ESTEBAN IBARRA.- De nuevo el 21 de marzo recordando la matanza de Sharpeville (Sudafrica, 1960) que dio pie a instituir el Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial y a la invitación de Naciones Unidas a luchar contra esta lacra mundial del racismo.
Una lacra que va asociada hoy día a otras formas de intoleranciacomo la xenofobia, antisemitismo, islamofobia, misoginia, homofobia, aporofobia, disfobia, y tantas otras expresiones que rechazan, desprecian y vulneran, la dignidad, el valor en sí de la persona, y la universalidad de los derechos humanos por simplemente ser diferente, el “otro”, a quienes los nazis del Instituto de Higiene Racial calificaban de subhumanos o personas defectuosas para quienes su destino era el exterminio.
Sin embargo, nuestra Europa, desmemoriada y siempre sospechosa, comienza a inquietarse porque el tsunami de la xenofobia ha llegado al Parlamento Europeo destinando 141 de los 751 escaños para quienes realizan propuestas que se orientan a quebrar los valores democráticos. Mientras, nuestro débil aparato legislativo y político no adopta medidas que impidan que formaciones que practican la violencia neonazi, como la griega Amanecer Dorado, disfruten de escaño. O como los húngaros del Jobbik, que reclaman listas de judíos por ser un peligro para el Estado, o el Frente Nacional francés, que aprovecha el sangriento terrorismo yihadista para lanzar una ola de islamofobia espectacular, por poner algunos ejemplos.
No, Europa no está haciendo bien sus deberes derivados de los compromisos humanistas alcanzados en 1945, tras el final de la guerra mundial racista y la constatación del horror del Holocausto. Y lo estamos pagando con la presencia creciente de un neofascismo que está sacando buen provecho de una crisis económica interesada y una globalización neoliberal que destroza a personas y países.
Yihadismo y neonazismo, dos caras de la misma moneda, son brazos criminales de una batalla que se libra en el planeta con oscuros intereses de poder y donde el círculo diabólico terrorismo–islamofobia amenaza con engullirnos desatando, a su vez, toda la amalgama de la intolerancia criminal que siempre lo acompaña.
En España vivimos un periodo no abrupto en cuanto a racismo y xenofobia, aunque salpicado de manifestaciones prejuiciosas e improcedentes de alcaldes que hacen de los inmigrantes chivos expiatorios en su miserable búsqueda de votos; comportamientos de escasa sensibilidad como la negativa de tarjeta sanitaria a irregulares e incluso decisiones de fronteras donde la muralla de concertinas ponen en entredicho mundial a quien las toma, mientras que la extrema derecha no presenta relevancia como en países de nuestro entorno europeo.
Sin embargo, es necesario avanzar en legislación, en política y en conciencia social para hacer mejor país. España es una tierra de diversidad histórica, incluso más por la propia industria del turismo que nos propone una mentalidad abierta y que llama la atención porque su práctica de tolerancia, de respeto, aprecio y aceptación de la diversidad humana es mayor que otros países; aunque no estamos exentos de neonazis, racistas, discriminadores, agitadores del odio como muestran los datos de aplicación de la única ley específica contra el racismo, la intolerancia y la violencia que existe, como es la de 19 /2007 en el Deporte.
No obstante, echamos en falta una Ley General de Igualdad de Trato y No Discriminación que aborde transversalmente estos problemas en el orden social, civil y administrativo; así como una Ley de Protección Integral contra los Delitos de Odio que desde perspectivas educativas y preventivas de criminalidad y respuesta victimológica, avance y consolide lo realizado, como la reciente creación de protocolos de seguridad, el registro de incidentes y las fiscalías de delitos de odio y discriminación, junto al Consejo de Víctimas de delitos de odio. Este es el único camino que nos llevará a una sociedad donde excluyamos el racismo y otras formas relacionadas de intolerancia.
Esteban Ibarra es presidente de Movimiento contra la Intolerancia y Secretario General del Consejo de Víctimas de Delitos de Odio y Discriminación.
Este artículo se publica también en la web de la Fundación Internacional Baltasar Garzón y en Infolibre