«Mi hija está muerta, ya lo han logrado. Que todos miren su tumba y nos concienciemos de que la violencia escolar mata»

| 1 noviembre, 2024

La Voz del Sur.- Una tumba con flores. No, esto no es una campaña de la DGT, de esas que tratan de atornillar la conciencia mostrando accidentes de tráfico. Esta es una historia que jamás debería haberse escrito, pero la maldad humana no tiene límites. Daniela, 16 años, no tenía edad para estar enterrada. Un viernes de hace dos semanas se lanzó al vacío desde la ventana de un sexto piso. Desde hace casi dos años había perdido el brillo de su sonrisa y su mirada estaba ausente. Su primer noviazgo con un compañero de clase fue el principio del fin. Tres semanas infernales. Él le mandaba vídeos quemando cosas y le pasaba navajas por el antebrazo. Ella rompió la relación y llegó el acoso, ese círculo espiral de la violencia definido perfectamente por la psicóloga norteamericana Lenore E. Walker en su obra The Battered Woman: fase de tensión, acto violento, arrepentimiento y luna de miel. Un patrón que se repite entre los maltratadores y que sufren una y otra vez las víctimas de la violencia de género, como Daniela, como su madre, que un buen día tuvo que salir de casa con lo puesto junto a sus dos hijas para empezar una nueva vida de cero. 

Una mañana, Daniela se encontró con fuerzas de contar lo que estaba viviendo. Se lo confesó a su madre y también lo verbalizó en la orientación del instituto en el que cursaba Secundaria. A partir de aquí, todo cambió. El chico con el que había estado, empezó a intoxicar a toda la clase en su contra, contando cosas que no correspondían a la realidad. La joven quedó completamente aislada, comenzó a sufrir ataques de pánico y fue colocada en la diana. En un grupo de chat de su clase, varios compañeros le deseaban la muerte. Una violencia escolar multiplicada al sumarse al cóctel explosivo de las nuevas tecnologías. Detrás del móvil, disparaban insultos como puñales, creando una herida que no se pudo cerrar. Daniela tenía su teléfono protegido con huella dactilar. Justo antes de tirarse por la ventana, quitó este bloqueo y puso una contraseña. La crueldad de los mensajes que recibía es inenarrable. «Mi hija ya está muerta. Ya lo han logrado», relata S.M.F., su madre, a lavozdelsur.es

El día del funeral de Daniela, su madre subió al altar a la conclusión de la misa. «No me enteré de casi nada, solo del podéis ir en paz. Me levanté como un resorte y le dije al cura si podía hablar. Allí estaba el equipo directivo del antiguo instituto de mi hija en pleno y una chiquillería que no ayudó a mi hija. Fui lo más políticamente correcta que pude y dije que era lo más difícil que iba a hacer en mi vida. Les dije que ‘aquí hay maestros y padres que tienen hijos. La siguiente vez que veáis a un alumno solo, a un alumno aislado, le dais la mano. No lo hagáis por mí, hacerlo por la persona a la que habéis venido a llorar'». 

Un protocolo incorrecto

¿Se podría haber evitado la muerte de Daniela? La respuesta es dura y complicada. En los casos de violencia escolar, son muchas las situaciones que se repiten. Madres y padres que se dirigen a los centros escolares denunciando el bullying, pidiendo ayuda, encontrándose con muros. Equipos directivos que miran para otro lado, administraciones que no hacen nada y familias sin rumbo que no pueden salir del laberinto del sistema. En numerosos casos se produce un cambio de centro, pensando que puede ser una solución, pero el mal no se esfuma. La vileza de los acosadores se perpetúa, aunque se ponga tierra de por medio. «Cambié a mi hija de instituto en tiempo y forma. No me quedó organismo ni gente a la que pedir ayuda. Si eres víctima de violencia escolar, da igual al centro al que te vayas si no te ofrecen herramientas para enfrentarte a esta situación. Como si nos hubiéramos ido a Escocia, el resultado hubiera sido el mismo. Cambiar de centro es volver otra vez a repetir la historia. Mi hija, en el nuevo instituto, cada vez que alguien hablaba o la miraba, pensaba que estaban hablando de ella». 

A las víctimas de violencia escolar no se les facilita tampoco el apoyo suficiente desde salud mental. «No hay medios para que desde el minuto uno se les pueda decir que no son víctimas, que no han hecho nada, que nadie les puede recriminar nada. Da igual al instituto que la hubiera cambiado, el resultado hubiera sido el mismo», afirma S.M.F. La madre de Daniela habló con el inspector de zona, con la jefa de servicio, con la comisión evaluadora. No le quedó puerta a la que llamar. El protocolo de su hija se abrió tarde y mal, ya que no se ejecutó inicialmente como violencia de género. «Entiendo que ningún centro educativo quiera tener a un inspector mirando lo que se está haciendo, pero si estadísticamente hay en cada aula una víctima de acoso, huye del centro que no tenga protocolos abiertos. Yo, como madre, prefiero un centro educativo que tenga 20 protocolos abiertos porque me da la tranquilidad de que, a la mínima que pase, se va a actuar. Pero los centros no los abren porque no quieren a nadie vigilante. Para ellos es mala fama al tener que estar con un inspector mirándolos con lupa». 

Un organismo externo contra una lacra mortal

La violencia escolar se ha convertido en una de las lacras más peligrosas y mortales de esta sociedad. ¿Cómo se puede luchar contra el acoso escolar? La progenitora de Daniela se ha reunido esta semana con el presidente de su comunidad autónoma y le ha dejado «trabajo para toda la legislatura». S.M.F., a pesar de estar todavía viviendo el duelo de la marcha de su hija, tiene una fortaleza tremenda y las ideas muy claras para que «no haya más Danielas». Al mandatario de la región –omitimos la misma por expreso deseo de la madre– le ha pedido formar parte de cualquier mesa de trabajo que haya en Educación para el bullying o salud mental. «Me ofrezco para llamar a los centros educativos y preguntar cuáles tienen protocolos. Se acabó minimizar y decir que son cosas de crío, que esto es una broma, que es algo que pasa más o menos de manera habitual. En ocasiones llegan incluso a culpabilizarte a ti de lo que está pasándole a tu hija», destaca.

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