El Periódico.- La Guardia Civil desmanteló el 31 de agosto en Bermeo el último taller en el que se constata el uso de esta tecnología para ensamblar armas de fuego.
La Guardia Civil arrestó el 31 de agosto a un vecino de 51 años de Bermeo (Vizcaya), un hombre casado y con hijos que se encontraba sin empleo, por fabricar armas de fuego ensamblando piezas que creaba con dos impresoras 3D. Es el último taller clandestino detectado en España que recurre a esta nueva tecnología para producir armas. El primer caso se detectó en verano de 2020. En primavera la Policía Nacional participó en un congreso de Europol que, bajo el título ‘Printing insecurity: Tackling the threat of 3D printed guns in Europe’, reunió a 20 países distintos para compartir información sobre un problema global. La Jefatura de Información de la Guardia Civil considera el fenómeno una «amenaza emergente» por el riesgo que conlleva la «fabricación incontrolada de armas de fuego por parte de particulares».
Tres semanas antes de la reciente operación ‘Printer’ de la Guardia Civil contra el vecino de Vizkaya, la Policía Nacional arrestó a otro ciudadano de A Coruña que había montado un subfusil con piezas imprimidas con una impresora 3D. Los policías llegaron hasta este segundo sospechoso tras descubrir un chat internacional de intercambio de consejos sobre la materia. Para dar con el investigado de Bermeo, La Benemérita recibió un aviso del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO) porque había realizado una compra sospechosa.
La alarma del 17-A
Después de los graves atentados del 17-A en Barcelona y Cambrils, se reforzaron los controles sobre la venta de productos habituales en los establecimientos comerciales que, mezclados siguiendo instrucciones disponibles en la red, permiten elaborar artefactos explosivos. La célula de jóvenes radicalizados en Ripoll (Girona) había preparado TATP, conocido popularmente como ‘la madre de Satán’, en un chalet de Alcanar (Tarragona). La historia es bien conocida: la mezcla era inestable y el chalet saltó por los aires –con el imán Abdelbaki Es Satty a bordo– y el resto de la banda llevó a cabo el atropellamiento masivo en La Rambla. Aunque el plan inicial había fallado, demostró el peligro real que suponía la fabricación casera de explosivos.https://buy-eu.piano.io/checkout/template/cacheableShow?aid=iZFMrNO1pe&templateId=OT3I3F16WCOA&templateVariantId=OTVBG9NRSQX3N&gaClientId=679186724.1623842070&offerId=fakeOfferId&experienceId=EX017QFIV0OG&iframeId=offer_d541dbb2e73a975ead18-0&displayMode=inline&pianoIdUrl=https%3A%2F%2Fid-eu.piano.io%2Fid%2F&widget=template&url=https%3A%2F%2Fwww.elperiodico.com
Desde 2018, todos los establecimientos que venden productos que puedan actuar como precursores de explosivos deben avisar al CITCO cada vez que detecten una compra «sospechosa» por parte de cualquier ciudadano, recuerdan fuentes de la Unidad Central de la Jefatura de Información de la Guardia Civil. Eso fue lo que ocurrió a finales de diciembre de 2021 con el vecino de Bermeo. Adquirió en una plataforma de venta online dos productos que, combinados con un tercero tan común y accesible que es imposible de rastrear, permiten fabricar pólvora.
Un aficionado a las armas
Al poner la lupa sobre este individuo, que no tenía antecedentes, la Jefatura de Información vio que se trataba de un aficionado a las armas al que se le había retirado la licencia. Lo más probable, creyeron los policías, es que estuviera fabricando su propia munición. Llegaron a esa conclusión porque para comprar balas legalmente en España es necesario disponer de licencia y de armas guiadas por la Guardia Civil. Sin ambos permisos –el vecino de Bemeo no los tenía–, toca acudir al mercado negro o recurrir a la fabricación casera, para lo que se requiere producir pólvora, algo que parecía estar haciendo. Y si esa primera conclusión era acertada, inevitablemente significaba que también disponía de armas activas cuando tampoco podía hacerlo. Iniciaron una vigilancia para seguir sus pasos. Así observaron que también estaba adquiriendo componentes para llevar a cabo impresiones en 3D.
Para la Guardia Civil aquello fue un nuevo indicio que sustentaba la sospecha de que producía su propia munición y que indicaba también que podría tratarse de alguien que montaba pistolas gracias a la tecnología 3D. El ciudadano no estaba conectado con ningún grupo terrorista ni con el crimen organizado. Pero la Jefatura de Información lo etiquetó como un perfil ‘inquietante’ porque salía a pasear portando armas ocultas bajo su ropa.
El 31 de agosto, por orden judicial, los agentes irrumpieron en su domicilio y en un garaje de su propiedad en el que el sospechoso había montado un taller. En el registro se comprobó que fabricaba munición casera –disponía de máquinas para recargar, vainas, proyectiles, fulminantes y pólvora– y que así había producido balas de distintos calibres, algunos catalogados para uso en conflictos bélicos. También se hallaron dos impresoras 3D con las que había logrado crear diversas piezas listas para ser ensambladas en pistolas.
En el registro, además de las balas y de las piezas 3D, apareció armamento que había manipulado para que volviera a estar activo: tres fusiles de asalto considerados armas de guerra con capacidad para fuego automático –‘ametralladoras’, en lenguaje coloquial– y una escopeta recortada. La Guardia Civil sospecha que esta última escopeta la quería para poder llevarla encima sin levantar sospechas. En su taller también había elaborado cinco artefactos explosivos. Para efectuar el registro con seguridad hubo que activar a los Técnicos en Desactivación de Explosivos (TEDAX) para no poner en riesgo la seguridad de su familia y del resto de vecinos del bloque. Tal era la cantidad de armas y balas hallado que los investigadores no descartan que el hombre se dedicara al tráfico.
Piezas de resina
Desde la Jefatura de Información se subraya que en la fabricación de armas con impresión 3D lo más habitual es que se impriman casi todas las piezas de las que consta una pistola salvo el cañón. «Las piezas 3D están hechas de un resina que no puede soportar la presión de gases que implica un disparo», aclaran. Por ello, el cañón acostumbra a ser metálico. El último arrestado en A Coruña este verano en la operación anterior de la Policía Nacional tenía un oficio que le permitía crear piezas metálicas. Y, afortunadamente, las impresoras 3D que permiten crear piezas metálicas son solo de uso industrial porque «valen una millonada».
Es un matiz relativamente tranquilizador porque no es imposible crear con una impresora 3D de uso doméstico todas las piezas de una pistola. Aunque sería muy sencilla y casi de usar y tirar. Pero suficiente para disparar.