Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal, asegura que «la Iglesia no es un contrincante político».
EFE.- Los obispos españoles siguen sin aceptar que España es un Estado laico y aún, en pleno siglo XXI, pretender influir en la vida política española.
Sólo así pueden interprestarse las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, quien este lunes ha instado a los cristianos a ser coherentes a la hora de votar y a recordar que hay temas «innegociables» como el derecho a la vida, el «verdadero matrimonio» y la educación de los hijos.
Pero, casi contradiciéndose a sí mismo, el jefe de los obispos españoles ha destacado la necesidad de que los cristianos vivan con «coherencia responsable la fe en la calle, en la vida social y política, en el ejercicio del voto o de la representación y actividad política».
Y les ha pedido que defiendan y propongan, «en los temas más cuestionados hoy», la verdadera dignidad del ser humano.
Blázquez se ha referido al «complejo panorama político y social» actual en el que, ha aseverado, la Iglesia no es un «contrincante político», ni su papel es «de orden partidista» sino de «orden pastoral», y ha recordado la «independencia y colaboración» que marca la actuación de esta institución tal y como lo determina la Constitución.
«Iluminar conforme al Evangelio la conciencia de sus fieles para que su actuación, con personal responsabilidad, sea coherente con su fe como ciudadanos que son también de pleno derecho», es la labor de la Iglesia que ha defendido el presidente de los obispos españoles.
Otras voces
En este sentido, el también cardenal arzobispo de Valladolid ha subrayado que la Iglesia siempre trabajará por los «valores innegociables» como son el derecho a la vida desde la concepción hasta su fin natural, el «verdadero» matrimonio y la armonía y estabilidad familiar y el derecho de los padres a la educación de sus hijos conforme a sus convicciones.
Desde el laicismo —ha señalado— muchos no entienden que la legítima autonomía del orden temporal no puede significar prescindir del recto orden moral y es ahí donde es «posible y necesaria» la colaboración de los católicos con otras propuestas que tengan el mismo objetivo de la defensa de los valores de la dignidad humana y la realización del bien común.
«En una sana sociedad civil no ha de extrañar que los católicos tengan una voz coherente con su fe en los asuntos públicos, en el diseño de la vida social y cultural», ha destacado Blázquez.
Ha afirmado que esta crisis social y económica arrastra en el fondo una crisis antropológica, ética y religiosa en la que ha incidido «el materialismo economicista».
Así, se ha referido a los casos de corrupción, que «tanto dañan la confianza de la población», y a la ideología que defiende la «autonomía absoluta» de los mercados y de la actividad financiera y que instaura una «tiranía invisible» que impone de forma unilateral sus reglas.
«Cuando esto ocurre estamos ante una verdadera idolatría en la que al dinero se le rinde culto y se le ofrecen sacrificios» -ha lamentado- como si fuera el rendimiento económico el que da fundamento a la actividad política que «se convierte en una tecnocracia o pura gestión y no en una empresa de ideas y valores».
Ha denunciado las consecuencias de la crisis que está afectando a las familias, sobre todo a los más pequeños y a los ancianos, así como a las mujeres.
Ante esta situación, ha abogado por la puesta en marcha de una «economía de rostro humano», que ponga a la persona en el centro, basada en la ética y en el bien común por encima de los intereses individuales y egoístas.
Ha insistido en que, junto a eficaces políticas de concertación social y de desarrollo sostenible, se necesita «una verdadera regeneración moral a escala personal y social» que permita la solidaridad con los más pobres y favorezca la auténtica cohesión social.
«A todos nos es necesario recordar que sin conducta moral, sin honradez, sin respeto a los demás, sin servicio al bien común, sin solidaridad con los necesitados, nuestra sociedad se degrada», ha advertido.