Libelos de sangre: la Iglesia española revisa los cultos antisemitas que indignan a Israel.

| 11 agosto, 2022

El Confidencial/Ferran Barber.- Miles de personas conmemoran cada año en Zaragoza o La Guardia libelos sobre niños cristianos asesinados a manos de judíos. La Iglesia ha abierto un proceso de revisión tras las quejas de la comunidad hebrea.

«Hmos oído decir que algunos judíos muy crueles roban algún niño cristiano y lo crucifican coincidiendo con la celebración de Viernes Santo», escribió el rey castellano Alfonso X el Sabio a mediados del siglo XIII. Lo que puso por escrito el monarca castellano —especialmente cruel con los hebreos al final de su reinado— era un prejuicio antisemita de profunda raigambre que venía a reforzar la creencia de que los judíos tenían por costumbre secuestrar a un niño el día en que se celebra la Pasión del Señor para torturarlo, efectuar un bebedizo con su sangre y una hostia consagrada y asesinarlo en una cruz, a imitación de lo que “ese pueblo deicida” le hizo a Cristo. La calumnia fue registrada en 1255 en el ‘Código de la ley de las partidas’, un cuerpo de leyes redactado en la Corona de Castilla durante la Edad Media que, sorprendentemente, aún sigue inspirando y sustentando centenares de sentencias en las cortes supremas de varios estados sureños norteamericanos como Luisiana, Texas, Arizona, Nuevo México o California.

Un total de 237 años después, el llamado Edicto de Granada se amparó para expulsar de España a los judíos en un supuesto caso semejante de secuestro de un niño por parte de un puñado de hebreos en el día del Corpus Christi. Lo acaecido dio lugar a una causa judicial en la que terció personalmente el presbítero dominico castellano Tomás de Torquemada, el Gran Inquisidor. Además del mayor, fue el primero, y a tenor de sus pesquisas se arrestó a dos judíos y seis conversos, que acabaron ajusticiados.

La historiografía oficial acostumbra a convenir hoy que el relato fue fabricado por las autoridades seculares y religiosas de la época para apuntalar el Decreto de la Alhambra y justificar la expulsión de los judíos. Lo verdaderamente sorprendente es que, 800 años después de que el rey los mencionara, cultos religiosos antisemitas basados en historias medievales fabricadas por la Inquisición se mantienen vivos en España. Estas celebraciones populares siguen atrayendo cada año a miles de personas y dan por ciertos en un sentido estrictamente literal los relatos antiguos que inspiraron los libelos de sangre.

Los llamados libelos de sangre o ‘calumnias de sangre’ son alegatos antisemitas basados en falsas acusaciones, de acuerdo a las cuales se culpa a los judíos, como en el caso de Dominguito del Val, de asesinar a niños cristianos u otros gentiles para servirse de su sangre en rituales durante la festividad de Pésaj, el equivalente judío de la Pascua cristiana.

Estas calumnias tienen su origen en la Europa bajomedieval. La mayoría de ellas mantienen un esquema narrativo semejante. Normalmente, un muchacho cristiano impúber es secuestrado y ocultado en una sinagoga o en el lóbrego sótano de un prócer judío hasta que es torturado y sacrificado. Durante el sacrificio nocturno, una turba de judíos se reúne en el lugar de la ejecución y organiza una farsa de juicio contra el niño, que suele ser representado en ocasiones desnudo y amarrado.

Magia negra judía

En el transcurso del proceso, la joven víctima es insultada, mutilada, circuncidada, perforada con agujas, golpeada, estrangulada y flagelada hasta que se le condena a muerte y se le ejecuta, ciñéndole a la cabeza una corona de espinos y clavándole a una cruz de madera. La sangre que cae de las heridas de los niños —particularmente la de las manos, pies y genitales— es recogida por los “siniestros hebreos”. Finalmente, la víctima es rematada con un golpe de lanza o apuñalada en el corazón y su cuerpo sin vida es bajado de la cruz y sepultado en un lugar oculto, cuando no utilizado para rituales de magia negra.

Existen otras variantes, pero, en esencia, casi todas las historias de asesinatos rituales cometidos por judíos mantuvieron una estructura semejante a lo largo de toda Europa, desde el siglo XII hasta el XIX. ¿Es posible que hayan sobrevivido creencias como esas en la Europa Occidental? O peor aún, ¿podría darse el caso de que sea conmemorada todavía la falsa muerte de niños cristianos a manos de judíos perversos? Según la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), eso es justamente lo que continúa sucediendo en poblaciones españolas como La Guardia (Toledo) y Zaragoza. Algo que no ha pasado desapercibido en Israel.

El diario ‘Ha’aretz’ dedicaba el pasado ‘sabbath’, dentro de su suplemento de fin de semana, un reportaje especial de cuatro páginas al Niño de La Guardia (Toledo), santo Dominguito del Val (Zaragoza) y La Catorcena (Segovia), que han causado estupor entre los judíos, además de una indignación que venía a solaparse con el enfado que ha provocado estos días el tratamiento informativo de la operación militar de Tel Aviv contra los intereses de la organización terrorista Yihad Islámica.

No pocos israelíes creen que esas viejas creencias antisemitas medievales conectan de algún modo con los mismos prejuicios antijudíos que, en su opinión, impiden que muchos occidentales reconozcan «el derecho de Israel a defenderse de los terroristas islamistas«. “Ahí va una receta para la ‘mitzvah”, ironiza Algranati Lior. “Mezclar un kilo de harina, medio litro de agua y 100 gramos de sangre de un niño cristiano. Hacer agujeros en la masa para que no se hinche y hornear. Buen provecho”. “¿Alguien puede explicarles que los judíos ortodoxos extraemos la sangre del animal antes de cocinarla para no consumirla? ¿Por qué habíamos de bebernos la sangre de un cristiano?”.

“Todos estos cultos conectados a los libelos que aún se mantienen vivos en España pueden resultar muy novedosos para muchos israelíes”, dice Moshe Rozen, un israelí de origen bonaerense educado en el movimiento socialista sionista Hashomer Hatzair de Argentina. Hace 50 años que Rozen es ciudadano de Israel. A su juicio, las leyendas que se reactualizan durante la celebración de esos cultos católicos “apuntan a prejuicios sobre el rito pascual y la culpa de las pestes medievales que se encuentran fuertemente arraigados en algunos sectores, particularmente entre los católicos de América Latina. Me topé con percepciones muy similares durante una gira de estudio en la también católica Polonia”.

También las autoridades civiles

«Lo más sorprendente no es que la Iglesia haya mantenido estos cultos antijudíos, sino que lo haya hecho con la complicidad de las autoridades civiles”, asegura Uriel Macías. A su juicio, la España moderna no es antisemita, pero conserva ciertas trazas del viejo antisemitismo de raíz religiosa sobre el que se superponen capas del antisemitismo racial y económico con una pátina mucho más reciente del antisemitismo de quienes llevan al límite sus prejuicios contra Israel. Los ejemplos más claros de ese antisemitismo de origen religioso son justamente, a su juicio, todas esas celebraciones ligadas a la Iglesia católica y a los viejos libelos de sangre.

Los actos populares antisemitas que han sobrevivido en la Península siguen publicitándose trayendo de nuevo a colación «un crimen horroroso» atribuido a los «perversos judíos«, sin precisar siquiera su origen legendario y reforzando, de ese modo, la versión más rancia, medieval y retorcida de la leyenda negra. En vista de la confusión que retroalimentan las celebraciones, son muchos los cristianos que se hallan plenamente convencidos de la historicidad y veracidad de las calumnias.

A juicio de la Federación de Comunidades Judías de España, las dos celebraciones más indisimuladamente antisemitas y populares son las asociadas al santo Niño de la Guardia (Toledo) y a santo Dominguito del Val (Zaragoza). «Cada caso es diferente. El de Toledo fue montado por la Inquisición española. Todo apunta a que lo hicieron para fomentar un clima abiertamente antisemita entre la población cristiana«, asegura Macías, autor de la obra ‘Libros antijudíos en una España sin judíos’.

La leyenda hagiográfica del santo Niño de La Guardia se desarrolló y tomó su forma definitiva en el siglo XVI, basándose en un presunto caso de asesinato ritual acaecido en la década de 1480. Nadie denunció jamás la desaparición de un niño. Tampoco apareció nunca un cadáver, pero a pesar de ello la Inquisición procesó y quemó a todos los inocentes judíos a los que inculpó por un crimen nunca acaecido. En opinión de Macías, ello dio un empujón definitivo al decreto de expulsión de los judíos, que se promulgó en marzo de 1492. Tanto Quevedo como Lope de Vega, escritores clásicos españoles del Siglo de Oro, escribieron sobre el santo Niño de la Guardia, lo que da idea de la raigambre de los prejuicios antisemitas que hay en la Península.

Implorando a la Iglesia que lo detenga

La Guardia es una localidad española de 2.226 habitantes, situada en la provincia de Toledo, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Su nombre deriva de la palábra gótica ‘wardja’, que significa ‘centinela’. El topónimo se acuñó durante los tiempos de la Reconquista. La población se halla «en lo alto de un cerro», a 54 kilómetros al este de Toledo y a 84 kilómetros al sur de Madrid. “El caso del santo Niño de La Guardia (Toledo) es especialmente grave porque las autoridades civiles también están involucradas y, año tras año, muestran su apoyo a esta celebración, cargada todavía hoy de tintes antijudíos”, asegura el presidente de la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), Isaac Benzaquén. “Es muy triste que estas celebraciones se hayan mantenido hasta nuestros días y se vivan con entusiasmo. Es lamentable que las autoridades eclesiásticas españolas no hayan puesto fin a este tipo de ritos y ceremonias a pesar de todas nuestras solicitudes. La Guardia tiene incluso una ermita dedicada al niño al que acuden los fieles cristianos”.

En efecto, entre los edificios históricos del municipio toledano hay una ermita situada a tres kilómetros del centro de la población que se halla consagrada al niño supuestamente asesinado por los judíos. El santuario se construyó alrededor del siglo XVI y es el epicentro de la celebración popular dedicada al protagonista del líbelo de sangre. La ermita está excavada en una roca caliza. En el pueblo había también una sinagoga que data del siglo XV o XVI, pero fue posteriormente transformada en otra ermita.

Cada primer fin de semana de septiembre, los lugareños suben del pueblo al santuario una representación escultórica del santo Niño de la Guardia. La conmemoración propiamente dicha se celebra entre el 23 y el 28 de septiembre con las bendiciones de las administraciones civiles local, autonómica y estatal.

En las redes pueden hallarse incluso comentarios sobre la devoción al mártir donde se narra el crimen ritual. «Es que cuentan la historia sin apartarse una coma del relato medieval«, dice Macías. «En la ermita veneran al niño como un santo. En su interior venden folletos por tres o cuatro euros donde se narra la historia antijudía. El ayuntamiento publica el clásico programa lleno de publicidad donde te encuentras felicitaciones del alcalde de La Guardia, el presidente de turno de Castilla-La Mancha, el presidente español y el rey de turno».

Uriel Macías llama igualmente la atención sobre la supervivencia de otro ritual antijudío “especialmente curioso”. “Me refiero al de santo Dominguito del Val de Zaragoza, que sigue siendo el patrón de los niños del coro y los monaguillos”, apunta el experto en bibliografía judía. “Digo que es de los más raros porque la calumnia narra un supuesto episodio acaecido en el siglo XIII del que no hay ningún rastro. Es decir, la calumnia se fabricó en el siglo XVI, pero se situó temporalmente 300 años antes».

La Iglesia va a revisar los cultos

El ya citado Dominguito de Val o del Val (1243-1250) es tenido por un santo católico y también por el protagonista del primer libelo de sangre de la historia de España. La tradición sugiere que había sido monaguillo de La Seo (catedral de Zaragoza) y, tras desaparecer el 31 de agosto de 1250, parte de su cadáver fue hallado mutilado a orillas del río Ebro. Se da por cierto que se fabricó el suceso 333 años después del supuesto hecho original para apoyar la santificación del mártir. Con tal fin, copiaron el caso del niño Hugo de Lincoln, protagonista de un libelo inglés de sangre.

Al igual que en La Guardia, la celebración de Zaragoza se publicita narrando la leyenda como un hecho histórico incontrovertible y demostrado, de acuerdo al cual un malvado judío llamado Albayuceto condujo a un niño a la judería de la ciudad, donde fue torturado por un grupo de hebreos. Existe una capilla dedicada a él en la Seo de Zaragoza y cada noche del 13 de octubre, coincidiendo con las fiestas patronales del Pilar, se le dedica una carroza durante el llamado rosario del cristal.

Consultamos a propósito de ello al Arzobispado de Madrid y fuentes de esta institución nos precisan que ambos, tanto el Niño de la Guardia como el de Zaragoza, son considerados santos. “Podríamos decir que el culto a Dominguito decayó tras el ‘novus ordo”, añaden. ‘Novus ordo’ es la designación extraoficial para designar lo que Pablo VI llamó ‘missale romanum’. Esto es, la forma ordinaria de la liturgia en el rito romano promulgada por el Papa tras el Concilio Vaticano II (1962-1965).

“Del Niño de la Guardia nosotros tenemos una entrada en el santoral que está siendo revisada ahora mismo. Se trata de un santoral del año 2001, obra de Francisco Pérez González, que nos cedieron entero y debemos ir examinando o incluso ampliando para incluir, por ejemplo, a santos posteriores como san Juan Pablo II o san Óscar Romero”, prosigue.

El Arzobispado de Madrid asegura que «la declaración ‘Nostra aetate’ del Concilio Vaticano II es absolutamente explícita a la hora de determinar que no cabe discriminación alguna en relación a la comunidad judía. De hecho, hay cercanía. Es verdad que, fruto de esa buena relación, nos han pedido en varias ocasiones que revisemos el culto y las fiestas de los santos que, como el Niño de la Guardia, hacen referencia a la leyenda de que los judíos mataban a niños cristianos para celebrar su Pascua. La Iglesia ha comenzado a revisar todo esto, explicando el tema con paneles informativos, e intentando evitar que quede cualquier vestigio de antisemitismo en la devoción popular”.

“Las cosas de la Iglesia, como las de palacio, van despacio”, comenta un miembro de la comunidad hebrea madrileña en relación a ello. “La Federación de Judíos de España se ha dirigido en varias ocasiones a la Curia, de forma interna y sin publicitarlo, para que hagan algo al respecto. Pero, de momento, así quedó la cosa. Es posible que sea un jarro de agua fría para la gente que participa en esos cultos, porque es un motivo de fiesta y de romería, pero no es de recibo que se mantengan vivos tales anacronismos. Si realmente lo revisan y eliminan las alusiones antisemitas, sería una alegría. A ver si esta Papa reformista y valiente se pronuncia sobre ello”.

Novela ilustrada infantil filonazi

Durante el franquismo, las mentiras fabricadas por la Inquisición en torno al falso asesinato de Domingo del Val formaron parte incluso de libros ilustrados infantiles. En 1947, la escritora y periodista filonazi Carmen Velacoracho de Lara dio rienda suelta a sus delirios filonazis publicando una obra ilustrada dedicada a ese niño en colaboración con Nuño de Velayos. La portada muestra a un judío de nariz ganchuda y uñas afiladas a punto de abalanzarse sobre un chiquillo. Esa misma escritora publicó tras la Guerra Civil española agrias diatribas conspirativas antijudías. Su acendrado antisemitismo encontró un aliado excepcional en la leyenda de santo Domingo del Val.

Incluso en la actualidad, existen colegios en América Latina que se publicitan en las redes narrando la versión original de la leyenda antisemita de Santo Domingo. Este es el caso, por ejemplo, del de los Infantes, en Guatemala, en cuyo sitio web puede leerse: “Dicen las crónicas que Dominguito del Val pasaba con su sotana de acólito y de pequeño cantor por enfrente de una de aquellas casas de judíos, cuando de pronto, sin tener tiempo ni siquiera de lanzar un grito, unas manotas grandes lo toman por el cuello y le cubren el rostro con un manto, tapándole la boca con una tela para que no pueda pronunciar palabra. (…) Temblando de pavor por lo que le pueda suceder, siente que lo llevan ante un corrillo de judíos que simulan repetir el tribunal que condenó a Jesús. Uno hace de Pilato, otro de Caifás, y otro de Anás. Le preguntan si persiste en querer seguir siendo seguidor de Cristo, y él exclama que sí, que prefiere la muerte antes que ser traidor a la religión de Nuestro Señor Jesús. Entonces le declaran sentencia a muerte, y así, con sus vestidos de acólito y cantor, lo crucifican”.

«Existen otras muchas celebraciones en España tales como las asociadas a los cristos salvadores de Balaguer o Valencia que, en algún punto de su historia, partieron de una leyenda antijudía», asegura Macías. «Pero, en general, estas ya no hacen mención a ese relato antisemita que les dio origen. Hay asimismo otras leyendas relacionadas con acusaciones de profanaciones que también siguen vivas. Así, por ejemplo, en la ciudad castellana de Segovia, se sigue celebrando una fiesta llamada La Catorcena, vinculada a la supuesta profanación de una hostia consagrada». A la luz de la historiografía contemporánea, también este relato es incuestionablemente legendario.

De acuerdo a esta tradición religiosa popular, La Catorcena tiene su origen en un hecho ocurrido en 1410, cuando un endeudado sacristán de la iglesia de san Facundo fue a pedir dinero a un médico judío llamado Domair. El hebreo accedió a otorgarle el préstamo que precisaba a cambio de que le entregara una hostia consagrada en la iglesia donde el sacristán prestaba sus servicios.

Sacrilegio de las formas sagradas

La historia popular prosigue de este modo: “El judío y sus secuaces decidieron secretamente llevar el cuerpo de Cristo a su sinagoga y arrojarla en una gran caldera de agua hirviendo. Pero no pudieron siquiera tomarla porque la hostia produjo un terrible estallido y salió volando por el aire. Tras abandonar la sinagoga, sobrevoló toda la ciudad y fue a refugiarse al monasterio de Santa Cruz”. Inmediatamente, el sacristán confesó su culpa y el médico judío fue condenado a muerte. A raíz de aquel suceso, el rey Juan II confiscó la sinagoga y se la entregó a un obispo, quien la consagró al culto cristiano y la transformó en lo que hoy en día es la iglesia del Corpus Christi de Segovia. Es rigurosamente cierto que esa iglesia segoviana fue en su día una sinagoga.

Una vez más, los sucesos se explican oficialmente de una forma literal dejando en manos de los fieles cristianos el aceptar o no como veraz e histórica la narración original. El hecho es que, desde hace más de cuatro siglos, la fallida profanación de la hostia por parte de los judíos se sigue celebrando cada primer domingo de septiembre de forma rotativa en alguna de las parroquias segovianas. Sobre la pared de la entrada de la iglesia del Corpus Christi todavía cuelga una representación pictórica de la historia legendaria. Además, desde el año 1940, hay una placa de losetas de cerámica realizada por Ignacio Zuloaga sobre la fachada del edificio de la plaza de san Facundo donde puede leerse lo siguiente: “En reparación del sacrilegio cometido por los judíos”. No son pocos los turistas israelíes que se han sentido ofendidos y el ayuntamiento lleva años considerando retirarla o modificar, al menos, la alusión a los hebreos.

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