Alerta de xenofobia, intolerancia y delitos de odio. Intervención en defensa de la Víctima

, | 2 noviembre, 2017

ESTEBAN IBARRA.- Un tsunami deshumanizador se expande por Europa, con múltiples expresiones que ponen en cuestión los valores democráticos sobre los que se ha estado construyendo el edificio europeo. Aún no están enterrados los episodios del horror del nazismo, del fascismo y una nueva ultraderecha emerge con raíces del pasado, vuelve al son de marchas con antorchas, persecuciones a inmigrantes, refugiados, gitanos, brotes de violencia antisemita, intolerancia xenófoba, incendio de mezquitas y centros de acogida y asilo, negrofobia, rechazo a la libre orientación sexual, y sobre todo crímenes de odio, asesinatos alimentados por la negación de la dignidad del diferente, una intolerancia que además aprovecha el horror del terrorismo yihadista, en un contexto de crisis multidimensional. A la que hay que sumar brotes ultracionalistas y populistas que destruyen convivencia y Estados democráticos como emergen en España la catalanofobia, otras fobias interiores y la hispanofobia, esta última alentada incluso, desde pensamientos que se hacen llamar decoloniales. Golpea sin miramiento alguno a los valores democráticos, destruye conceptos y usa lenguajes que banalizan la memoria y que incitan a la acción, expanden por redes sociales e internet el odio sin límites. No solo se daña la igualdad, suspende la libertad y quiebra la solidaridad, establece supremacismos identitarios, alienta rechazos y fracturas y también ataca a la dignidad intrínseca de la persona, a lo valioso en sí de los seres humanos. Es como un retorno a las jerarquías que antaño definía el “Instituto para la Higiene Racial” del nazismo, aunque esta vez de la mano del victimismo ultranacionalista, populista e identitario. Esa es la Europa de la Intolerancia que nos amenaza.

Los resultados electorales son más que inquietantes, ya sea en Francia, Gran Bretaña o en los países escandinavos, bien en Austria, Italia o Países Bajos, como las preocupantes situaciones de Grecia y Hungría. Vestidos de “demócratas”, blandiendo la bandera de la libertad, del populismo nacionalista o autodetructor, euroescépticos o negacionistas totales, se presentan con nuevos proyectos que nadie sabe como son mas allá de acabar con lo existente y en especial con la Unión Europea. El escenario en general, muestra el avance de la extrema derecha en las elecciones europeas y rubrican los resultados locales y nacionales, el escenario es difícil. Merece la pena significar la vergüenza que supone o debería suponer para Europa la presencia de partidos neonazis como el griego Amanecer Dorado con fuerte representación en el Parlamento y con un activismo violento hacia inmigrantes y otras minorías; o el húngaro Jobbik que desfila uniformado por las calles y las milicias que atacan a gitanos, además de defender en el parlamento que todas las personas de origen judío deben ser fichadas y registradas por “razones de seguridad”. Y estos no son hechos aislados, obedecen a un patrón de intervención estratégica donde la alargada sombra del nazifascismo y de integrismos diversos, alimentados por intereses poderosos, con instrumentos desinformativos, discurso de odio y posverdades, salen del subsuelo, influyendo y asustando a los partidos democráticos, quienes con un liderazgo débil corren a modificar sus políticas aceptando sus postulados y ahondando el problema en esta Europa que vive una crisis sistémica.

Sin embargo Europa, incluido nuestro país , no estuvo en alerta de estos peligros, pese a los diferentes informes del Parlamento Europeo que datan desde finales de los años 80, incluso las referencias en Naciones Unidas de los años 70. El Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) de la ONU, persiguiento crear un procedimiento de Alerta Temprana y de Acción Urgente ha sistematizado indicadores de situaciones aunque no requieran una atención inmediata para limitar violaciones graves de la Convención contra la Discriminación Racial, la gravedad y la magnitud del caso, incluida la propagación rápida de la violencia o el daño irreparable que se pueda causar a las víctimas por motivos de raza, color, ascendencia u origen nacional o étnico, si son tenidas en cuenta para sus recomendaciones y reclamaciones. Indicadores que se pueden generalizar al conjunto de los incidentes de intolerancia y delitos de odio, como son “la presencia de una tendencia a la rápida propagación de la violencia y el odio raciales o de la propaganda racista o el llamamiento a la intolerancia racial lanzado por personas, grupos u organizaciones, en particular funcionarios elegidos u otros funcionarios del Estado, las disposiciones legislativas discriminatorias”; también las políticas segregacionistas o excluyentes de facto y la ausencia de un marco legislativo adecuado que defina y penalice todas las formas de intolerancia delictiva y otros.

El sistema de Alerta Temprana y Acción Urgente de Naciones Unidas a través del CERD refiere también a las políticas o prácticas de impunidad frente a: “a) la violencia contra miembros de un grupo identificado sobre la base de la raza, el color, la ascendencia o la nacionalidad por funcionarios del Estado o agentes privados; b) las declaraciones graves de dirigentes políticos o personalidades que condenen o justifiquen la violencia contra un grupo identificado por motivos de raza, color, ascendencia u origen nacional o étnico, y c) la aparición y la organización de milicias o de grupos políticos extremistas basados en una plataforma racista”. No olvida los escenarios donde se producen “importantes corrientes de refugiados o de personas desplazadas, especialmente cuando los interesados pertenecen a grupos étnicos específicos”, “la injerencia en las tierras tradicionales de los pueblos indígenas o expulsión de esos pueblos de sus tierras, en particular con fines de explotación de los recursos naturales” e incluso, “las actividades contaminantes o peligrosas que reflejen un cuadro de discriminación racial y causen daños considerables a grupos específicos”. Criterios que se deberían aplicar a todas las formas de intolerancia y a sus manifestaciones de discriminación y delitos de odio


Muy lejos de su aplicación efectiva en toda Europa hay quienes se empeñan en ver a todos los inmigrantes como delincuentes, a los musulmanes como unos fanáticos o unos terroristas, a todos los judíos como criminales sionistas ávidos de poder y dinero, en deslegitimar y negar a la izquierda y la derecha democrática, en estigmatizar a gitanos y homosexuales, subalternizar a la mujer y fomentar el odio misógino, enfrentar a cristianos y a otras confesiones o convicciones, en alimentar el odio indiscriminado contra cualquier colectivo por religión, nacionalidad, etnia o razón de género, o cualquier otro factor diferencial, en definitiva, en hacer crecer la intolerancia en el planeta tierra. Debemos evitar caer en estas generalizaciones y visiones que distorsionan la realidad e impiden la convivencia y la armonía de la diversidad. Debemos apostar por la defensa de una personalidad social solidaria con la diversa condición humana, frente al individualismo – gregarismo que nos cosifica y oprime conforme a los intereses de la dictadura de mercado.

La crisis económica, la corrupción , el agotamiento de las opciones democráticas de izquierda y derecha, junto con una globalización más que cuestionable, regresiva en derechos civiles y sociales, generadora de grandes bolsas de protesta que desdicen la unanimidad con que se presenta y sobre todo, un más que cuestionable proceso de integración y construcción europea, hegemonizada y liderada con escasa sensibilidad social, muy al dictado de los grandes intereses financieros internacionales, abren todo un campo de posibilidades a una extrema derecha que va a añadir a su paquete de demagogia política antieuropeísta, xenófoba y antisemita: el miedo y el rechazo al islam en todo el continente, acompañan al antisemitismo a quien se le acusa estar detrás de la crisis económica y de desarrollar una conspiración para destruir la identidad europea.

No obstante, parece que hay poderes están tratando de sentar las bases para que se produzcan estallidos de odio irracional e indiscriminado en todas las direcciones: odiar a rusos, a americanos, a musulmanes, a judíos, a cristianos, a gais, a inmigrantes, a mujeres, a los pobres, a derechistas, a izquierdistas, …, hay quienes están empeñados en conseguir que nos enfrentemos y que cada uno tenga su propio enemigo al que odiar. Así, mientras nos dejamos arrastrar por el odio hacia el artificial enemigo creado, un odio transversal que interactúa y se interalimenta, somos fácilmente manipulables por aquellas élites que de verdad ostentan el poder real y nos niegan el reparto de la riqueza, el ejercicio democrático e instituyen la desigualdad de trato como ruta previa a horizontes inquietantes.

Resulta necesario un enfoque holístico, también fenomenológico e histórico que apunte a la raíz del problema, a la intolerancia, lo que la alimenta e incluso su causa última, que es una concepción no democrática del poder; tener presentes los errores del pasado para no repetirlos, construir una Europa del “nunca más” como expresaron los sobrevivientes del horror de nuestra tragedia, desterrar de una vez por todas esa sensación de vivir en una Europa “sospechosa” de lo peor, avanzar por el humanismo proclamado en la Declaración de derechos y deberes del 10 de diciembre de 1948 para conseguir un esperanzador continente, en armonía con el planeta entero, alcanzable desde el gran conocimiento que disponemos, y sentirnos orgullosos de una evolución de la humanidad que destierra la violencia y la intolerancia, que construye una sociedad en la que prevalezca y se fomente el respeto a los derechos humanos, a la igualdad, la no discriminación y la tolerancia. No se puede ser antirracista y admitir el antigitanismo o viceversa, no se puede estar contra la islamofobia y ser antisemita o viceversa, no se puede estar contra la homofobia y ser misógenos, no se puede dar la espalda laos refugiados o excluir de la protección a colectivos y personas que por cualquier característica padecen de intolerancia, discriminación o delitos de odio. La lucha por la protección de la dignidad intrínseca de la persona y los derechos humanos no debe caer en el error de atomizar a las víctimas y a personas o colectivos en riesgo, es globalmente contra toda forma de intolerancia y todas sus manifestaciones, como la estigmatización, la discriminación y los delitos de odio.

El crecimiento de la intolerancia en el discurso público, en las políticas hacia la inmigración y las minorías étnicas y sociales, la expansión del populismo xenófobo en Europa, así como la emergencia de una criminalidad basada en el rechazo y negación de la diversidad, no son sino los síntomas de una triple crisis en Europa cuyos pivotes tienen en lo económico, uno de los mayores desastres financieros de la historia; en lo político-institucional, el descredito de sus gestores alimentado por la corrupción, el despotismo antidemocrático y la construcción institucional en desafecto con la ciudadanía; en lo social, el desmantelamiento de los “estados de bienestar” puestos en pie tras la II Guerra Mundial eliminando importantes conquistas sociales y ciudadanas. Sin embargo no se debe mirar a Europa al margen de lo que está pasando en el Mundo, eso sería un eurocentrismo que nos oculta que vivimos una realidad con más de medio centenar de guerras por el poder y los recursos, el atesoramiento de los más ricos en contraste con el hambre y miseria de millones de los más pobres o el incremento de la intolerancia criminal que se extiende por todos los continentes.

Además se observan con nitidez posiciones planetarias contrarias a la globalización de los derechos humanos y de los valores democráticos que coinciden con un resurgimiento de integrismos y totalitarismos a gran escala que amenazan con dar al traste las conquistas democráticas y sociales de la historia de la humanidad. Estamos ante la Mundialización del Odio, realidad que se evidencia por sus frutos, desde el racismo y neofascismo en occidente, hasta los fanatismos religiosos y terrorismos integristas en otras latitudes. Así lo ha señalado en reiteradas ocasiones la Asamblea General de Naciones Unidas, especialmente frente al neonazismo en una reciente resolución del 20 de diciembre de 2012, donde destaca “la importancia de cooperar estrechamente con la sociedad civil y los mecanismos internacionales y regionales de derechos humanos a fin de contrarrestar eficazmente todas las manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia, así como a los partidos políticos, movimientos y grupos extremistas, incluidos los grupos neonazis y de cabezas rapadas y los movimientos similares de ideología extremista”.

La globalización, el desarrollo de las comunicaciones (Internet), el mercado económico y laboral planetario, y otros factores globales han generado un escenario favorable a la xenofobia, buque insignia de las distintas encarnaciones de la Intolerancia; la dualidad ambivalente de las migraciones, su necesidad y rechazo a la vez, han vuelto atrás la historia alimentando la “cosificación” de las personas. El inmigrante simplemente es mano de obra, un recurso productivo, no es un ser humano con atributos radicados en la dignidad de las persona. Sencillamente cuando se le necesita se obtiene, ya sea regular o irregularmente, con control de flujos migratorios o sin ellos, con integración o marginación, con apoyo al desarrollo de su país de origen o con su abandono a la miseria. Y cuando no se necesita: pues que se vaya! Se le anima a marcharse, se le expulsa, deporta e incluso se le convierte en criminal, y que no entren, ahí están de testigo las aguas de Lampedusa o el Estrecho como cementerios y por si acaso las concertinas en las vallas, y si no es suficiente, como dijo un líder ultra italiano, sacamos a los buques para bombardear pateras. La intolerancia xenófoba es el gran instrumento, un peligroso instrumento, que abre puertas y camino de forma terrible a otros acompañantes de la intolerancia generalizada: racismo, xenofobia, antisemitismo, islamofobia, antigitanismo, homofobia, neofascismo, negrofobia, misoginia, aporofobia… no es solo patrimonio de todo el continente europeo, también se globalizan porque la intolerancia amenaza al mundo.

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