EL CORREO.- La jueza duda de la credibilidad del agente y ve «desproporcionado» el uso de la porra en ambas detenciones, ocurridas en marzo de 2020.
La titular del juzgado de lo Penal número 3 de Bilbao ha condenado a un ertzaina por dos delitos leves de lesiones contra un joven inmigrante, de 23 años, y a su madre, de 49, que fueron detenidos en San Francisco en pleno confinamiento, por el mal uso de la porra. La actuación fue grabada en vídeo por una vecina desde la ventana y se hizo viral en redes sociales. Las imágenes, por las que la Ertzaintza sancionó a la autora, se han utilizado como prueba en el juicio. La jueza impone una multa de 240 euros al agente y le obliga a indemnizar al joven con 105 euros por las heridas causadas y a su madre, con 156,60 euros. La mujer, que también estaba acusada por el Ministerio Fiscal de un delito de atentado y otro de lesiones contra el policía, ha quedado absuelta.
El incidente se produjo el 29 de marzo de 2020, sobre las cuatro de la tarde, a la altura del número 2 de la calle San Francisco. El estado de alarma había impuesto un confinamiento domiciliario, por lo que los ciudadanos no podían salir a la calle, salvo causas justificadas, como ir al médico o realizar compras necesarias. Además, un agente de la Ertzaintza se encontraba ingresado en la UCI por covid y varios de sus compañeros se encontraban de baja por la enfermedad.
En ese contexto, una patrulla vio a un joven caminando por la acera. Los agentes se apearon y le preguntaron el motivo por el que estaba en la vía pública. El joven llevaba una planta en una bolsa de plástico y se negó a identificarse. Le pidieron que sacara lo que llevaba en los bolsillos, y él se bajó los pantalones y los calzoncillos. Llevaba tres tarjetas barik, solo una de ellas con su nombre. Según declararon los agentes en el plenario, el individuo dijo que tenía coronavirus y que iba a «quitarle el arma para pegarse un tiro», además de no respetar la distancia de seguridad de 40 centímetros y de escupirle. Se puso «muy alterado» y finalmente, terminó detenido. Uno de los ertzainas le golpeó tres veces en la parte baja de una pierna con el bastón policial.
En ese momento apareció en la escena la madre del detenido gritando que su hijo estaba «loco» y le agarró de un brazo para intentar llevárselo. La mujer, que trataba de explicar que «estaba enfermo», llegó a asestar «dos manotazos» al ertzaina y acabó reducida en el suelo por los dos policías. También contra ella, el patrullero utilizó la porra. Desde las ventanas empezaron a increpar a los ertzainas y a arrojarles objetos, también un líquido abrasivo que no supieron identificar, aunque podía ser lejía.
Versiones contradictorias
Según la sentencia, en el juicio se ofrecieron dos versiones claramente contradictorias de cómo sucedieron los hechos. La jueza cree que «no puede otorgarse plena credibilidad a los agentes por el simple hecho de su condición», sino que «no dejan de ser testigos» y uno de ellos «acusado». Aprecia, además, «contradicciones» en las sucesivas declaraciones del acusado, ya que en su primera comparecencia en comisaría no mencionó que hubiera «acometimiento alguno» por parte de la mujer ni tampoco ante el médico de la clínica que le examinó, lo que sí afirmó en el juicio. También obvió primero que el joven afirmara que iba a apoderarse de su pistola para pegarse un tiro. Y en instrucción «silenció» que había dado un tercer golpe con el bastón al inmigrante cuando éste estaba contra la pared.
La jueza advierte que en el vídeo se observa que el joven «en ningún momento mantiene contacto físico» con el agente y concluye que «el uso del bastón policial no es proporcionado al caso», ya que «no había riesgo racionalmente grave para su vida, su integridad física o la de terceras personas, o la seguridad ciudadana». «La acción fue innecesaria porque no estaba desarrollando ninguna acción hostil», zanja.
La sentencia reconoce que antes de la última reforma del Código Penal, la conducta de la madre, defendida por la letrada Beatriz Ilardia, podría haber sido condenada como delito leve, aunque considera que no se puede encuadrar «ni en la resistencia ni en la desobediencia grave», ya que los dos manotazos que dio al policía no fueron «de especial intensidad», por lo que la absuelve.
El ertzaina deberá pagar también la mitad de las costas del proceso, incluidas las de la acusación particular. Contra la sentencia cabe interponer recurso de apelación.