El país se ha convertido en uno de los más contrarios a la emigración, hasta el punto de proyectar una valla fronteriza
DAN NOLAN. THE GUARDIAN/EL PAÍS.- ¿Qué fue primero, los refugiados, o la retórica? En Hungría –convertido de repente en uno de los países de Europa más contrarios a la emigración, hasta el punto de poner carteles de propaganda y proyectar una valla fronteriza– es difícil de decir.
Es cierto que, en general, la opinión pública se ha puesto en contra de los emigrantes en un año en el que han entrado en Hungría 61.000 demandantes de asilo. En abril, una encuesta puso de manifiesto que el 46% de los húngaros se clasificaban a sí mismos como contrarios a la llegada de inmigrantes, un porcentaje más de tres veces superior al de principios de la década de 1990, cuando comenzaron los sondeos.
Pero el auge de la xenofobia también ha coincidido con una mordaz campaña gubernamental antiinmigración cuyo propósito, según sus detractores, es apuntalar el vacilante apoyo al partido Fidesz en el Gobierno y distraer la atención del aumento de la tasa de pobreza y de los escándalos de corrupción. La semana pasada, Víktor Orbán, primer ministro húngaro, se aseguró un trato especial para su país con la aquiescencia de la Unión Europea, en la cumbre para abordar las cuotas de inmigrantes.
Fidesz, que desde otoño ha perdido terreno en favor del ultraderechista Jobbik, está llevando a cabo una campaña con vallas de propaganda en húngaro denunciada por la ONU por incitar a la xenofobia. Supuestamente dirigida a los inmigrantes ilegales, exhibe eslóganes que les dicen que tienen que respetar la cultura y las leyes húngaras, y les advierte: “Si vienes a Hungría, no debes quitar el trabajo a los húngaros”.
También ha enviado a los electores un cuestionario en calidad de “consulta nacional” que, según la oposición, equipara emigración con terrorismo. El Gobierno del primer ministro Víktor Orbán también proyecta levantar una valla de alambre de espino a lo largo de su frontera con Serbia. Todavía no se conocen más planes para combatir la inmigración, aunque la semana pasada Péter Szijjártó, ministro de Asuntos Exteriores de Hungría, planteó la idea de vallar todo el país “si fuese necesario”.
No obstante, la ofensiva del Gobierno húngaro ha movilizado a los liberales del país, actualmente sin representación política, contra el Gobierno de Orbán: en tan solo tres días, el paródico Partido del Perro de Dos Colas recaudó 26 millones de florines húngaros [82.700 euros] para financiar una contracampaña de vallas, mientras que otros activistas contrarios al Gobierno han arrancado o manipulado los carteles para sabotear los mensajes.
Márk Kékesi y Balázs Szalai decidieron tomar cartas en el asunto y pintaron de blanco siete vallas antiinmigrantes en Szeged, una ciudad del sur de Hungría que se ha convertido en una zona de paso para muchos inmigrantes ilegales. Kékesi explica: “Compramos 4 litros de pintura blanca e iniciamos nuestra acción de desobediencia civil. Cuando nos pusimos a pintar, los conductores que pasaban tocaban la bocina para mostrarnos su apoyo. Nadie nos agredió y la policía nos dejó tranquilos”. Y añade que “el Gobierno está engañando a los votantes con dinero público. Hacer estas modificaciones era nuestro deber patriótico”.
Según Róbert László, de la fundación Political Capital, con sede en Budapest, no se ha hecho público ningún sondeo reciente sobre el cambio de opinión en relación con los inmigrantes desde que empezó la campaña propagandística. “Pero puesto que el tema ha estado presente en la agenda política desde enero, se puede suponer que la proporción extraordinariamente elevada de respuestas contrarias a los inmigrantes es en parte consecuencia de la retórica gubernamental”, declaraba a The Guardian. “Un sondeo del Eurobarómetro de 2014 mostraba que solo el 3% de los húngaros pensaba que la inmigración era uno de los dos asuntos principales a los que se enfrentaba el país”, observaba László, y añadía que “es casi seguro que ahora el porcentaje es significativamente más alto”.
Daniel Fazekas, de la empresa especializada en analítica de las redes sociales Bakamo.Social, explicaba a The Guardian que “desde el 1 de abril, se ha multiplicado el número de los comentarios sobre inmigrantes en las redes sociales, lo que hace pensar que Orbán ha logrado poner el tema en el centro del debate nacional”.
El pasado viernes, la Empresa de Ferrocarriles Húngaros (MÁV) prohibió que los refugiados –la gran mayoría de los cuales declaran que su intención es trasladarse a Alemania o a Austria– pasasen la noche en la estación de Szeged mientras esperaban los trenes de la mañana, alegando “peligro de infección”.
Aun así, los habitantes de la ciudad siguen llevando comida y agua a los refugiados, en su mayoría afganos y sirios, muchos de ellos familias jóvenes. Al día siguiente, un grupo de hinchas de fútbol ultranacionalistas colgó en Internet una foto de las “patrullas que están llevando a cabo los controles” en la frontera entre Hungría y Serbia cerca de Szeged. En el artículo, que ha tenido más de 1.000 likes en Facebook, señalaban que por el momento no han visto ningún inmigrante, aunque han encontrado “varias vallas rotas”.