El líder francés considera una “causa nacional” la lucha contra el antisemitismo
CARLOS YARNOZ. EL PAÍS.- François Hollande se desmarcó ayer de los crecientes movimientos xenófobos de toda Europa con un solemne, emotivo y vibrante discurso en el que hizo todo un canto a la aportación de la inmigración a Francia y a la necesidad de mejorar y favorecer los sistemas de integración. «No podemos tolerar que nadie sea atacado por su religión, su color, su origen o su cultura», afirmó el presidente francés, quien más adelante llegó a esta conclusión: «El éxito de la integración determinará nuestro destino nacional».
A mitad de su mandato de cinco años, el discurso de Hollande era especialmente esperado por ser el primero que dedica a la inmigración. «Siempre hay demagogos. Los extranjeros han sido sistemáticamente acusados de los mismos males. Lo nuevo es la penetración de esas tesis en un contexto de crisis interminable y de globalización», afirmó el jefe del Estado.
El lugar elegido fue todo un símbolo para el mensaje: el Museo de la Historia de la Inmigración, en el Palacio de la Puerta Dorada, donde convocó a 200 embajadores, parlamentarios y representantes de colectivos de inmigrantes. A lo largo de su intervención, condenó «la violencia, la demagogia, la intolerancia, los prejuicios, las sospechas, las dudas instaladas…»; en definitiva, todos los tópicos que a lo largo de la historia han sido utilizados contra el extranjero. En estos momentos, el tópico es «el miedo a la deslocalización». «No dejemos lugar a los discursos que instrumentalizan el miedo a la disolución, a la deslocalización, a la desaparición».
Hollande marcó sus abismales distancias respecto al Frente Nacional y con el discurso de Nicolas Sarkozy, dado que ambos utilizan el miedo al inmigrante como banderín de enganche para sus formaciones. «No hay que dejar lugar a los que sueñan una Francia pequeña y en repliegue», dijo. Marine Le Pen, la líder del FN, aboga por levantar de nuevo las fronteras nacionales y salir de la UE, precisamente para, en su opinión, cerrar las puertas a los inmigrantes. Por su parte, Sarkozy ha reiterado que desea cambiar las reglas del espacio Schengen, las que permiten la libre circulación de personas en el seno de la UE. Para Hollande, sin embargo, «Schengen es justamente lo que ha permitido a todos los países de Europa organizarse para controlar la inmigración. Hacer desaparecer Schengen sería dar marcha atrás».
Hollande cree que no solo no hay que tener miedo al extranjero, sino que seguramente hay que abrirle más las puertas. Así lo sugirió. Recordó que Francia acoge a unas 200.000 personas cada año, una proporción «baja» con respecto a la población del país, pero que, además, unas 60.000 de ellas son estudiantes. Emma Bonino, excomisaria y exministra italiana, recordaba el viernes en París en un acto de la Fundación Notre Europe que la UE necesitará unos 50 millones de inmigrantes de aquí a 2050.
Hollande anunció que prepara «una nueva política migratoria». Propondrá una ley de residencia de extranjeros el año próximo. La nueva norma exigirá «el aprendizaje de la lengua francesa, la formación en los valores de las República, sus reglas, sus usos, sus derechos, pero también sus deberes». Los permisos de residencia serán plurianuales para reducir constantes papeleos. «¿De qué sirve hacer sufrir a los extranjeros esperas interminables en las comisarías?», se preguntó.
El presidente francés aprovechó el acto de ayer para recordar que su Gobierno ha declarado como «causa nacional» la lucha contra el antisemitismo, como avanzó la semana pasada el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, tras el último ataque antisemita en Francia. Ocurrió el día 3 en Créteil, al sur de París. Tres individuos, ya detenidos, atracaron a una joven pareja (y violaron a la mujer) en su casa para arrebatarles el dinero asegurando que debían de tener mucho por su condición judía.