Una decena de jóvenes de la ultraderecha francesa acude a una charla antirracista para negar la existencia del racismo. Y el resto de participantes les responde.
ESTRASBURGO.- Año 2021 y parece que todavía hay que explicar que el racismo existe y que hay que combatirlo. Incluso en el seno de las instituciones europeas.
Más de 3.000 jóvenes inundan este fin de semana la ciudad de Estrasburgo, en el noreste francés, para debatir sobre el futuro de Europa, sobre sus propuestas e inquietudes en el marco del European Youth Event (EYE), que se celebra cada dos años en la sede del Parlamento Europeo. Salud mental, educación sexual cambio climático, vacunas, accesibilidad, derechos LGTBI y racismo son algunos de los temas del más de centenar de actividades organizadas, en las que cada joven escoge participar libremente.
Cualquier joven europeo puede acudir al EYE, pero muchos de los participantes han sido especialmente invitados por parte de asociaciones, instituciones o partidos políticos. El ultraderechista Identidad y Democracia, coliderado por la francesa Marine Le Pen y el italiano Matteo Salvini, ha hecho sus deberes, y más de una docena de jóvenes franceses afines al partido ha asistido este sábado a un taller titulado Comprueba tu sesgo: conviértete en aliado antirracista para intentar boicotearlo deliberadamente desde dentro.
Mientras las organizadoras de la charla se esforzaban por recordar que estaban en “un espacio seguro para todos”, los jóvenes franceses —algunos invitados por la Agrupación Nacional de Le Pen— resoplaban, se reían del contenido del debate, interrumpían y, en algunos casos, se negaban a usar mascarilla. Tanto desde la organización como los funcionarios del Parlamento Europeo les han llamado la ocasión en varias ocasiones, sin éxito.
Argumentos supremacistas de una Europa “blanca y cristiana”
Cuando las organizadoras, de la asociación Diaspora Vote, les han dado la palabra, los jóvenes han tratado de explicar con aspavientos que también los hombres blancos sufren racismo y que los cristianos son discriminados por su religión.
El resto de la sala no daba crédito. Mientras en el taller se explicaba la historia de la esclavitud como origen del racismo, uno de los boicoteadores replicaba a voces que Europa siempre ha sido “blanca y cristiana” y que los casos de brutalidad policial, como el que acabó con la vida del afroestadounidense George Floyd, están “justificados”.
Los demás participantes, que habían acudido al taller para aprender sobre el tema y compartir experiencias, intentaban explicarles sin levantar la voz que no se pueden poner al mismo nivel el supuesto racismo contra los blancos y el que sufren las personas negras, y que es absurdo comparar una mala experiencia de una persona blanca (un insulto, un robo) con el racismo cotidiano, histórico y estructural con el que conviven las personas no blancas a diario, y que les lleva a sentirse continuamente inseguras en las calles.
“¿Quién querría recibir en su vida el mismo trato que recibe una persona de color? Honestamente, que levante la mano”, ha preguntado a la audiencia una de las ponentes de la charla. Y ahí nadie ha alzado el brazo. La mujer ha contado cómo ella, de origen racial mixto, sufrió durante su embarazo pensando en el color que tendría su hijo, o en qué nombre debería ponerle para evitar el racismo que tuvo que soportar ella en su infancia.
En un momento dado, una de las participantes ha tomado la palabra para explicar su experiencia como irlandesa de ascendencia paquistaní (en el vídeo superior).
“No puedo entrar a un supermercado sin que me sigan constantemente por si voy a robar algo, no puedo a entrar a una sala sin que la gente automáticamente se gire a mirarte, sin que te juzgue por lo que comes, por cómo vistes, sin que te llamen ‘paqui’ […]. Sé perfectamente que no todos los blancos son racistas, pero al mismo tiempo puedo asegurar que cuando voy a una entrevista de trabajo y ven mi nombre, piensan instantáneamente que no sé hablar inglés. He nacido en ese país, soy ciudadana de ese país, mi madre nació en ese país, y que me pregunten constantemente que de dónde soy no sólo me parece discriminatorio sino humillante. He nacido aquí, pago impuestos en este país, y represento todo lo que este país representa”, ha lanzado la joven. Y todo el mundo ha tenido que callarse y aplaudir… salvo los boicoteadores.
El grupo de jóvenes de extrema derecha se ha negado a admitir que ellos, como blancos y blancas franceses, nunca han sentido nada remotamente parecido.
Una de las organizadoras de la actividad ha explicado después a El HuffPost que no le ha sorprendido la presencia de este grupo en la charla, que llevan años tratando de boicotear este tipo de actos y que a lo largo del fin de semana han llevado a cabo el mismo modus operandi en otros eventos del EYE dedicados a los derechos LGTBI y de las mujeres. “Me pregunto para qué vienen”, reconoce la chica. El problema es que ellos sí saben perfectamente a qué van.