La utilización no se da en igualdad de condiciones que el resto de la población, ya que por lo general este uso se hace de forma invisibilizada, es decir, sin mencionar la preferencia lesbiana o la transexualidad
EDUARDO AZUMENDI. ELDIARIO.ES.- ¿Tienen algún tipo de problemas las lesbianas a la hora de acceder a los recursos sociales? Esta era la pregunta de partida para la realización de un estudio que ha concluido que las mujeres lesbianas hacen uso de recursos sociales de todo tipo tanto como el resto de la población de Euskadi. Es decir, responden a sus necesidades de vivienda, asistencia médica, educación o de subsistencia ante las diversas contingencias, como dependencia, enfermedad o pérdida de empleo, haciendo uso de los recursos que se ponen en funcionamiento en la sociedad. Sin embargo, esta utilización por parte de las mujeres lesbianas no se da “en igualdad de condiciones que el resto de la población, ya que por lo general este uso se hace de forma invisibilizada, sin mencionar la preferencia lesbiana o la transexualidad”.
Esta invisibilidad es “fruto, por un lado, del planteamiento y funcionamiento heteronormativo de los mismos y, por otro, son las mismas mujeres quienes, ante esta realidad, no se atreven o no ven la necesidad de visibilizarse”. Así lo refleja el estudio, que es fruto de una beca de Emakunde que promociona los trabajos de investigación en materia de igualdad entre mujeres y hombres. El trabajo, coordinado por Inmaculada Mujika Flores y basado en grupos de diálogo y entrevistas en profundidad, habla de las lesbianas como un “colectivo de mujeres en riesgo de discriminación múltiple” y señala que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad y rechazo social por ser “además transexuales, migrantes, tener una discapacidad y/o ser mayores o jóvenes”. El objetivo del documento es analizar la discriminación social que sufren y la repercusión que esta puede tener en el acceso y en el uso de los recursos sociales de todo tipo.
Entre las conclusiones, se apunta que los recursos sociales al funcionar de forma eteronormativa resultan ser “discriminatorios y no inclusivos. Y no se ajustan a uno de los valores de referencia de los derechos sociales: la igualdad de oportunidades y de trato”. “Con frecuencia”, se apunta en el estudio, “las mujeres lesbianas, sobre todo las más jóvenes, para romper con el silencio impuesto a su orientación, comentan ellas mismas su lesbianismo a las personas que atienden los recursos sociales, encontrándose con respuestas variadas por parte de las mismas, respuestas que van desde recibir un trato respetuoso y acorde a sus vivencias lesbianas, hasta la manifestación de incomodidad por parte de las personas que atienden los recursos”.
A excepción de los recursos que específicamente están dirigidos a las personas del colectivo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales, los soportes publicitarios e informativos generales que manejan los servicios de todo tipo “no incorporan la perspectiva de la diversidad sexual y de género de manera que las mujeres lesbianas no se ven reflejadas, cuestión que dificulta el conocimiento y uso de los propios recursos”.
Aislamiento o exclusión
En los núcleos de población pequeños se actúa de forma diferente si se ha nacido en el propio pueblo o se es de fuera. “Nacer y crecer en un pueblo limita visibilizarse como lesbiana y utilizar los recursos sociales como tal, debido a que salirse de la norma puede suponer el aislamiento o la exclusión. Pasar desapercibidas en otros lugares es un mecanismo para vivir su sexualidad en libertad de manera que las jóvenes lesbianas migran a las ciudades en busca del anonimato”. Por otro lado, venir de fuera y no formar parte del entramado de relaciones familiares y sociales que constituyen los pueblos posibilita vivir el lesbianismo abiertamente.
Las mujeres mayores que abandonan las ciudades para vivir en entornos rurales son lesbianas “empoderadas y no renuncian a la visibilidad a pesar de vivir en pueblos pequeños”.
Las lesbianas migrantes muestran respecto de las autóctonas una mayor incomodidad para hablar de su orientación sexual y/o expresarse como tales cuando las personas que atienden los recursos recaban información sobre su estado social y familiar. Respecto a las lesbianas transexuales, el documento muestra que mientras la transexualidad se visibiliza de forma clara, “el lesbianismo no se tiene en cuenta como un dato a añadir porque las mujeres consideran que les añade un plus de estigmatización o se percibe como del ámbito privado. Las lesbianas mayores muestran una actitud más escéptica y de alejamiento respecto a considerarse ciudadanas de pleno derecho de uso y disfrute de recursos sociales.
Haciendo una comparativa entre los recursos y las formas en que las mujeres lesbianas los utilizan, se aprecian diferencias en cuanto a la tranquilidad con la que acuden a los recursos, el grado de visibilidad o la seguridad personal que muestran. “En aquellos recursos que son vividos y percibidos como más trascendentes para el mantenimiento de su bienestar y calidad de vida, como los del ámbito laboral, económico y sanitario, se muestran con más miedos, más reticencias y menos libertad para expresarse como mujeres lesbianas. Mientras, en los recursos ligados al ocio, la cultura o la participación ciudadana se muestran con actitudes más relajadas, seguras, alegres y acordes a sus experiencias lesbianas”.
Casarse en secreto
Se considera que la igualdad legal supone automáticamente la equiparación a todos los niveles, de manera que ya no hay nada más por lo que luchar. No obstante, “el hecho de que exista esta igualdad legal no significa que las mujeres utilicen y ejerzan los derechos que les corresponden”. Así lo vive Alazne, una de las entrevistadas para el trabajo: “Es el espejismo de la igualdad. El patriarcado es un mecanismo perfecto, sino no estaríamos aquí. Esto es lo que tenéis, ciertos derechos, cierta apertura, ya está todo bien, ya sois todas iguales. Mis aitas me dicen ‘pero qué necesidad tienes de estar todo el día con el cuento de lesbiana para aquí y para allá, si todo está bien’. No, no está bien”.
Jone, otra de las entrevistadas, manifestó a lo largo de su intervención en los grupos de diálogo, su convicción y seguridad de que si dijera en el trabajo que es lesbiana le despedirían. Por lo tanto, no se plantea ejercer ningún otro derecho que le visibilice y que perciba que le pueda acarrear consecuencias negativas: “En estos momentos según estoy en el trabajo no me planteo hacerme pareja de hecho y pedir los días libres. En mi anterior trabajo, sí me los hubiera pedido, donde estoy ahora no”.
“Muchas mujeres”, subraya el documento, “se sienten incapaces de hacer uso de los derechos que tienen por todo lo que supone: decirlo en casa, en el trabajo, visibilizarse, hacerse pública. Muchas prefieren renunciar a una mayor protección y seguridad jurídica antes que hacerse visibles. O si ejercen un derecho, no reclaman las ventajas asociadas al mismo. Por ejemplo, casarse en secreto y no atreverse a pedir los días libres correspondientes por matrimonio en el trabajo”.