El Mundo.- En 2016, Roberto Jiménez vivió en primera persona, como portero del Olympiacos, cómo se suspendían unas semifinales de Copa entre su equipo y el PAOK de Salónica por lo que se denominó el «infierno en la grada». Literalmente, «incendiaron el estadio», explica a EL MUNDO el ex futbolista. Un compañero suyo sufrió quemaduras en un brazo y los dos equipos se tuvieron que retirar a vestuarios envueltos en gas pimienta. «Fue una imagen de la que presumían que se había visto hasta por los satélites», cuenta.
Eso explica bastante bien el fenómeno ultra en Grecia, un país consumido por la violencia en las gradas en el que han muerto dos personas en el último año y medio y, por desgracia, acaba de llegar la tercera ya que el policía herido el 7 de diciembre tras un derbi de voleibol en Atenas entre Olympiacos y Panathinaikos acaba de fallecer. «Lo que pasa en los deportes es lo que pasa en la sociedad griega: no hay ningún respeto por la ley», lamenta Vassilis Skountis, un periodista deportivo griego.
El incidente en Atenas provocó que el Gobierno griego clausurase todos los estadios de la Superliga de fútbol hasta el 12 de febrero. «Los partidos del campeonato de Grecia se jugarán a puerta cerrada los dos próximos meses», anunció el portavoz gubernamental Pavlos Marinakis. «Ellos asumen que puede haber cierre de estadios o pérdida de puntos. Como lo normalizan, no hacen nada para que no ocurra», razona Jiménez.
«Grecia es un país muy extraño. Las sanciones existen pero no existen ya que el Gobierno cambia de opinión muchas veces», recoge el guante Skountis. Por ejemplo, en 2020 el Ejecutivo evitó el descenso del PAOK y del Xanthi por pertenecer al mismo dueño modificando el régimen de sanciones aplicándose multas económicas y pérdidas de puntos. «El país no puede permitirse el lujo de ser dividido a causa del fútbol», explicó en su momento Stelios Petsas, portavoz del Gobierno, en rueda de prensa.
Se desconoce lo que ocurrirá en esta ocasión aunque si fuera una competición europea, Skounis tiene claro que los castigos se llevarían hasta el final puesto que «FIBA y UEFA ponen sanciones y no se arredran». Aunque el cierre de gradas está previsto que finalice el 12 de febrero, el Gobierno griego prevé ampliarlo si los clubes no realizan ninguna acción como la instalación de cámaras o sistemas electrónicos de identificación que contribuyan a la reducción de incidentes violentos.
En los que resultó herido el policía el pasado 7 de diciembre, considerados un «ataque homicida», como así ha sido finalmente, resultaron detenidos más de 400 hinchas. Uno de ellos, un joven de 18 años, podría ser el autor del lanzamiento de la bengala que hirió al agente. «Durante años, criminales disfrazados de fans han cometido serios crímenes hiriendo y matando», lamentaba Marinakis.
VÍCTIMAS MORTALES
Hace apenas cuatro meses, Michalis Katsouris, aficionado del AEK de Atenas, falleció de una puñalada en un ataque en el que participaron ultras del Dinamo de Zagreb apoyados por otros de Panathinaikos, ambos de ideología de ultraderecha. El 1 de febrero de 2022, sería Alkis Kampanos, un joven aficionado del Aris de Salónica, el que era apaleado hasta la muerte por hinchas del PAOK que se cruzaron con él mientras tomaba unas cervezas con unos amigos en la calle.
«No les tienen miedo a las represalias. Ese miedo es el que mitiga el atreverse a ciertas cosas», intenta explicar Jiménez el comportamiento de unos hinchas «muy fanáticos» y con una gran «tendencia a pasar los límites». «Lo llevan en la sangre», apunta. De momento, siete personas relacionadas con el asesinato de Kampanos han sido condenadas en julio a cadena perpetua, otros cinco, a 19 años de prisión.
A juicio de Skountis, la violencia en Grecia «es un problema que deben resolver los clubes». Según el periodista son las entidades las que les conocen, saben a dónde van y, aunque parezca increíble, las armas que usan. Además, propone que la situación se ataje de manera complementaria con la policía y el Gobierno.
CLUBES
La pregunta sería, si los clubes están por la labor y lo cierto es que hay acciones que no lo indican. «Al final, que un presidente baje al campo con una pistola es una imagen normal, que no extraña. Si ocurriera en España sería un shock tremendo», apunta Jiménez sobre lo ocurrido con el máximo mandatario del PAOK en 2018. En abril de este año el dueño del Olympiakos, Evangelos Marinakis, saltó al terreno de juego para enfrentarse también al equipo arbitral.
Aunque parezca paradójico, el propio Marinakis, anunció el pasado 12 de diciembre que renunciaba a su cargo de presidente de la Superliga griega. «No tengo ni el tiempo ni las ganas de continuar implicándome en la gestión de la liga mientras las palabras de algunos miembros del consejo de administración no son coherentes con sus actos», escribió en una carta dirigida a los miembros del consejo de administración de la competición.
Grecia es una gran y «anárquica» paradoja, con un estilo de vida muy particular al que hay que acostumbrarse, según explica Roberto Jiménez. Durante tres años él lo consiguió y, «casi siempre», se sintió «seguro» jugando incluso en campo rival. Ahora toca el turno de que los fans sean los que se sientan seguros y aún queda mucho trabajo por delante. De momento, la solución es el cierre de estadios. Una medida «rara y triste» para los futbolistas. «Sobre todo triste porque el fútbol se vive en las gradas y nosotros nos sentimos futbolistas por ello», cuenta. Habrá que esperar a ver si las cosas mejoran.