitaria. Eso afecta en general a toda la población, pero no de la misma manera” expone por su parte Vázquez, quien recuerda que aproximadamente un 75% de la población gitana en España se dedica a la venta ambulante.
Vázquez teme que esta crisis suponga una fractura social, pues “se están rompiendo los débiles equilibrios que había en lo económico en relación a la población gitana”
El integrante de la Plataforma Khetané considera las medidas insuficientes mientras hay casos de mucha urgencia en los que las familias ya no tienen recursos para ir a hacer la compra. Si bien recibe con cierta expectación la posible aprobación de un ingreso mínimo vital, desconfía de las trabas burocráticas y los tiempos necesarios para concretar este tipo de ayudas cuando las familias ya están al límite. Teme que esta crisis suponga una fractura social, pues, dice, “se están rompiendo los débiles equilibrios que había en lo económico en relación a la población gitana”.
Un decálogo con medidas específicas es lo que publicó la Federación de Mujeres Gitanas Fakalí el pasado jueves 2 de abril. Las medidas, que atañen a la población gitana andaluza —la mitad de la existente en el Estado español—, inciden en las necesidades materiales más básicas y se refieren a los barrios desfavorecidos como el de las Tres Mil Viviendas: garantizar la alimentación, reforzar las actuaciones sociosanitarias, poner el foco en los aspectos de habitabilidad, apoyar la subsistencia económica y abordar la educación son algunas de las medidas que proponen.
Fernández es irónico en este sentido cuando se pregunta por qué justo en este momento el entramado de organizaciones gitanas que ha canalizado los asuntos del pueblo gitano desde una perspectiva asistencialista no está ahora que es cuando más asistencialismo se precisa.
LA RESPUESTA
Ante la lentitud de la Administración, Tamara Clavería Jiménez, de AMUGE, señala cómo las redes vecinales y familiares, las entidades sociales o la buena voluntad de algunas personas en la Administración, que cuando llamas te ayudan a dar respuesta a la situación, están siendo esenciales para abordar la crisis.
Por su parte, Agüero comunica su entusiasmo con el comité de emergencia antirracista, donde ya hay más de 100 personas y colectivos, “activistas que trabajamos a diario, ahora estamos con una caja de resistencia, pero dando visibilidad a otras cajas, como las de los manteros o empleadas domésticas, para poder cubrir a colectivos que lo necesiten o personas individuales que quizá no tienen una asociación cerca”.
Además de denunciar el racismo, el comité antirracista ha puesto en marcha un mapa de recursos, y planteado una serie de medidas “porque las que plantean no nos van a llegar a todas nosotras: chatarreros, manteros, empleadas precarizadas o con contrato de dos horas”, sentencia.
A pesar de las dificultades que entraña el confinamiento, “estamos aprendiendo a marchas forzadas colectivamente a organizarnos de manera online. En muchos lugares de España, no en todos, se está articulando una forma de resistencia propia con redes de asociaciones gitanas que está haciendo reparto de comida y reparto de productos de higiene, jugándose la salud; algunos de ellos se han contagiado, y todo ello es por dejación o por inoperancia de los servicios sociales en este país”. Si bien Vázquez manifiesta su descontento con las administraciones, apunta a la necesidad de interlocutar con ellos y hacer presión.
“Tenemos que intentar tener la mente consciente y crítica y no solo luchar contra el autoritarismo o por lo que nos han quitado, sino volver a aspirar a lo que aspirábamos antes. Dar un paso más allá en la lucha”, demanda Agüero
Para Fernández, sin embargo, la capacidad de resistir a la crisis se ve mermada por las lógicas asistencialistas predominantes. “De la misma manera que hay una relación entre la incidencia del coronavirus y los recortes, hay una relación entre el asistencialismo y cómo se ha minado la fibra moral del pueblo gitano”, sostiene. “A través del modelo de integración se opacan formas de resistencia tradicional, estamos en una situación peor de aquella en la que podían estar nuestros abuelos”. Aun así, reconoce que persiste la solidaridad entre familias y barrios. Una autoorganización y solidaridad interna “que es la que nos ha permitido sobrevivir”.
Más allá de sobrevivir a este momento histórico, Fernández se pregunta qué vendrá después. “Tendremos que pensar cómo no vamos a organizar políticamente”, pues, como advierte Agüero: “Esto no va a volver a la normalidad, vamos a pagar las consecuencias quienes veníamos pagando. Tenemos que intentar tener la mente consciente y crítica y no solo luchar contra el autoritarismo o por lo que nos han quitado, sino volver a aspirar a lo que aspirábamos antes. Dar un paso más allá en la lucha”.