EFE.- Una juez de Tulsa (Oklahoma) permitió este lunes que avance judicialmente una demanda que pide indemnizaciones por la masacre racista ocurrida en esa ciudad de EEUU en 1921, cuando una turba de blancos saqueó por completo Greenwood, uno de los barrios afroamericanos más adinerados de entonces en el país.
La decisión de la jueza Caroline Wall, que fue recibida entre aplausos, supone que los supervivientes demandantes y descendientes de las víctimas podrán presentar su caso formalmente ante el tribunal estatal.
Los abogados de la defensa habían solicitado que el caso fuese desestimado.
«Hoy se hizo historia. Tenemos mucho trabajo por delante, pero nadie en el país ha llegado hasta aquí», dijo Damario Solomon-Simmons, el principal abogado de la acusación, según declaraciones recogidas por el diario local Tulsa World.
Entre los acusados figuran varios organismos de Tulsa, entre ellos varias entidades de gobierno local y la oficina de policía del condado.
La demanda señala que estas entidades estuvieron implicadas «en actividades criminales, la destrucción de propiedad y actividades ofensivas que dejaron inhabitables y causaron desórdenes que continúan dañando la comodidad, el reposo y la salud de la comunidad de Greenwood».
Entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1921, un multitud de blancos, muchos de ellos apoyados por las autoridades locales, arrasó, saqueó y quemó más de 1.200 viviendas de ese barrio en Tulsa, símbolo de los progresos de la población negra en EE.UU. tras el fin de la esclavitud medio siglo atrás.
De la atroz masacre solo quedan tres supervivientes, todos ellos niños entonces y testigos del terror: Lessie Benningfield Randle y Viola Fletcher, de 107 años, y Hughes Van Ellis, de 101.
Se desconoce el número exacto de muertos porque nadie quiso investigar, aunque ahora los historiadores sitúan los fallecidos en al menos 300.
De la atroz masacre solo quedan tres supervivientes, todos ellos niños entonces y testigos del terror: Lessie Benningfield Randle y Viola Fletcher, de 107 años, y Hughes Van Ellis, de 101.
Se desconoce el número exacto de muertos porque nadie quiso investigar, aunque ahora los historiadores sitúan los fallecidos en al menos 300.
Ni una sola persona fue detenida o afrontó cargos por lo sucedido en esa ciudad del centro de Estados Unidos, y nunca se pagó compensación a las familias que perdieron sus casas y sus pertenencias.