El Mundo/Luis F. Durán.- Seis personas han muerto este año en reyertas entre pandilleros. Los violentos contagian al resto de miembros y la pandemia ha cambiado la forma de captación.
La actividad de las bandas juveniles violentas en la Comunidad de Madrid no cesa y es cada vez más violenta, pese a un intenso año de trabajo policial y de un plan antibandas que, para algunos expertos policiales, «no está dando los resultados esperados». Actualmente, según datos de la Delegación, hay activos entre 350 y 400 miembros de bandas urbanas violentas en territorio de la Policía Nacional y entre 200 y 250 en Guardia Civil. Son cifras inferiores a las de hace un año, cuando la Policía tenía detectados 500 pandilleros y 350 la Guardia Civil en la Comunidad de Madrid.
Ahora hay seis bandas que operan en la región con distinta incidencia: los históricos Latin King y Ñetas -con poco peso y escasos miembros en la actualidad-, los Dominican Don’t Play (DDP) y Trinitarios -los mayoritarios- y los Forty Twoo y los Blood, con reducida repercusión y hermanados con los Trinitarios. Están divididos internamente en foros o capítulos, con entre 15 y 20 integrantes cada uno. Todos estos grupos reparten sus territorios y en algunos coexisten dos bandas y en ellos se producen más conflictos, como en Usera y Villaverde. Por su corta edad, se mueven en medios de transporte público, por lo que aquí también se desatan peleas.
En lo que llevamos de 2022 son seis los muertos entre pandilleros, estando presentes también en algún que otro crimen, aunque la causa no sea concretamente esa. En detalle, los homicidios contabilizados con tipología de bandas este año son los localizados el 1 de enero en la calle Sáhara, en Villaverde; los asesinatos en la calle Atocha y en un parque de Usera el 5 de febrero; el de la calle Alcocer, también en Villaverde, el 27 de abril; el tiroteo en la discoteca Caña Brava de Fuenlabrada el 3 de octubre y el más reciente crimen de William, en el distrito de Villaverde el pasado día 5 de diciembre.
Pero no solo han aumentado los homicidios por reyertas entre pandilleros. Los heridos, muchos de ellos graves con diversas mutilaciones provocadas por machetes, no han parado de aumentar y superan con creces el medio centenar este año.
Hace un año la Delegación del Gobierno en Madrid puso en marcha un plan para luchar contra las bandas latinas tras descubrirse un repunte violento de estos grupos con el objetivo de controlar el territorio para sus actividades delictivas y de multiplicarse las riñas derivadas de venganzas por enfrentamientos anteriores. En estos 12 meses, la Policía y la Guardia Civil han detenido a 1.399 miembros o simpatizantes de bandas juveniles violentas en la región, de los que el 37% son menores de edad, el 95% hombres y el 56.5% españoles.
Varios policías expertos consideran que la pandemia ha supuesto una modificación en la captación de estos pandilleros, que ahora tienen más fácil el acceso a armas blancas y que cada vez tienen menos edad sus miembros. Con todo, afirman que el 97% de los hechos violentos cometidos por estos grupos se resuelven debido al trabajo de análisis permanente que se realiza desde la Brigada de Información.
En el año 2003 estos grupos violentos estaban más estructurados, con un reparto de tareas definido y una jerarquía específica. La estructura, ahora, no es tan férrea ni tan potente. «La mayor parte de los integrantes de las bandas que se están incorporando ahora son menores, es decir, se salen antes de las bandas y entran antes en las bandas; antes estábamos hablando de que los integrantes de bandas estaban todos entre los 17 y los veintimuchos años, y ahora estamos detectando que empiezan a partir de los 12 o 13 años y que con 20 años prácticamente ya se están yendo de las bandas», comenta uno de los policías.
La pandemia ha supuesto además un punto de inflexión para los pandilleros y un cambio de su comportamiento. «Antes de la pandemia eran captados generalmente en los parques, en discotecas, donde se hacía una prueba mínima de iniciación y se dirigía a aquellos jóvenes que carecían de control por parte de sus padres, de sus tutores», señala el experto policial. «¿Qué ha sucedido? En la pandemia los menores han permanecido mucho más tiempo en casa, confinados. Han tenido menos colegio y muchas horas con acceso sin ningún tipo de control a redes sociales. Han emulado a través de las redes ser miembros de bandas. Son chavales que, sin haber nunca cometido ningún hecho delictivo ni mucho menos formado parte de una banda, se sienten atraídos a través de las redes sociales y de internet por las bandas; les gusta, tienen acceso a las músicas de género violento, el trap, el drill, se copian la estética, la indumentaria, ellos mismos o se autosignificaban en redes, en TikTok normalmente», añade uno de los agentes.
La imitación a estos pandilleros está provocando que la Policía haya descubierto a menores que nunca habían sido identificados como miembros de bandas, pero que sienten que pertenecen a una. «Nos hemos encontrado con el fenómeno de que, claro, si yo voy a instituto, me visto como un trinitario, me hago fotos y las cuelgo en redes, si en el instituto hay otro que es DDP, dice: ‘mira, fulano, le he visto, es trinitario, vamos a por él’, y eso nos está generando un incremento notable de la presencia de menores en las bandas», detalla el mismo agente.
Hace tres años el número de detenidos menores rondaba el 10% y ahora se sitúa en el 40%. También han descubierto los policías que ahora los pandilleros utilizan unos motes en función de las redes sociales. Antes se conocían por un apodo o chapa, como lo llaman ellos, y actualmente es por su perfil en las redes sociales, tanto en Instagram como en TikTok.
En los últimos años, también se han notado una paulatina integración de la mujer en esas bandas, que aún es escasa, pero que da importante cobertura a los miembros varones. Y también el descenso en la edad de iniciación en la banda, llevando a detectar incluso a niños de 11 años. Por otro lado, los pandilleros han pasado de organizarse en grupos jerárquicos y piramidales a otras estructuras «más flexibles y dinámicas» de forma más integrada en el barrio.
Otro de los problemas que los agentes han descubierto en los coros o capítulos de los pandilleros es que los componentes más agresivos de las bandas arrastran a los demás. «En el momento que un integrante del coro o capítulo se vuelve más violento, contagia a los demás; además, por imitación, se convierte en el líder no por su mayor capacidad de atracción, sino por su mayor capacidad de ejercer la violencia. O sea, si en el grupo hay entre 15 y 18 años, el de 15 dice: ‘Si me llevo a alguien por delante me van a respetar’, y desgraciadamente es así, porque muchas veces ejercen la violencia de una manera desmedida para hacerse, digamos, más importantes dentro», explica uno de los policías.
Los agentes cuentan que el trabajo policial para combatir las bandas se basa principalmente en la captación de información «Estamos permanentemente captando información, y de sus fuentes de financiación, etcétera… Para el día de mañana, cuando cometen un delito poder resolverlo y poderles imputar el delito de organización criminal», explica uno de los policías.
Vecinos de Villaverde exigen un Plan Especial para la Juventud que acabe con las bandas violentas
Las asociaciones vecinales de Villaverde han exigido la puesta en marcha de un Plan Especial para la Juventud que acabe con las bandas juveniles violentas y comprometa inversión y competencias del Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad de Madrid y el Estado. Hace 15 días, un joven de 15 años era asesinado a balazos en un parque infantil de este distrito, siendo el homicida integrante de la banda latina rival de los Dominican Don’t Play (DDP).
El pasado mayo, los vecinos se reunieron con la delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González, y el concejal de Juventud del Ayuntamiento de Madrid, para trasladar ya su preocupación. En su reunión, se les informó de la previsión de refuerzos policiales y programas de ámbito municipal ligados al proyecto SURES.
Sin embargo, el colectivo ve «manifiestamente insuficientes» estas iniciativas a la luz de los hechos. Por ello, reiteran su denuncia y señalan las causas que están llevando al distrito a este estado de crisis social.
«Necesitamos propuestas, implicación y colaboración por parte de todas las instituciones. Queremos que no solo se atajen las consecuencias de esta situación sino que se ponga en marcha con urgencia un Plan que acabe con estas bandas y que comprometa inversión y competencias del Ayuntamiento, la Comunidad de Madrid y el Estado», exigen. Por ello, han reclamado la puesta en marcha de una mesa de diálogo entre las tres administraciones públicas que cuente con el tejido asociativo para diseñar e implementar con urgencia este Plan.