Las Provincias/Joana Sierra.- Extremistas causan disturbios en un pueblo del este en el que se construye un centro para acoger desplazados.
Cristaleras rotas, agentes antidisturbios evitando el asalto a un edificio público y autoridades divididas entre la comprensión hacia una protesta ciudadana y el repudio a los radicales: éstas eran las imágenes que llegaron estos días desde un distrito remoto del este alemán, Grevesmühlen, cuyos poderes locales habían autorizado la construcción de viviendas-contenedores para 500 refugiados.
La rotura de ventanas y puertas se derivó de los forcejeos policiales con un grupo de ultraderechistas y hooligans llegados de distintos puntos del Land de Mecklenburgo-Antepomeria. Se habían mezclado con una marcha de 700 ciudadanos que exigían, al menos, una reducción del número de refugiados a reubicar en un terreno industrial vecino a sus casas.
Upahl, un municipio adscrito a Grevesmühlen donde debe instalarse el centro, tiene 1.660 habitantes. El solar para los refugiados está junto a unas viviendas unifamiliares de reciente construcción.
Se sabía que los vecinos pensaban expresar su malestar ante el edificio donde debía adoptarse una decisión sobre los refugiados –que ganó por pocos votos el sí–. Se había desplegado a 60 policías para velar por el orden. Finalmente se reforzó el operativo con 200 efectivos, tras detectarse la infiltración de reconocidos neonazis.
«El gobierno de Olaf Scholz tiene que reconocer que los municipios estamos desbordados», afirmó ante la televisión pública regional NDR el consejal conservador Tino Schomann. «La inmigración irregular debe detenerse, hay que llevar adelante una ofensiva de repatriaciones», añadió.
El conato de asalto ultraderechista de Upahl es una nueva señal de advertencia. El radicalismo derechista alemán está concentrando fuerzas en el este. Es la mitad del país donde mejores resultados obtiene Alternativa para Alemania (AfD), la única formación de ese espectro con escaños en el Parlamento (Bundestag).
Al margen de ese único brazo parlamentario está tomando fuerza el grupo de los ‘Reichsbürger’ –’Ciudadanos del Reich’–, que no reconocen el orden constitucional ni las fronteras actuales de Alemania.
Dos años atrás aprovecharon una protesta antivacunas para tratar de asaltar el Bundestag, pero les cerró el paso la policía. Hace dos meses saltó la alarma nacional al desmantelarse una más bien esperpéntica trama golpista, encabezada por un empresario que se hace llamar Heinrich XIII o Principe Reuss.
Momento de gloria
La ultraderecha busca su momento de gloria ahí donde hay malestar entre el ciudadano común. Upahl es uno entre los muchos municipios semirurales, especialmente en el este, donde el gobierno de Scholz y los poderes regionales reubican a los refugiados.
La cifra de solicitantes de asilo está muy por debajo del récord del millón de refugiados recibidos por Alemania en 2015. Dos años después, la AfD se convertía en la primera fuerza ultraderechista con escaños en el Bundestag aupada por el voto xenófobo.
En 2022, el total de peticionarios de asilo fue de 217.774. Esta estadística no incluye al millón de ucranianos –que no precisan solicitar asilo, de acuerdo a la regulación europea– llegados a Alemania desde el inicio de la invasión rusa.
A los problemas para ubicarlos se añade el temor de parte de la población hacia los solicitantes que vieron rechazada su solicitud y que siguen en el país, a menudo entre el desarraigo y la criminalidad. Casos como el del palestino Ibrahim A., de 33 años, que el pasado miércoles mató a cuchilladas en un tren regional a una pareja de adolescentes, de 17 y 19 años, e hirió a otros siete.
Había salido unos días antes en libertad tras un año en prisión provisional por otro ataque con arma blanca. Tenía antecedentes por agresiones, robos y acoso sexual. No se le conocía un domicilio fijo, pero tampoco un lugar al que ser expulsado, dado que es apátrida. En su acto no se apreciaron indicios de yihadismo, sino de transtorno mental.