En una nueva jornada sangrienta, dos recién nacidos y once madres han perdido la vida
MIKEL AYESTARÁN. ABC.- El terror volvió a golpear a Afganistán y a demostrar que no conoce líneas rojas en este país. Al menos 39 personas murieron en los ataques ocurridos contra una maternidad de Kabul y un funeral en la provincia de Nangarhar, acciones de las que se desvincularon los talibanes, inmersos en un proceso de paz con Estados Unidos, y que siguieron los patrones de atentados cometidos en el pasado reciente por el grupo yihadista Estado Islámico (EI). Los ataques se produjeron menos de 24 horas después de que la inteligencia afgana anunciara la detención del líder EI para el Sur y el Este de Asia, Ziaulhaq, y de varios de sus seguidores, entre ellos al responsable de planificar el atentado de marzo contra el templo de la minoría Sij en Kabul, en el que murieron 25 personas.
Al menos 11 madres y dos recién nacidos perdieron la vida en la operación de yihad urbana dirigida contra el hospital situado en el barrio de Dashti Barchi de la capital. El centro, uno de los que apoya la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) en el país, fue asaltado a primera hora de la mañana por tres hombres armados que se atrincheraron en su interior. Las fuerzas especiales necesitaron varias horas para reducir a los agresores. El modus operandi fue similar al empleado por el EI en marzo en su atentado contra el templo Sij en Kabul.
También durante la mañana, pero al sur del país, en la provincia de Nangarhar, al menos 15 civiles murieron y otros 56 resultaron heridos en un ataque suicida durante el funeral de un comandante de la Policía local. El terrorista detonó la carga que llevaba adherida a su cuerpo justo cuando los asistentes al sepelio se disponían a realizar la última oración de despedida, según informaron medios locales.
Amnistía Internacional (AI) denunció «los crímenes de guerra» y pidió a la comunidad internacional que despierte ante los horrores a los que se siguen enfrentando los civiles en el país.
Doha no trae la paz
«Los ataques de los últimos dos meses muestran que los talibanes y los grupos que ellos patrocinan no tienen ninguna intención de lograr la paz. Sus ataques en esta primavera ya se pueden comparar al nivel de violencia que mantuvieron en años anteriores», señaló en su cuenta de Twitter Hamdullah Mohib, asesor de seguridad del presidente Ashraf Ghani.
El acuerdo alcanzado en marzo entre talibanes y Estados Unidos en Doha no se ha traducido en un cese de la violencia en Afganistán. Pese a que hay un proceso de intercambio de presos abierto, la insurgencia sigue golpeando a las fuerzas de seguridad, aunque ya no atenta contra las tropas estadounidenses. De forma paralela, el brazo del EI en suelo afgano ha reactivado sus operaciones, normalmente dirigidas contras la minorías étnicas y religiosas. Estados Unidos y el resto de países extranjeros tienen en marcha la retirada del país, pero la guerra sigue para los afganos.