ABC.– «No es ya seguro para los judíos vivir aquí, eso lo sabemos todos. Como adulto, es difícil asumir que esté volviendo a pasar esto, pero lo peor es asumirlo para tus hijos. Cada mañana los mando al colegio con el sentimiento de que los envío a la guerra», confiesa Sahra, madre de dos niños de siete y nueve años. Dado que la escolarización en Alemania es obligatoria y que el ataque de Hamás a Israel se había trasladado con violencia al patio del colegio de Prenzlauerberg, al que asistían sus hijos, se mudó a otro distrito.
«Sirvió durante un tiempo, pero la situación va a peor y hemos decidido marcharnos de Berlín», prosigue. «Los acontecimientos del 7 de octubre han causado aquí temores y preocupaciones comprensibles entre la población judía. Ya nadie se atreve a aparecer en público con una kipá en la cabeza. Hablar hebreo o ivrith en la calle es peligroso y no aconsejable para nadie. Los carteles de las víctimas israelíes son profanados repetidamente. Los restaurantes judíos, las paredes y los baños de las universidades, así como otros edificios públicos, están actualmente adornados con esvásticas o el triángulo rojo invertido, símbolo de solidaridad con los palestinos. Los insultos y agresiones hacia los judíos están ahora a la orden del día», describe la situación Julius H. Schoeps, historiador y politólogo de la Universidad de Potsdam y ligado a las fundaciones Moses Mendelson y Salomon Ludwig Steinheim. A su juicio, «lo que más llama la atención es la creciente disposición a utilizar la violencia, que, cabe señalar, a menudo proviene de los más jóvenes».
Lo ratifican las autoridades de Berlín. En su balance de este año de violencia antisemita, notifican el registro de 5.300 casos, 3.200 procesos judiciales y 1.642 sospechosos, pero solo 20 condenados. En más de la mitad de los casos, los fiscales investigan a sospechosos conocidos por su nombre y apellidos. Más de 400 casos están vinculados entre sí porque el acusado ha sido detenido varias veces. A menudo se trata de daños a la propiedad, incitación al odio a través de lemas prohibidos o incitación a delitos. También hay delitos penales como agresiones físicas o verbales y actos de resistencia contra policías. «El número de presuntos crímenes cometidos por activistas de Gaza en la capital es enorme: la fiscalía difícilmente puede seguir el ritmo», justifican los portavoces que apenas haya habido consecuencias para los antisemitas.
Con motivo del primer aniversario del 7 de octubre, la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, se ha mantenido firme en la posición oficial, ha hablado de la masacre de hace un año como de un «punto de inflexión en la historia judía y alemana» y ha reconocido que le «avergüenza que desde entonces los judíos se hayan sentido menos seguros en Alemania y que se celebren los misiles iraníes contra el Estado de Israel» en las calles. «La seguridad de Israel es parte de nuestra razón de estado y defenderemos que tiene derecho a la autodefensa contra la violencia de Hamás y contra el terrorismo con misiles de Irán y Hizbolá», ha insistido.
Cambios legales
La ministra del Interior, Nancy Faeser, ha acometido reformas legales que facilitan la acción policial. Ha modificado incluso la Ley de Ciudadanía para que las personas que, por ejemplo, publiquen en redes sociales consignas contra Israel, como «Desde el río hasta el mar», «Israel, asesino de niños» o «Vamos a bombardear Tel Aviv», paguen multas de 600 euros y pierdan el derecho a la nacionalidad alemana.
«El racismo, el antisemitismo o cualquier otra forma de misantropía excluye la naturalización», defiende la cláusula 10.1.1.1.3.1, referida a «la responsabilidad histórica especial de Alemania por la injusticia del nacionalsocialismo y sus consecuencias, especialmente por la protección de la vida judía».
Los mapas donde el territorio de Israel se reemplaza con los colores palestinos también se consideran ya una violación de la ley. Desde marzo, el examen de ciudadanía incluye preguntas sobre el Holocausto, el judaísmo e Israel para filtrar a personas con puntos de vista antisemitas. «Si no compartes nuestros valores, no puedes obtener un pasaporte alemán. Hemos trazado una línea roja cristalina aquí», anunció Faeser, quien, en vísperas del aniversario, pidió a la Policía «duras intervenciones» contra quienes incumplan las leyes.
Su postura no ha evitado, sin embargo, las manifestaciones antisemitas. El sábado, mil personas marcharon hasta la Wilhelmstrasse portando sábanas con sangre falsa y banderas palestinas. «Con cada bomba que cae, nuestra ira aumenta», coreaban. Al principio, desde el megáfono, se pedía calma: «No se dejen provocar». Pero poco después fue atacado un miembro de la «prensa mentirosa». El orador levantó el dedo desde la tribuna y señaló a Iman Sefati. «Ese es el peor», dijo a través del micrófono señalando al reportero de ‘Bild’, «pasad junto a él como si fuera una mierda». Inmediatamente, participantes de la manifestación se abalanzaron sobre Sefati, lo rodearon e insultaron. El hombre al micrófono era el ‘influencer’ propalestino Sehat Sisik, activo en redes sociales bajo el nombre ‘Aggressionsprobleme’ (problemas de agresión), quien pronunció un discurso en el que presumió de que la Policía le tiene «miedo». Unos 500 agentes vigilaban.
«Pero no podemos estar en todas partes», se queja el portavoz del sindicato polical GdP, Benjamin Jendro, para quien la batalla decisiva no se libra en la calle, sino en los colegios. Coincide Meron Mendel, director del Colegio Ana Frank en Fráncfort y autor del ensayo ‘Hablando de Israel. Un debate alemán’: «Después del atentado de París en 2015, hubo un minuto de silencio en casi todas las escuelas alemanas. Pero, cuando yo pregunté a mis hijos el lunes 9 de octubre, nadie había hablado en la escuela sobre el ataque a Israel».