La llegada de refugiados musulmanes despierta recelos en Polonia, Hungría y Eslovaquia, que exigen que sean cristianos
PEDRO ONTOSO. EL CORREO.- El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, lo dejó muy claro en Estrasburgo. «No hay religión, creencia o filosofía cuando se trata de refugiados», defendió ante el pleno de la Eurocámara. Pero algunos países exigen una selección de los recién llegados en función de su credo. En algunos casos, porque temen que se diluya su identidad cristiana, y en otros, porque consideran que existe un riesgo de que se cuelen radicales yihadistas. Primero fue Hungría. El líder ultraderechista y primer ministro, Viktor Orban, que se opone a las cuotas obligatorias, dijo que la llegada masiva de emigrantes amenaza «las raíces cristianas» de Europa. Luego fue Eslovaquia, que se apuntó a la política del filtro y anunció que sólo acogería a refugiados cristianos.
En el Parlamento Europeo, los mensajes de miedo arreciaron desde las filas eurófobas. Nigel Farage, líder populista del UKIP, relacionó la llegada masiva de refugiados como «una plaga de proporciones bíblicas», antes de vincular este desplazamiento masivo con el riesgo terrorista. «Estamos viendo pruebas de que el Estado Islámico aprovecha estos flujos para que los yihadistas lleguen a territorio europeo», afirmó el eurodiputado integrado en el grupo Europa de la Libertad y la Democracia. La sospecha de la infiltración que ha sido compartida por algunos departamentos de Interior de la UE, entre ellos, España, que han solicitado que los servicios de Inteligencia revisen los expedientes .
Este ha sido también al argumento de algunas localidades francesas, que sólo admiten recibir refugiados de Oriente Medio si son cristianos, porque «estos no atacan trenes armados con kalachnikovs, ni decapitan a su jefes». Esta ha sido la explicación, por ejemplo, del pueblo Charvieu-Chavagneux, cercano a Saint-Quentin-Fallavier, donde un hombre vinculado con un movimiento salafista decapitó en junio a su jefe y trató de atacar una fábrica.
En Polonia, pese a que el 55% de la población cree que acoger a refugiados es una obligación moral, hay un 44% que se opone al entender que puede diluir su cultura nacional, en el que tiene mucho peso el componente católico. El nacionalcatolicismo en la patria de san Juan Pablo II tiene una expresión política importante, con candidatos que juegan ahora su baza electoral, como Beata Szydlo, líder de la formación Ley y Justicia, nacida en Auschwitz. El exministro de Justicia Jaroslaw Gowin ha vinculado a los musulmanes con el terrorismo. «Polonia puede aceptar a refugiados, pero no a musulmanes. Soy un político para impedir que ningún bebé polaco salga reventado por una bomba», ha exagerado en un exabrupto dialéctico.
En este clima antimusulmán ha influido la persecución de cristianos en todo el mundo, con «el silencio cómplice de tantas potencias», según ha denunciado el propio Papa Francisco. El cardenal Angelo Amato ha aseverado que algunas estadísticas señalan que unos 100.000 cristianos mueren por causa directa o indirecta de su fe. Sin embargo, las Iglesias de Europa han ignorado la ley de Talión y han unido sus fuerzas para atender a los refugiados al margen de su religión. Además, muchos de ellos han combatido contra el islamismo radical, como es el caso de la familia de Aylan Kurdi, el niño ahogado frente a la costa de Turquía.