Hasta el día de hoy, jamás se ha suspendido un partido de fútbol por cánticos o expresiones racistas en España y tampoco existe nadie procesado penalmente por esta causa al respecto. La cuestión vuelve a salir a la palestra a raíz de los últimos sucesos racistas en un estadio acaecido recientemente. El jugador de fútbol Vinícius Junior (2000-22 años), víctima frecuente de injurias y agravios racistas, fue recibido con ofensas de “Vinícius, eres un mono” tras su recalada en el Estadio de Mestalla de Valencia.
Momentos después, durante el desarrollo del encuentro se negó a continuar practicando lo que sabe hacer a las mil maravillas: ‘jugar al futbol’, tras oír de viva voz que un aficionado le había llamado literalmente “mono”, cuando éste se disponía a realizar un saque de banda. Si bien, la persona encargada de que se cumplan las reglas del juego, o séase, el árbitro, únicamente detuvo el partido de manera transitoria, mientras que por la megafonía se informaba que “no se toleraban los insultos ni el racismo”.
Sin duda, no era la primera vez que el jugador se veía envuelto en un entorno similar, como tampoco el único constatado en los últimos años en el fútbol español. El lance ya se encuentra a merced de la Fiscalía de Valencia, que ha abierto una investigación de oficio para decretar si los acontecimientos perpetrados constituyen un delito de odio. A falta de cómo prosperen dichas averiguaciones, los hechos han puesto nuevamente el foco de atención sobre las dificultades para sancionar estos capítulos xenófobos. Máximamente, desde la esfera penal, donde la Fiscalía ha archivado al menos cuatro denuncias por vicisitudes análogas de insultos racistas pronunciados por aficionados. Y en tres de ellas, el destinatario de esos insultos también recayó en Vinícius.
Hay que tener en cuenta, que el Código Penal sentencia con hasta dos años de cárcel a quienes “lesionen la dignidad de las personas” mediante manipulaciones que incluyan “humillación, menosprecio o descrédito” por precedentes racistas, antisemitas, ideológicos o xenófobos, entre algunos.
En atención a la Doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que es vinculante para España, la libertad de expresión protege no sólo los dictámenes inofensivos, sino igualmente los más vejatorios. Pero instituye como líneas rojas la instigación directa a la violencia y las declaraciones o afirmaciones que profundicen en la discriminación que ya padecen colectivos bastantes vulnerables.
Diversas fuentes fiscales examinadas por numerosos analistas, no dan el brazo a torcer que concurren numerosos impedimentos para conseguir que estas acusaciones alcancen la justicia. Uno de ellos estriba en los obstáculos para reconocer a los causantes de los actos, que pretenden pasar desapercibidos entre el gentío que asiste a los estadios. Echando un simple vistazo a este último incidente, el Cuerpo Nacional de Policía ya tiene identificada a dos de las personas que habrían realizado estos desprecios. Si bien, el no conocer con exactitud al autor promotor, ésta no es la única de las razones que reporta a los fiscales a archivar estas denuncias.
En otras coyunturas se ha considerado que a pesar de ser hechos “deleznables”, no exceden de la línea de la infracción penal. En otras palabras: que pueden tener derivaciones en otros espacios, como el administrativo, sin tener que situarse en la categoría de delito. Tómese como uno de tantísimos ejemplos, la Fiscalía consideró de “desagradables, inapropiados e irrespetuosos” los cánticos racistas que individuos no identificados pronunciaron el año pasado en el campo del Atlético de Madrid contra Vinícius. Pero, juzgó que no fueron delictivos al haber durado pocos segundos y haberse originado “con ocasión de la celebración de un partido de fútbol de máxima rivalidad” y no poder imputarse a un sujeto concreto.
Otra tesis parecida ofreció la Fiscalía de Baleares para impugnar otra acusación por aclamaciones racistas contra Vinícius. En esta ocasión, en un partido disputado contra el Mallorca. El Ministerio Público insistió que “la expresión y sonidos proferidos” habían sido “vejatorios” y “absolutamente rechazables”, pero se resistió a llevarlos ante el juez al entender que no planteaban “la dimensión penal pública” que demanda el delito de odio. Idéntico motivo produjo el archivo de otra acusación de la Liga por las infamias racistas que recibió Nico Williams (2002-20 años) en un partido contra el Betis. “Pese a lo incorrecto de los mismos, no sobre pasan la línea de la infracción penal”, aseveró la Fiscalía de Sevilla.
Obviamente, estos enfoques de la Fiscalía han ocasionado que en las últimas eventualidades, entidades como la Liga hayan preferido llevar directamente las denuncias ante los juzgados. De hecho, según antecedentes de la patronal, en estos instantes existen investigaciones abiertas por cánticos racistas contra Vinícius en tribunales de Palma, Pamplona y Valladolid.
De cualquier manera, por el momento el único caso de ofensas racistas en el fútbol que ha llegado por la vía del juicio es la que atañe a Iñaki Williams (1994-28 años). En los próximos días se sentará en el banquillo la persona imputada de pronunciar gritos racistas durante un partido celebrado el 25/I/2020.
En este caso, el autor de los hechos sí que está reconocido. Y, según la narración fiscal, clamó reiteradamente “uh, uh, uh, uh”, retórica que reproduce el eco emitido por los monos y que ha sido adoptado por los asistentes para denigrar a los jugares de piel negra, al mismo tiempo que fingía las muecas que hacen los chimpancés. Tanto el Ministerio Fiscal de la Liga que despliegan la acusación, han reclamado penas de hasta dos años de prisión para el culpado, así como una sanción económica, la prohibición de acceder a los estadios durante cinco años y la restricción de aproximarse a la víctima. Williams testificó sentirse “humillado” por estos improperios que no tienen nombre.
De modo semejante, la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte ha presentado castigos de 4.000 euros y un año de prohibición de acceso a los lugares deportivos, a once aficionados por injurias racistas dichas contra Vinícius en otros dos partidos jugados en esta temporada. Son temas que la Liga también ha lanzado sin contemplaciones ante los tribunales y que siguen la pista en los juzgados de Palma y Valladolid.
No más lejos del contorno rigurosamente judicial, la Asociación de Futbolistas Españoles y el Movimiento contra la Intolerancia, formaciones que asimismo han condenado la última agresión racista a Vinícius ante la Fiscalía General del Estado, entienden al pie de la letra, que “instituciones como la Liga, la Real Federación Española de Fútbol y el mismo Gobierno, disponen de los mecanismos disciplinarios necesarios para actuar con la suficiente contundencia ante este tipo de actos”.
Otros tantos, como el Presidente del Consejo para la Eliminación Racial y Étnica en España, piensan que “no podemos permitirnos que estos hechos queden impunes. Hay que atajarlos”. También es preciso incidir en el efecto dominó que puede llegar a tener como lo vivido últimamente, por lo que se ha precisado más contundencia a los distintos sucesos inconclusos. Como decía textualmente, “el partido, para empezar, debería haberse suspendido. El árbitro puede hacerlo en base a la ley contra el racismo en el deporte. Pero tenemos una lay que no se aplica”.
En idéntica tesitura, el líder del Movimiento contra la Intolerancia, requiere la puesta en escena de esta misma preceptiva ante episodios verificados de racismo, haciendo hincapié en que “el árbitro puede suspender el partido, así como forzar el desalojo de la grada”. Ni que decir tiene, que este suceso racista indujo a que el partido se detuviese de manera transitoria. Cuando el jugador se dispuso a sacar de fondo, no perdió de vista un agravio racista, ante lo que se negó a seguir jugando e indicó al aficionado que le había avergonzado para hacérselo saber personalmente al árbitro.
Conjuntamente, desde la megafonía se señaló de que “no se iban a tolerar insultos racistas”. Definitivamente, el encuentro continuó y Vinícius poco después fue expulsado en una acción conjunta con Hugo Duro (1999-23 años). La ley contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia contempla diversos márgenes de suspensión del partido si durante el desarrollo del mismo, “tuvieran lugar incidentes de público relacionados con conductas” violentas, racistas o improcedentes. El árbitro es quién resuelve su “suspensión provisional para el restablecimiento de la legalidad”.
El procedimiento igualmente especifica que de mantenerse el mismo escenario, puede convenirse el abandono de las gradas o parte de la misma, donde se hubieran derivado los sucesos y la posterior continuidad del encuentro. De la misma manera, se advierte la anulación concluyente del partido, un fallo que recae exclusivamente en la figura del árbitro, “tras recabar el parecer del coordinador de seguridad”.
Para determinarse alguna de estas medidas, el árbitro debe evaluar la gravedad de los acontecimientos, más los efectos desencadenantes que pudiesen producirse entre el público la encomienda de desalojo y estudiar el normal desarrollo de la competición. No obstante, a la hora de la verdad, todavía no se ha cancelado un encuentro por cánticos racistas. En cambio, en 2019, sí que se interrumpió el partido entre el Rayo Vallecano y el Albacete, poco después de que se denominase nazi a Román Zozulya (1989-33 años), a quien curiosamente se le ha visto haciendo alarde de emblemas fascistas.
Carlo Ancelotti (1959-63 años), entrenador del Real Madrid, expuso que el jugador tras percatarse de los insultos racistas, estaba dispuesto a marcharse inmediatamente del encuentro, pero ante todo le sugirió que no lo hiciese, dado que él “no era el culpable, sino la víctima”. Poco después, Ancelotti desaprobó el no haberse parado el partido: “La Liga tiene un problema. Con este episodio de racismo, tienen que parar el partido”. Además, algunos compañeros como Thibaut Courtois (1992-31 años) afirmaron que “en caso de que Vinícius se hubiese retirado, le habrían seguido”.
Tras algunos incidentes racistas acontecidos en el fútbol, algunas voces se interrogan por qué no es el club perjudicado, o sus propios jugadores, los que deciden no continuar el partido. Pero ni el entrenador como sus futbolistas podrían optar por una retirada por su propia cuenta sin exponerse a ser sancionados por incomparecencia.
La deliberación incurre en el árbitro, según la legislación. Pero el procedimiento que reglamenta la violencia en el deporte ratificada en 2008, circunscribía el menester de llevar a cabo un protocolo de intervención para sintetizar el modo de aplicarlo. La decisión debía correr a cargo de la Comisión Antiviolencia.
Pese a ello, los protocolos actuales no son lo adecuadamente comprensibles sobre los potenciales efectos de esta decisión. De hecho, uno de los formulismos conducentes al racismo en estas competiciones se aprobó en 2005 y sostiene que el árbitro, tras percatarse de ofensas o conductas racistas de “suma gravedad”, tendría que “agotar las vías dirigidas a lograr que prosiga su celebración”, antes de acordar la resolución de prohibir el partido.
La carencia de protocolos evidentes implantados en la Liga ante actuaciones racistas es buena parte del dilema. El reglamento señala exactamente que “si abandonas un partido, se entiende que no compareces y pierdes el partido y tres puntos, lo que deja al club en una situación complicada”. La Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y la Liga deberían dar luz verde a un protocolo de competición que faculte decretar que ese partido se está desenvolviendo en condiciones inconcebibles por abuso racial. A estas alturas, ¡esta falta de instrumentos deja un enorme vacío a los jugadores!
Lo que no queda tan claro es qué sucede si el partido queda detenido. Y existe temor porque se asignan sanciones y se da el partido por perdido con la consiguiente merma de los puntos. Por eso, valga la redundancia, es imprescindible un protocolo concluyente. En cierta manera, la RFEF y la Liga no tienen buena sintonía, lo que entorpece que salga adelante una iniciativa conjunta.
Para ser más preciso en lo fundamentado, el mismo debate se produjo tras el caso denunciado por el jugador Mouctar Diakhaby (1996-26 años). Transcurría el minuto treinta del encuentro disputado entre el Valencia y el Cádiz cuando Diakhaby y Juan Cala (1989-33 años) comenzaron a reprenderse uno a otro. El defensa valencianista puso en conocimiento que Cala le había dicho “negro de mierda”. Sus reproches se convirtieron en una tarjeta amarilla. Tras debatir con el árbitro, acabó marchándose del terreno de juego. Sus compañeros le siguieron y el encuentro estuvo parado durante cerca de unos veinte minutos, pero finalmente se restableció tras el aviso del árbitro de una probable “sanción excesiva” contra el club.
Mientras tanto, el Presidente del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial entiende que los distintos actores envueltos no acometen estos temas desde la “extrema gravedad”, como consecuencia del efecto que puede adquirir en la sociedad y en otras víctimas de racismo la laguna de sanciones en casos tan incuestionables. Cuando los lances racistas no tienen acciones prestas, crece el odio en la sociedad.
Con lo cual, la ignición hay que detenerla velozmente. Más allá de las reglas efectivas, se reprocha la “insuficiencia de herramientas para acabar con estos episodios”.
Llegados a este punto de la disertación, me dirijo a la Liga y a los Ministerios pertinentes, con iniciativas contundentes para que esto no vuelva a repetirse. El Presidente del Consejo urge al Gobierno el consentimiento de la Ley Orgánica contra el racismo, la discriminación racial y todo tipo de maneras análogas de intolerancia, cuyo borrador se confeccionó por el Ministerio de Igualdad, Cultura y Deporte y abierto a consulta en 2022, pero cuya tramitación se halla hoy paralizada. Sin inmiscuir, otra de las manifestaciones que han alarmado a las organizaciones antirracistas es la respuesta del Presidente de la Liga, Javier Tebas (1962-60 años), quien ha llegado a enzarzarse con Vinícius por medio de las redes sociales, por poner el grito en el cielo sobre el racismo en España y una impertinente inacción de la Liga para contenerlo.
Comunicados concretos como “no se puede revictimizar a la víctima”, hacen ostensibles la falta de concienciación que existe en el fútbol. Pongámonos en el lugar de la persona afectada en todos los aspectos, porque a las víctimas en todo momento hay que ampararlas. Es preciso demarcar las acciones deportivas de los insultos afines con el recinto deportivo.
A resultas de todo ello, la Fiscalía se encuentra indagando los insultos racistas que Vinícius recibió. Fuentes consultadas del Ministerio Público afirman que la Fiscalía de Valencia ha abierto de oficio diligencias de investigación por un supuesto delito de odio en correlación a los hechos y solicitará informes a la Policía Nacional para que recaben la información puntual sobre lo sucedido.
La apertura de esta investigación se ha emanado con carácter previo al requerimiento que el Real Madrid ha anunciado que presentará ante la Fiscalía General del Estado, aunque es sabido que cada una de las operaciones difundidas se reúnan en ese mismo procedimiento. En un comunicado sucinto, se justifica su “más enérgica repulsa y condena” ante unos incidentes que “constituyen un ataque directo al modelo de convivencia del Estado social y democrático de derecho”, notificando que ha presentado la “correspondiente denuncia” ante la Fiscalía contra los delitos de odio y discriminación para que se revuelvan y “se depuren responsabilidades”.
Por otro lado, el Valencia ha dado a conocer que expulsará de por vida a los aficionados que pronunciaron comentarios discriminatorios. Toda vez, que la Policía ha identificado a un individuo y hace lo mismo para corroborar la identidad de otros encubiertos involucrados. Desde el instante de los hechos se examinan concienzudamente las grabaciones disponibles, actuando con la máxima premura para esclarecer cuanto antes lo acaecido. Amén, que el Valencia ha operado en la apertura de un expediente disciplinario, empleando la máxima severidad contra los aficionados que estén envueltos y participa con la Policía y las autoridades competentes.
El Artículo 150 del Código Penal castiga con hasta cuatro años de cárcel, entre otros, “la incitación pública al odio por motivos racistas, antisemitas, ideológicos o xenófobos”. Según la doctrina del TEDH, la libertad de expresión defiende no solo las apreciaciones inofensivas, sino igualmente las más injuriosas. Pero instituye como líneas rojas la instigación directa a la violencia y a las reseñas que profundicen en la discriminación que ya soportan colectivos vulnerables.
No hay que olvidar al respecto, que la Liga tiene entre sus responsabilidades combatir contra la violencia, el racismo, la intolerancia y la xenofobia. Desde la instauración de la Dirección de Integridad y Seguridad se han efectuado diversas labores para eliminar este prototipo de conductas como la que ocurrió contra Vinícius. A día de hoy, se han Interpuerto varias denuncias por conductas y maneras racistas en la Liga Santander dentro de sus capacidades y ahora reclama asumir competencias sancionadoras para luchar más eficientemente contra este estigma.
En la Liga, un partido de fútbol es más que un deporte incrementado con los entrenamientos de once contra once. Digamos, que es una fiesta, distracción, entusiasmo y efervescencia en estado puro. Son cientos de equipos y futbolistas profesionales que hacen valer sus escudos y, a su vez, miles de aficiones que alientan a sus colores. Y todo, para regocijarse y gozar con este deporte que destila valores. La Liga Santander y la Liga SmartBank son dos de las competiciones más importantes y en ellas es donde participan futbolistas de distintas culturas, nacionalidades y razas. Pero, desgraciadamente, por culpa de una minoría, el racismo se ha filtrado dejando una grieta en el deporte que tantas personas valoran, halagan y aprecian.
Por ello, hay que subrayar en este texto los esfuerzos que se están materializando para aniquilar cualquier signo de racismo, tanto dentro como fuera de los estadios de fútbol, con la predisposición de excluir esta muestra indecorosa de conductas despectivas que abochornan a la sociedad en su totalidad.
Desde lo acontecido tristemente con Vinícius, el Consejo Superior de Deportes (CSD), la RFEF y la Liga se han fusionado en una campaña contra el racismo. Bajo los lemas ‘Racistas, fuera del fútbol’ y ‘juntos contra el racismo’, las tres instituciones están por la labor de exhibir de modo unánime el rehúso incondicional y sin paliativos de cualquier expresión racista.
La campaña, además de hacerse patente y protagonista en la imagen auditiva de la retransmisión de los encuentros, igualmente estará presente en los estadios por medio de folletos informativos para los admiradores que acuden a los estadios. Asimismo, se podrá contemplar en las inscripciones que portarán los once jugadores que salen de inicio, así como en brazaletes de los próximos encuentros.
Durante las últimas temporadas la Liga ha insistido en otras campañas para contrarrestar el racismo. Una de ellas es la de ‘No al Racismo’, donde los jugadores junto a los entrenadores, se unen para hacer llegar a cualquier rincón de la aldea global un recado intuitivo de total repudio a cualquier manera de discriminación racial articulado en dos acciones: prevención y denuncia.
En consecuencia, si no se acuerdan medidas concluyentes, continuaremos naufragando como sociedad que ama profundamente el deporte, ante hechos inaceptables que traspasan fronteras y menoscaban de manera imparable el retrato de España que, ante todo, reconoce que la base de la educación y la sensibilización son primordiales para combatir la lacra del racismo. Lo necesario e imprescindible para atajar estos episodios es poseer voluntad de suprimirlos y hallar las vías precisas para forjarlo buscando el trípode de la comprensión de la diversidad cultural, el respeto mutuo y la tolerancia.