OSCAR ALLENDE. FARADIO.- Hay datos malos que tienen algo de bueno. Y datos buenos que esconden algo malo. No es cuestión de botellas medio llenas o medio vacías.
Que haya una estadística oficial sobre delitos de odio (los que atentan contra la igualdad de razas, la diversidad sexual o la igualdad de sexos, entre otros) transmite que es algo que a las instituciones les preocupa.
Que se detecten casos es bueno de algún modo porque significa que se vigila y se denuncia. Que sean pocos podría parecer bueno porque son escasos, pero también revela que hay pocas denuncias.
Es decir, o bien que hay poca víctima que sea conscientes de que hayan sufrido discriminación, o bien hay víctimas a las que compensa dejarlo correr y no denunciarlo.
Hace poco conocíamos, publicada por El Diario Montañés, la de una pareja de mujeres lesbianas en Cuchía (Miengo) que denunció una agresión con insultos en su domicilio.
Y el consejero de Educación, Ramón Ruiz, acaba de avertir de brotes de violencia machista y homófoba en las aulas cántabras.
DELITOS DE ODIO EN CANTABRIA
Lo que se conoce como delitos de odio viene recogido en una estadística específica del Ministerio del Interior, cuya versión más reciente es la de 2014, y que en caso de Cantabria, deja a la comunidad en un buen lugar (siempre teniendo en cuenta que lo que se ‘mide’ es lo que llega a los cuerpos de seguridad).
De hecho, Cantabria es, junto a La Rioja y Extremadura, la tercera comunidad con menos casos, quince. En el otro lado, las comunidades más afectadas son Andalucía y Cataluña.
En ambos casos, se constata una relación entre más o menos delitos, y más o menos población.
En concreto, en Cantabria se produjeron dos casos de incidentes relacionados con las prácticas religiosas, y cuatro delitos contra personas con discapacidad, así como nueve sobre racismo o xenofobia.
En cambia, Cantabria no registra ningún incidente de antisemitismo, aporofobia (delitos contra personas en riesgo de pobreza o exclusión social) o contra la identidad u orientación sexual.
Un panorama que no encaja con el de la media nacional, donde la orientación o identidad sexual acumula los principales delitos de odio (un 39,9%), sólo un punto por debajo de los delitos con tinte racista o xenófobo, un 37%.
Si vamos al tipo de delitos en lugar de las causas, los que más se dan son las lesiones, seguidos de los abusos sexuales (no es lo mismo que las violaciones con penetración) y las amenazas.
LOS PERFILES
En toda España hubo 1273 víctimas de delitos de odio. Su perfil es mayoritariamente femenino, fundamentalmente en los casos de orientación sexual y discapacidad, con una edad entre los 18 y 40 años, aunque un significativo 25% afecta a menores de edad.
Y entre los detenidos e imputados (en total, 512) predominan los hombres, especialmente activos en delitos sobre orientación sexual, prácticas religiosas y raza o país.
Tanto entre las víctimas como entre los detenidos la mayoría, más de tres cuartas partes, son de nacionalidad española. Las víctimas extranjeras proceden principalmente de Marruecos y Rumanía.
UN CAMPO QUE EMPIEZA A ESTUDIARSE
Hasta hace poco la principal recolección que se hacía de estos datos la elaboraba el Informe Raxen, realizado por el Movimiento contra la Intolerancia, basado fundamentalmente en noticias de prensa, además de las estadístisticas específicas de cada colectivo.
En 2012 empezaron a estudiarse de forma detallada estos delitos desde el Gobierno central, que elaboró su primer informe sobre delitos de odio en 2013.
El de 2014 es su segunda edición, y el propio documento admite que se encuentran en una fase muy inicial, en la que, por ejemplo, ha hecho falta formación a los agentes policiales para reconocer y diferenciar estos casos, por lo que las tendencias y comparaciones aún resultan difíciles de establecer.