Santino tiene 12 años y está diagnosticado con síndrome de Asperger
LA NACIÓN.- Durante los últimos meses, Santino Guglieri, de 12 años, trabajó en una misión. Con un trapo y un producto limpiador, fregó todas las esvásticas que encontró pintadas en las paredes, sillas y escritorios de su colegio, el Nacional de Paraná. Como respuesta, recibió más símbolos nazis, dibujadas en su propio banco. Y cuando terminó el año escolar, le mandaron uno al celular.
La imagen de una esvástica roja apareció en su Whats App la semana pasada, enviada desde un número desconocido. Después de meses de mantener el silencio, Santino habló del tema por primera vez con sus padres, Germán y María Eugenia Kohan, que es judía.
El padre se horrorizó. «No lo podía creer, me asusté mucho. Lo primero que pensé fue que hay un solo paso entre mandar una cosa así y una agresión física, que lo agarren entre varios y lo golpeen en el baño del colegio», dice Germán a LA NACION.
Desde que su hijo fue diagnosticado con síndrome de Asperger, un Transtorno Espectro Autista (TEA), a los 3 años, junto a su esposa se dedica a realizar trabajos de concientización sobre el autismo.
«Nosotros sabíamos que Santino estaba limpiando las pintadas, porque él mismo le pidió a la mamá que lo ayude. Pero no supimos hasta hace unos días que estaba recibiendo agresiones de sus compañeros por ese tema», contó.
Santino es un lector voraz y, hace algunos años, también escribe. Este año ganó un premio de la Biblioteca Popular por uno de sus cuentos. Y fue declarado Ciudadano Ilustre por el Concejo Deliberante de Paraná.
«Qué bien se siente escuchar tu disculpa»
Cuando conocieron lo que había ocurrido, las autoridades del Colegio Nacional de Paraná, el Concejo General de Educación de la provincia, el Concejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (COPNAF) y la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) de Paraná se comunicaron con los Guglieri para solidarizarse. Y mañana se celebrará una reunión con representantes de esas instituciones, en la escuela. Germán y María Eugenia van a sugerir que se dicten talleres sobre el holocausto en el colegio.
Esta tarde, la mamá del compañero que le mandó la esvástica a Santino llamó a la casa de los Guglieri: «Los dos estaban llorando, me pidieron disculpas. La madre me dijo él no sabía lo que estaba haciendo y que quería disculparse con Santino. Le pasé el teléfono, y escuché que Santi le decía ´¡No sabés qué bien se siente escuchar tu disculpa!'», cuenta Guglieri.
«Al menos esto va a servir para algo, para que haya más conciencia sobre lo que significó el nazismo», reflexiona.
Natalia Schonfeld, maestra integradora del colegio, dijo a LA NACION que está ocupada en el tema desde el domingo -cuando se enteró de lo ocurrido- junto a la Dirección y el equipo de tutoría del colegio integrado por psicólogos, asistentes sociales y psicopedagogos.
«Nosotros trabajamos con la discapacidad y el abordaje de la alteridad y las políticas de la diferencia, aunque esta situación trascendió el campo de la discapacidad. También abordamos situaciones que tienen que ver con la violencia, con conflictos. En este caso en particular, institucionalmente pusimos en práctica una intervención», dijo Schonfeld.
Consultada por las pintadas de esvásticas en la escuela, contestó: «En la ciudad de Paraná hay pintadas esvásticas, es real. En el colegio yo no las percibí. Pero yo creo y legitimo la palabra de Santino. Las pintadas deben estar en los bancos del colegio, que están intervenidos por graffitis tanto por los niños como por los jóvenes que asisten al edificio. Es una escuela compartida con tres instituciones más. Nuestra propuesta es visibilizar y señalizar estos graffitis o escrituras que amedrantan los derechos del pueblo judío. Es algo que tenemos que abordar inmediatamente», sostuvo.
Según señaló, hay una «banalización» de las representaciones nazis entre los chicos. «Nuesta función como tutores es priorizar el trabajo de sensibilización sobre el uso de simbología que tiene que ver con la discriminación racial, que es huella y producto de un momento trágico para la humanidad».
Autismo
«Santino sufrió cosas terribles en su proceso de escolarización. Antes iba a una escuela privada, Michelángelo, pretendidamente elitista y sectaria. Lo sacamos cuando nos enteramos de que un grupo de padres quería que lo echaran», recuerda Germán Guglieri.
Su expectativa con el sistema educativo, en este sentido, está «en niveles muy bajos». «Siempre quisimos que Santi estudie en una escuela común. Pero las escuelas no tienen políticas inclusivas, más allá de la ley anti discriminación».
«Hemos pasado situaciones gravísimas en el ámbito educativo. Al final elegimos los colegios, no porque nos gusten más o menos, sino basados en si Santi está cómodo. Él no necesita una escuela para aprender, puede aprender solo. Lo mandamos, justamente, para que socialice», cuenta Germán.
«Lo complicado de esto es el tema de los amigos. Él tiene una discapacidad social. Para él es difícil empatizar, por eso la vida, para él, es compleja. Están solos», dice, ampliando la descripción a todos los chicos con autismo. «Los padres no sólo somos sus padres. También somos sus amigos y sus cuidadores. Cambia todo. Pero verlo salir adelante y ver lo que hace con la literatura…», dice su papá.
Y reflexiona: «Sé que Santi no va a tener nunca una pandilla de amigos. Pero su pandilla son sus libros. La literatura en casa es vital. Es lo que lo lleva a tener ideas geniales, como fregar las esvásticas de su escuela con un trapo y un producto limpiador».