El atentado en casa de un rabino se suma a otros nueve incidentes contra judíos en los últimos siete días
PABLO PARDO. EL MUNDO.– Las tensiones entre las diferentes comunidades que forman la sociedad de Estados Unidos siguen subiendo. El último caso ha sido el ataque a una comunidad judía ultraortodoxa en el pueblo de Monsey, a unos 60 kilómetros del centro de Nueva York, este domingo, que ha dejado cinco heridos por arma blanca, uno de ellos en estado crítico. Se trata del noveno ataque contra judíos en el estado de Nueva York en una semana. El gobernador del estado de Nueva York, el demócrata Andrew Cuomo, ha calificado la acción de «acto de terrorismo». La proliferación de ataques anti judíos ha llevado a las autoridades de la ciudad de Nueva York a reforzar la presencia policial en los barrios en los que vive esa comunidad.
El ataque ha tenido todas las características de una acción planificada específicamente contra una comunidad. Se produjo a las 10 de la noche, hora local (cuatro de la madrugada en hora peninsular española), cuando un afroamericano de 37 años llamado Thomas Grafton entró en el domicilio del rabino Chaim Rottenberg armado con un machete «del tamaño de un palo de escoba» y atacó sin previo aviso a las personas congregadas allí que celebraban la festividad hebrea de Hánuka. Tras herir a cinco individuos – uno de los cuales está en estado crítico – salió e intentó entrar en la sinagoga adyacente, que tenía la puerta cerrada. Grafton fue arrestado horas después en Manhattan.
El presunto atentado no es un caso aislado. Tampoco es el peor ataque contra la comunidad judía en las últimas semanas en la región de Nueva York. Ese lamentable título pertenece a la acción criminal realizada por otros dos afroamericanos -David Nathaniel Anderson y su novia, Francine Graham- abrieron fuego contra una tienda de productos de alimentación kosher (es decir, aceptables según las reglas del judaísmo) en la ciudad de Jersey City, que, aunque está en el estado de New Jersey, se encuentra, literalmente, al lado de Nueva York.
Anderson y Graham asesinaron al dueño, a un empleado, y a un cliente del establecimiento, antes de ser muertos por la policía. Justo antes de perpetrar la acción, habían matado a un agente que aparentemente había tenido un encuentro fortuito con ellos. Pocos días antes habían asesinado a un conductor de un Uber. El alcalde de Jersey City, Steve Fulop, declaró el ataque «crimen de odio», una definición que se aplica a los delitos que se llevan a cabo contra una persona por la identidad -religiosa, racial, nacional, sexual, o de otro tipo- de ésta.
No se conocen los móviles de Grafton, Anderson, o Graham. Pero lo que parece evidente es que actuaron contra la comunidad judía de manera intencionada y con el objetivo de causar el mayor número posible de muertes. En el caso de los asesinos de Jersey City, se sabe que eran miembros del grupo racista Hebreos Israelíes Negros. Ésa es una comunidad religiosa y política que tiene una teología absolutamente enloquecida, y en la que hay varias facciones que sostienen que los miembros de esa raza son seres superiores y que, también, propugnan la violencia contra los blancos y, en especial, los judíos. Otros grupos, como la Nación del Islam fundada por el archifamoso militante Malcolm X y dirigida hoy por Louis Farrakhan también han jugado en ocasiones la carta del antisemitismo y de la superioridad negra.
Pero lo que dejan de manifiesto todos estos incidentes es la división, también racial, de la sociedad de Estados Unidos. No pasa un día sin que se produzcan noticias acerca de tensiones raciales, religiosas o étnicas en el país. Los casos más serios son similares al apuñalamiento de ayer -u otro, el 20 de noviembre, también en Monsey, de un judío ortodoxo que iba a la sinagoga-, pero los incidentes se producen en todas partes. En Iowa, William Stark se negó a quitar las banderas nazis que rodean su casa, que, encima está junto a una escuela de educación primaria hasta que, hace dos semanas, unos asaltantes no identificados, las destrozaron. Incluso en el tradicional partido de fútbol americano entre la Armada y el Ejército, celebrado hace dos semanas, estalló la controversia cuando varios cadetes aparecieron haciendo el signo de ‘okay’ invertido, que es un símbolo racista blanco.