FERRAN BARBER.DIÁSPORAS.- Hace ya algunos años que los neonazis han hecho suyas las tácticas de acción directa de los antisistema. En algunos países como Francia, pequeños grupúsculos fascistas se han infiltrado ocasionalmente en protestas de la izquierda para reventarlas desde dentro con insultos y provocaciones. Lo que no se había visto hasta la fecha en Europa occidental son nazis disfrazados de antifas o con caretas de Anonymous metiéndose hasta las entrañas de una concentración multitudinaria de la izquierda para agredir impunemente a los inmigrantes que se habían sumado a ella. Sucedió el pasado mes de noviembre en Bruselas. Diásporas Mag obtuvo pruebas gráficas del modo en que los nazis se infiltraron en la manifestación y atacaron violentamente a los árabes con piedras y cócteles molotov.
Que los fascistas se hayan apropiado del protocolo básico de acción directa utilizado por la izquierda es un hecho común en toda la Unión Europea, como también lo son las semejanzas de apariencia de los activistas de uno y otro signo. Especialmente, desde que los nazis se han dejado crecer el pelo y se tapan los tatuajes para no dar el cantazo. En Bélgica, además, le han dado otra vuelta de tuerca a su estrategia con el fin de ganar notoriedad e incrementar su presencia pública. No sólo han emulado las tácticas de la izquierda, sino que han comenzado a infiltrarse en las manifestaciones, ataviados como antifas o con máscaras de Anonymous.
Pero vayamos al escenario de los hechos. Día 6 de noviembre de 2014, los tres grandes sindicatos han convocado una huelga general en contra de las medidas de austeridad patrocinadas por el Gobierno conservador. A diferente escala, también los belgas están sufriendo la crisis financiera y los recortes. Desde primeras horas de la mañana, las calles de Bruselas se encuentran atestadas: trabajadores portuarios, inmigrantes, empleados de las industrias farmacéutica y siderúrgica… Alrededor de 200.000 personas marchan pacíficamente por el corazón de la capital. No se había visto una protesta semejante desde las huelgas generales de principios de los sesenta.
Es difícil estimar su número real, pero entre la multitud hay al menos varias docenas de manifestantes de Extrema Derecha, la mayor parte de ellos próximos al Vlaams Belang, al movimiento nacional-solidarista y a algunas formaciones neonazis holandesas. Marchan en grupos separados, aunque a tenor de lo que está a punto de ocurrir, se encuentran todos ellos perfectamente coordinados. Que haya fascistas que hagan suyo el resquemor de la castigada clase trabajadora no es en verdad algo insólito ni en Bélgica ni el resto de Europa. Tan sólo unos pocos meses antes, Ynestrillas terminó arrestado por la policía en la primera de las marchas de la dignidad convocadas en Madrid. Bien es verdad que el fascista español desfiló por la castellana bajo la enseña de su nuevo «fake» de izquierdas.
“Europa, revolución”, se leía en los memes que los nazis belgas publicaron en las redes sociales para apoyar la huelga del 6 de noviembre. Muchos antifascistas compartieron los post de la Extrema Derecha, sin intuir siquiera quién estaba detrás. Tampoco era la primera vez que los llamados “nacional-solidaristas” belgas intentaban infiltrarse entre los movimientos sociales y sacar provecho del río revuelto de una situación económica comprometida. A principios de la década pasada, llegaron a formar piquetes ataviados con los pañuelos rojinegros libertarios al grito de “revolución” (la suya).
Hoy, 6 de noviembre, vuelven a colarse de rondón entre la multitud, sólo que con planes diferentes. Son las dos y media de la tarde cuando un puñado de jóvenes comienza a increpar a medio centenar de magrebíes. “¡Mierda negra!”, “¡Idos del país!”… Uno de ellos lleva una máscara de anonymous; algunos más se han puesto el chaleco naranja que identifica a los trabajadores portuarios. Casi todos se cubren el rostro con pañuelos.
El grueso de los manifestantes sigue caminando por la avenida principal, coreando maldiciones contra la troika, y ajenos a lo que estaba a punto de suceder. Sin el menor recato, los fascistas se desvían por una calle secundaria, se parapetan tras unas vallas metálicas e intentan golpear con estacas a los árabes (en su mayoría marroquíes). El ataque tiene lugar a menos de veinte metros del tramo de avenida por el que se manifiestan los trabajadores. Por omisión, sin su conocimiento, los militantes de izquierda están brindando protección a los fascistas.
Entre las víctimas hay también algún latino al que toman por africano a causa de su tez morena. Al cabo de pocos minutos, los inmigrantes se concentran al otro extremo de la calle y dan inicio los enfrentamientos con piedras, ladrillos y cócteles molotov. A juzgar por las armas que portaban los nazis, es obvio que venían preparados ya de casa. Nadie tropieza por azar con una pata de cabra mientras se dirige hacia una «mani».
La pelea se prolongó durante al menos una hora, sin que ninguno de los manifestantes terciara en el rifirrafe o tratara de interponerse entre los nazis y los africanos. La policía no hizo acto de presencia. En ese mismo momento, los antidisturbios estaban cargando contra los antifas que según el Ministerio belga de Interior, sembraron la protesta de actos violentos
A decir verdad, los militantes de izquierda siguieron caminando por la calle principal sin reparar siquiera en las grandes columnas de humo o el ruido de los destrozos. A la postre, unos pocos fascistas fueron capaces de infiltrarse entre 200.000 manifestantes y atacar salvaje e impunemente a inmigrantes africanos en la capital de Europa. En los días ulteriores, algunos medios alternativos como ResistenceS News confirmaron la presencia de los solidaristas y de varios líderes nazis holandeses entre los que se encontraban Eite Homan y Karl-Jan Walle.
Varias publicaciones lograron también fotografíar a otros grupos de fascistas a lo largo de la marcha. Diásporas Magazine obtuvo además el único testimonio gráfico del momento en el que se produjeron los ataques a los magrebíes. El propio periodista de este suplemento de Público fue agredido con una estaca de madera por dos nazis mientras trataba de obtener evidencias de lo sucedido.